Icono del sitio

Una visita a Puertollano a finales de 1873

Instalaciones de la mina Argüelles. Puertollano año 1909.

En los últimos días del año 1873, en lugar de quedarse en Madrid con sus familias disfrutando de las fiestas de Fin de Año, D. Miguel Rodríguez Ferrer y otros socios de la Sociedad Española de Historia Natural realizaron una visita a diversos lugares de la provincia de Ciudad Real: Almadén, Puertollano y el hervidero de La Fuensanta. Este tipo de excursiones naturalísticas eran menos frecuentes en España que en otros países europeos, como Francia, y en ellas se mezclaban aspectos científicos con otros de tipo paisajístico y sociológico, dicho de otro modo, el paisaje y paisanaje.

Los expedicionarios, pertrechados de martillos de geólogo y brújulas, partieron en ferrocarril de Madrid para llegar a la estación de Ciudad Real unas doce horas después, habiendo realizado casi trescientos kilómetros de viaje. En la capital de la provincia de La Mancha se hospedaron en el hotel La Perla, la mejor estancia que disfrutarían en toda su gira: “… atravesamos las largas y anchas calles de esta población, advirtiendo en su empedrado y nuevas aceras los pasos de la civilización y el poder del tiempo,… Sus antiguas posadas no han dejado también de sufrir una gran variación; y a la que hoy nos hemos encaminado, llamada El Hotel de la Perla, forma, con su nueva y extranjera denominación, su distribución y aspecto un verdadero contraste al compararla con aquellas”.

La Fuensanta y Almadén

Al día siguiente visitaron el hervidero de la Fuensanta con su balneario, utilizando para ello una tartana que les condujo hasta allí. La mañana la dedicaron al reconocimiento de las rocas del entorno y a la recolección de fósiles y la tarde a la visita de los baños medicinales, que lamentablemente habían conocido mejor época. Vueltos a Ciudad Real para pernoctar, los viajeros tomaron el tren a la mañana siguiente para dirigirse a Almadenejos e iniciar la visita a las mundialmente famosas minas de mercurio de Almadén.

Después de dedicar dos días completos para ver las labores subterráneas, de donde se extraía el cinabrio, los hornos de destilación, en los que el cinabrio se transformaba en mercurio, y las rocas y plantas del entorno de Almadén, los viajeros se dirigieron en tren a Puertollano. Hospedados en una modesta casa de la localidad, “…en cuyos dueños encontramos gran amabilidad por complacernos, aunque no las cosas más indispensables que exigir puede un madrileño”.

Las minas de carbón piedra

Tras oír misa en la parroquia, los expedicionarios se encaminaron a pie a las minas a pesar de que hacía frío y llovía. Cuando llegaron a los pozos, comprobaron que las labores subterráneas habían comenzado hacía poco tiempo y, al igual que en Peñarroya (Córdoba), también aquí el descubrimiento del carbón había sido casual: “En una antigua huerta, llamada de Las Canteras, y que por lo tanto estaba entregada a un humilde cultivo, una de las piedras de la noria llamó la atención de un transeúnte minero, quien dio la voz de alerta de que allí pudiera haber la codiciada hulla”.

La extracción de carbón en la cuenca de Puertollano acababa pues de empezar en 1873, cuando ya funcionaba desde hacía siete años el tramo ferroviario Madrid-Puertollano, el cual aseguraba su transporte a la capital de España y a los puertos de embarque en la región levantina. Aunque de peor calidad que las hullas asturianas, el carbón de Puertollano pudo competir inicialmente con aquellas gracias a su más fluida comercialización.

Con el paso de los años, la minería del carbón en Puertollano fue creciendo y en 1914 la empresa Peñarroya adquirió Hulleras de Puertollano, que venía explotando por entonces las minas Asdrúbal y Terrible 2ª, las cuales rendían en conjunto una producción media anual de 200.000 toneladas de carbón con una plantilla que ocupaba a unos dos mil mineros.

Pero volvamos a 1873 y a nuestros visitantes, quienes pudieron contemplar en las rocas que los operarios extraían del interior del pozo la existencia de cuantiosas plantas fósiles correspondientes al período Carbonífero, es decir, de unos trescientos millones de años de antigüedad. A pesar de la insistente lluvia, los naturalistas cogieron abundantes muestras de fósiles vegetales, algunos de los cuales no tienen equivalente en la actualidad, como los Calamites, equisetos arborescentes cuyos troncos fosilizaron con facilidad; también cogieron muchas muestras de hojas de helechos gigantes, criptógamas vasculares muy copiosas en aquella época. Muchas de estas muestras serían entregadas al Jardín Botánico, con sede en Madrid, donde hoy en día forman parte de su colección, representando a un período geológico cuando todavía no existían las plantas con flores.

La Casa de Baños

A su vuelta a Puertollano fueron recibidos en casa de uno de los representantes de los dueños de las minas y al atardecer se dirigieron a la Casa de Baños: “Es este moderno, trabajado con piedra de sillería, cuya arenisca es igual a la que forma su parroquial iglesia. Su forma es cuadrada y, aunque reducido, tiene buenas proporciones y es de arabesco estilo”. Lo que no dicen los viajeros es que fue edificado por unos operarios de Minas de Almadén, quienes en 1849 se encontraban construyendo la carretera que uniría Almadén con Almodóvar. El 10 de octubre de 1849, la reina Isabel II ordenó que los citados operarios repararan la antigua casa de baños de Puertollano para dar satisfacción al general Narváez, por entonces presidente del gobierno, quien venía a tomar las aguas a esta localidad.

En mayo de 1850 se dieron en la construcción de dicho edificio 184 jornales de albañil y 528 de peonaje. Además, los mineros de Almadén dedicaron 757 jornales a desmontar tierras para sacar piedra de cantería, habiéndose excavado 633 varas cúbicas de arenisca, la cual fue trasladada en carros hasta el citado edificio: ”Su situación no deja de ser agradable, encontrándose al este de la villa en un prado o ejido antiguo, llamado San Gregorio, a la falda del cerro de Santa Ana, en donde brota su fuente mineral, de la que parten dos caños que sirven para el consumo del pueblo, y ante la que nos chocó cómo la gente de esta población hace el consumo de esta agua con preferencia a la natural, por más que a los extraños les desagrade el sabor picante de que participa, dejando en la boca ese agrio sabor metálico parecido por todos al de la tinta”.

El casino

La posterior visita al casino no resultó tan gratificante para los viajeros, ya que las discusiones políticas acaparaban todas las mesas del local cuando la primera república tocaba a su fin: “Los casinos se han convertido en focos de pasiones partidarias, más que de expansión mutua, en ellos se avivan los odios que en los pueblos pequeños abundan”.

A su vuelta a Madrid, los expedicionarios tenían un sabor agridulce de su viaje, pues sentían “cuan digna de mejor suerte debía ser esta nuestra patria, tan triste hoy y tan ensalzada  hace siglos”. Su visión de España era la de un país donde abundaban los bienes naturales agrícolas y mineros, pero al que la fiebre de sus desdichas políticas lo mantenía en un atraso secular.

Epílogo

Desde el principio, la minería del carbón de Puertollano atrajo capital nacional y extranjero para la puesta en marcha de las diversas explotaciones. La primera concesión minera en registrarse fue La Extranjera en 1874. Después vinieron muchas más: Probabilidad, La Perseverancia, Argüelles, Calatrava, etc. A la par de ello se fueron constituyendo diferentes sociedades para explotar las minas. La primera gran empresa del carbón de Puertollano fue la Sociedad de Escombreras Bleiberg, que explotó la mina Asdrúbal, aunque después la primacía de la cuenca la ostentaría la Societé Charbonnages de Puertollano.

Cuarenta años después de la visita a Puertollano de nuestros amigos viajeros ocurría un hecho transcendental para las minas de carbón manchegas. En 1914, la empresa francesa Peñarroya buscaba la manera de aumentar su aprovisionamiento de combustible a pesar de que ya era propietaria de la mayor parte de las minas de hulla de la cuenca del Guadiato en la provincia de Córdoba. Peñarroya necesitaba expandirse para aumentar la producción de sus centrales térmicas productoras de energía eléctrica y abastecer así a las industrias transformadoras y manufactureras.

Tras hacerse con los activos de las citadas empresas, la Sociedad Peñarroya consiguió las principales concesiones de Puertollano, ya que sus yacimientos producían las dos terceras partes del total de la cuenca minera. Todas estas minas, unidas a las cordobesas, colocaron a Peñarroya en el segundo puesto del sector carbonero nacional. Con el carbón de Puertollano se abasteció a una nueva central térmica que generó electricidad para las otras tres grandes minas de su entorno: dos de ellas de plomo, San Quintín en Cabezarados y Diógenes en el valle de Alcudia, ambas de su propiedad; y una de mercurio, Almadén, situada a unos 80 kilómetros al oeste de Puertollano. Además se electrificaron 50 kilómetros del ferrocarril minero de vía estrecha que unía las cuencas carboníferas del Guadiato y de Puertollano.

En 1918, la producción de carbón de Puertollano ascendía ya a un millón de toneladas anuales y daba trabajo a unos 5.000 operarios. Además, un año antes, la Sociedad Minero Metalúrgica Peñarroya había construido una destilería de pizarras bituminosas, la cual permitió obtener diferentes productos derivados del petróleo. La escasez de petróleo en la España de la posguerra hizo que se construyeran en la década de 1940 las primeras grandes plantas petroquímicas para tratar el aceite contenido en las pizarras de Puertollano, por medio de su gasificación, hidrogenación y posterior destilación. Estas fábricas estatales de dudosa rentabilidad fueron sustituidas en 1961 por una refinería convencional alimentada con crudo procedente de Málaga a través de un oleoducto.

Precisamente en el citado año 1961 se constituyó la Empresa Nacional Carbonífera del Sur (ENCASUR) para la explotación de las cuencas de Puertollano y del Guadiato. Después de medio siglo de intensa actividad, todas las minas del valle del Guadiato y de la cuenca de Puertollano han cerrado sus instalaciones. Nuestro carbón nacional no puede competir con el extranjero en este mundo globalizado, pero al menos el cese de actividad de las explotaciones se ha llevado a cabo mediante procedimientos ordenados y responsables desde el punto de vista laboral y ambiental. Además, en ambas zonas se están realizando proyectos de conservación de la historia y el patrimonio minero para la memoria de las futuras generaciones.

Salir de la versión móvil