Aprovechar hasta el límite los materiales, recursos y productos de consumo para reducir la generación de residuos dentro de un sistema integral (no lineal), y así “cerrar su ciclo de vida”, es el objetivo de la economía circular, un modelo contemplado en la estrategia Europa 2020 que ha empezado a abrirse paso en España. Defensores de este modelo como Luis Seguí, profesor de Ética y Sostenibilidad en el Grado de ADE y en el MBA de EAE Business School, destaca las nuevas oportunidades empresariales y de crecimiento económico que ofrece este sistema para los países europeos, a través de la innovación y la competitividad.
Seguí, que ha dirigido el informe Gestión de residuos y Economía Circular, en el que han analizado la situación en materia de reciclaje en los ámbitos mundial, europeo, español y autonómico, aboga por un cambio en el paradigma de los modelos económicos tradicionales, a través del cambio de tendencia en los hábitos de consumo, “conservando y mejorando el capital natural, con el equilibrio del flujo de los recursos renovables”.
Se trata de “hacer circular a productos, componentes y materiales en uso, tanto técnicos como biológicos, a la máxima utilidad”, además de “evitar o eliminar impactos negativos como la contaminación del agua, aire, suelo y acústica, el cambio climático, las toxinas, y los efectos negativos para la salud”.
En declaraciones a El Campo, el profesor advierte de que la prolongación del uso de sistemas de producción y de materias primas que generan residuos provocarán “un problema de agotamiento de recursos”, además del aumento del gasto energético que conlleva el consumo de bienes de corta duración.
Por el contrario, la economía circular “alarga al máximo el uso de las materias primas y la energía”, y por tanto “reduce costes”.
Residuos como los plásticos o el vidrio, normalmente con una vida “demasiado corta”, son reutilizados “en un bajo porcentaje”, pues sólo el 14% de la producción mundial de este tipo de embalajes en el caso del plástico es incluido en el proceso de reciclaje.
Las bolsas de plástico “son el paradigma de la cultura de usar y tirar” y de su poder contaminante “por los muchos años que necesitan para su degradación (se fabrican a partir del petróleo, cada vez más escaso costoso y responsable de la emisión de gases de efecto invernadero)”, mientras que la economía circular contempla alternativas tecnológicas para la elaboración de bolsas de fécula de patata u otros materiales “mucho más sostenibles y biodegradables”.
Las pajitas de plástico, con apenas minutos de uso, generan residuos, frente a las que ya se elaboran de papel o cartón o incluso de acero para ser reutilizadas.
Otro ejemplo gráfico, en el caso del vidrio, son las botellas de vino, que “se utilizan unas horas” y posteriormente pueden fundirse para generar nuevos envases, si bien la economía circular va más allá y apunta a usos retornables del vidrio, tras procesos adecuados de lavado.
La industria de la moda forma parte de esta concepción del consumo “rápida y desechable”, pues está “viva” unos pocos meses y hecha de materiales “con un ciclo corto”, frente a las “prendas de nuestros abuelos, duraderas y de mucha calidad”.
Seguí apunta, en este sentido, a la vuelta hacia un modelo “que ya existía hace años, que no es nuevo, y para el que sólo hay que modificar las conductas” no sólo de los consumidores, sino de los llamados stakeholders, es decir, “del Estado, los gobiernos, los fabricantes, y las empresas de residuos”.
Todas estas entidades también tienen oportunidades con el cambio en los hábitos de consumo, en este caso para impulsar “negocios” alternativos para el reciclado. Las empresas de los países europeos y de comunidades poco industrializadas como Castilla-La Mancha pueden aprovechar la coyuntura para desarrollar procesos tecnológicos apoyados en la innovación”, que están ligados íntimamente a la “generación de empleo”.
Seguí reitera las consecuencias del consumo desmedido de unos recursos que se agotan y menoscaban el medio ambiente y las prácticas agrícolas y ganaderas, y ve necesario “intentar volver a conducir y alentar un cambio en el paradigma”.
Viable
En resumen, para que la economía circular pueda verdaderamente llevarse a cabo, “es necesaria la colaboración” de agentes públicos y privados” porque “no hay soluciones mágicas”.
Así, el “modelo tradicional es la solución simple”, e implica “innovación, creatividad, e inversión”, además del cambio de paradigma del consumo, para alargar los ciclos de vida de los productos, su reúso y la posibilidad de reparación”.
“Es necesario cambiar viejas prácticas empresariales como la obsolescencia programada, identificar nuevas oportunidades de negocio y cubrir los retos a través de la cadena de valor, diseñando estrategias exitosas que minimicen el uso de recursos y energía”.
De obligado cumplimiento
El geógrafo y climatólogo castellano-manchego Jonathan Gómez Cantero respalda el modelo de economía circular, que, a su juicio, “ha de aplicarse de obligado cumplimiento”. A preguntas de El Campo, Gómez Cantero opina que el sistema para alargar la vida de materiales y productos contribuye al impulso “de una economía sostenible” en los países avanzados.
Estas prácticas para impular la utilidad de los bienes y componentes, naturales o tecnológicos, garantiza “un desarrollo equitativo” de las sociedades respecto al medio ambiente y al entorno.
Precisamente, el Gobierno de Castilla-La Mancha prepara una de Ley de Economía, estará en exposición pública en octubre, con la intención de que sea una realidad antes de que acabe la legislatura.
Entre otrs medidas, pondrán en marcha un conjunto de tasas específicas para los residuos producidos que tengan que ir a vertedero, todo ello encaminado al cumplimiento de los objetivos medioambientales adquiridos con horizonte 2020 y 2030.
Como los seres vivos
Los valedores de la economía circular basan su modelo en la observación del funcionamiento de los sistemas naturales, donde no hay residuos y la materia fluye.
Los desechos de una especie se convierten en alimento para otras, la energía proviene del sol, los seres vivos crecen y mueren, y los nutrientes son recuperados por el suelo de forma segura.
Frente a ello, los seres humanos, explican desde economiacircular.org, han adoptado un enfoque lineal, donde se crean, producen y desechan materiales y productos, “al explotar una oferta finita de recursos naturales y produciendo residuos tóxicos”.
Pero a partir del modelo cíclico de los sistemas vivos, “podemos cambiar la manera de pensar”.
Por ejemplo, en vez de desechar el viejo móvil por el nuevo que sale al mercado, o tirar la lavadora que se ha estropeado, el sistema que defiende el profesor Luis Seguí apuesta por “hacer circular los metales y polímetros que los componen para que puedan ser aprovechados más allá de su vida útil como productos individuales”.
Por eso, “en vez de la cultura usar y tirar”, apuestan por “la cultura del retorno y la renovación” de los materiales tecnológicos, donde sus productos y componentes serían diseñados para ser reusados, al igual que la materia orgánica es una gran aliada para enriquecer la agricultura.
Y si además todos estos productos se transportan con energías renovables, “el modelo crea prosperidad a largo plazo” dentro de un marco “en el que todas la empresas estén interconectadas”.