Las máscaras callejeras se enredan al grito de ‘¿A que no me conoces?’ en calles donde las murgas canturrean en coplillas el salseo del año, las charangas ponen el ritmo al son del tambor, las comparsas despliegan coreografías entre carrozas articuladas y familias deambulan con sus disfraces individuales. Ciudad Real dará rienda suelta este fin de semana al carnaval más mestizo, que hunde sus raíces en una tradición tan antigua como los entierros de las ánimas de Herencia, que sumerge poblaciones enteras como Miguelturra, que bebe de la chirigota de Cádiz en localidades como Almadén y que no deja de recordar a Tenerife en desfiles tan coloristas como el Domingo de Piñata de la capital.
El carnaval más tradicional: Herencia y Miguelturra

‘Viernes de prisillas’, ‘Sábado de los ansiosos’ y ‘Domingo de deseosas’: desde hace días los carnavaleros de Herencia han tomado ‘El roce’ para celebrar su trilogía. Reconocido como Fiesta de Interés Turístico Nacional, el carnaval de Herencia es el de las jinetas, los perlés, los gremios y el ofertorio. Cada día, cuatro parejas de niños salen en los pasacalles portando una corona, la misma que antiguamente ofrecían a las ánimas del Purgatorio. Esos orígenes religiosos fueron los que permitieron que la fiesta no dejara de serlo ni durante la dictadura.
Los baúles están abiertos en Miguelturra, donde montañas de pelucas, gorros, caretas y antifaces han tomado las casas. La máscara, ante todo callejera, porque el carnaval es en la vía pública, es la protagonista en estos días de jaleo, música, fruta de sartén y borbotones de sátira. En esta fiesta, también reconocida de Interés Turístico Nacional, no se trata de llevar el disfraz más currado, aunque siempre hay que ser original: los tigres llevan peluca rosa, las ancianas se cubren el cuello con boas de plumas al estilo Sara Montiel y el poncho del mexicano son las faldas de una mesa camilla.

Ambas localidades, Herencia y Miguelturra, escriben además la historia del Miércoles de Ceniza y el cortejo fúnebre de la señora salada. Para encontrar los más antiguos hay que acudir a Herencia, donde antes del siglo XX los vecinos peregrinaban al cerro de San Cristóbal para comerse una sardina y enterraban la raspa. Eso sí, en los años 80 fue cuando se instauró de manera definitiva la fiesta de la sardina en la provincia, promovida por asociaciones, como la peña La Cabra de Miguelturra, o ayuntamientos. Como curiosidad, hay en algunos pueblos, como La Solana, donde no se quema una sardina, sino un pelele, ‘la colasa’.
Del Domingo de Piñata de Ciudad Real a las coplillas de Almadén

Si estos dos pueblos presumen de carnaval tradicional, Ciudad Real, Puertollano, Tomelloso, Manzanares, Valdepeñas, Daimiel o Bolaños de Calatrava lo hacen del más moderno, desenfadado y grandilocuente. Son las localidades donde reina la comparsa, las coreografías y las carrozas, con creaciones escultóricas tan impresionantes que recuerdan a las Fallas de Valencia. Sus desfiles reúnen a cientos y miles de personas en las calles: 30.000 personas siguieron el año pasado el desfile de Piñata de la capital, que aglutinó a cuarenta agrupaciones de todo el panorama nacional.
Las comparsas no se quedan en la capital, sino que participarán a lo largo de la semana en desfiles tan señeros como el de Manzanares, que celebrará el 33 Concurso Regional de Carrozas y Comparsas, o el de Tomelloso, con 18.000 euros en premios. Será el momento para maravillarse con las propuestas de Harúspices de Tomelloso, El Burleta de Campo de Criptana o Axonsou de Herencia. Los bailes de disfraces, los concursos infantiles y las noches de drag queen describen el carnaval con más influencia canaria en estos pueblos y muchos otros.

Pero no queda ahí, pues la murga con sus coplillas son señeras en Almadén o Piedrabuena, donde solo hace falta la base de una guitarra y una caja para recorrer los sucesos más escandalosos del año para el vecindario, con algún que otro verso picante y alguna pulla a los políticos locales. Nadie se pierde en estas localidades arrimarse al calor de los corrillos en el Domingo o el Martes de Carnaval para reír a carcajadas con la gracia que sobresale por encima de las turutas, que es más andaluza que isleña.
Son los símbolos carnavaleros de cada localidad, aunque en todas ellas, como ocurre en cada rincón de la provincia, se entremezclan como fruto de un carnaval vivo donde las generaciones más viejas han sabido inculcar la pasión por la máscara, la lentejuela y la cadeneta de la que poco pudieron disfrutar durante la censura, y que desde el inicio de la democracia los jóvenes han sabido recoger. Ayuntamientos, peñas, asociaciones, colegios, grupos de amigos y familias se vuelcan en estos días de indios, superhéroes, cebras, cocineros y astronautas, donde solo habrá espacio para el asombro, el baile, las reuniones sociales y la jarana.