La paja, el tallo delgado obtenido de los cereales tras la cosecha del trigo, avena o cebadas, está a precio de oro.
Este subproducto, muy demandado por los ganaderos, está marcando este año un ciclo de altas cotizaciones, más exactamente “estratosféricas”, según Rafael Díaz, socio de la cooperativa Quesería Río Cañamares, de Villahermosa.
Los vaivenes se producen los años marcados por fuertes sequías, como es el actual, en el que ha registrado un constante incremento, de hasta un 130 por ciento más respecto a los precios de hace dos años y medio.
Así, si en enero de 2017, la paja cotizaba a 39 euros por tonelada, a mediados de este mes de agosto alcanzó a 90 euros en campo (a razón de 15 pesetas el kilo), aunque no alcanzó los 101 euros por tonelada de principios de 2006.
Frente a estas cifras, la tonelada de trigo blando panificable cotizaba a la entrada en la industria transformadora a algo más de 186 euros, la de cebada pienso se pagaba en esa fechas a 174 euros, y el maíz grano, a 185.
El ganadero indica a que esta subida está muy por encima de los precios de los cereales en relación a su aprovechamiento y rentabilidad, aunque las circunstancias sean imponderables dentro de un escenario con factores confluyentes, como son una cosecha menor en las explotaciones cerealísticas de secano y, por la misma razón y por la falta de precipitaciones, escasa cantidad de forraje y de pastos naturales.
De esta manera, los titulares de las explotaciones de animales son los máximos perjudicados y “se podrían buscar la ruina” en el caso de tener que costear la paja a niveles tan caros, pues se sumaría a las dificultades que tienen en general para cubrir costes.
Las subidas también se han registrado en el mercado de los forrajes, como el heno avena o alfalfa, frente al precio de leche que “es irrisorio”.
Así, donde la cosecha es normalmente tardía, las lluvias de primavera han sido favorables a la hora de “recolectar grano y paja”, frente a las zonas más tempranas “donde no se ha cubierto las necesidades hídricas que la planta requería”.
Precisamente, la campaña de cereales ha sido más rentable en el Campo de Montiel, entre 2.000 y 3.000 kilos por hectárea, que en otras zonas con menos altitud y menos pluviometría, como Mancha o Campo de Calatrava, la media se ha situado en los 1.000 kilos por hectárea.
Juego de la oferta y la demanda
En la misma tesitura explica Julio Corrochano, técnico de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) de Castilla-La Mancha, la evolución de la cotización de la paja en la presente campaña.
“Es la ley de la oferta y la demanda, asegura, este año el precio más caro porque no ha llovido y ha habido menos producción, y los ganaderos tenemos que comprar pienso, grano y forraje para la alimentación de los animales”.
Recuerda que el precio lo marca el mercado, y los cereales “se pueden importar de otras latitudes”, mientras que la paja de cereal suele transportarse entre diferentes puntos dentro de la Península en caso de desabastecimiento.
Los forrajes constituyen una parte importante de la alimentación animal, recuerda este ganadero de vacuno de carne de Segurilla (Toledo), dado que los herbáceos tienen un aprovechamiento que se puede realizar directamente mediante pastoreo, u obteniendo el subproducto mediante la siega, como es el caso de la siega.
Precisamente, cada producto tiene su peso específico en la producción, como reflejan los datos de 2011 en Ciudad Real, cuando se registraron un total de 591.751 toneladas de grano y 389.679 toneladas de paja de los cereales de invierno, según los últimos datos disponibles del Ministerio de Agricultura.