Somos algo ambivalentes. Preferimos vivir con nuestros miedos e incomodidades que lanzarnos a lo desconocido, que nos paraliza. Es como tener una especie de apoyo tipo muleta que requiere solo ese mínimo esfuerzo para seguir caminando. El hecho de cambiar de rumbo en la vida nos hace edificar miedos, muchos de ellos, se han conformado por medio de preocupaciones innecesarias. La preocupación es un sentimiento inútil, por la incapacidad para poder vencer ese pensamiento que no puedes controlar, por mucho que quieras. Adoptando una decisión, cambiando el rumbo de tu vida, dependerá de tu actuación y de tu estilo de conducta en la que sí te podrás apoyar para mejorar tu estado de insatisfacción o aquel problema que tanto te preocupa.
No debería ser preocupación, sino ocupación. En las preocupaciones existe un aspecto social, porque en algunos casos, si no eres capaz de preocuparte, los demás podrían hacer juicios de valor, y, por presión social, actuar como los demás, incluso te podrían tachar de insensible. Y eso también nos preocupa.
Uno de los miedos más comunes, precisamente, sería el qué dirán de nosotros. Tememos vestir inadecuadamente, hablar con un desconocido, no quedar bien con alguien que nos está faltando el respeto, apartarnos del grupo social o meter la pata. Toda fobia social proviene de la alta exigencia que la sociedad a veces nos impone. Hay una obsesión por ser perfecto, por no quedarse atrás, por ser el número uno en todo, y esto hace que la gente se resista, por miedo al fracaso o a decepcionar a cualquiera.
Quien se resiste a cambiar, a pesar de su insatisfacción, según muchos autores, tiene un error de enfoque, se queja constantemente y adolece de capacidad para poder solucionar su problema que le produce mucha angustia, Necesita cambiar él mismo y si puede, también su situación. Los miedos son capaces de nublarnos la visión objetiva de lo que nos pasa. El bloqueo está asegurado. Pero la única forma de desbloquearnos es afrontar nuestro presente cuando seamos capaces de cambiar, de igual forma, aspectos de nuestra conducta que a veces, son imperceptibles, y no fijarnos tanto en los demás. Adquiriendo más fuerza y energía en ese cambio.
Mayores o menores, temores los tenemos todos los seres humanos. La capacidad de cambio depende de cada uno de nosotros, algunas veces depende de la voluntad que pongamos en ello. Otras veces, si ese miedo es capaz de inhabilitarte es el momento de plantearte alternativas terapéuticas y una visión más objetiva del problema.
Cambiar un aspecto importante en nuestra vida no es tan fácil como cambiar de canal de televisión, requiere de tiempo de aprendizaje. La clave es reinventarse a sí mismo, que no significa ser otro, sino potenciar esas cualidades y facultades que nunca nos hemos dado cuenta que las teníamos, pero que por comodidad, pereza o desconocimiento no las hemos utilizado.