Alejadas de los centros de vanguardia e innovación arquitectónica de la Península Ibérica, las grandes poblaciones de Ciudad Real reproducen imágenes globales: bloques de pisos del desarrollismo de los años 60 y viviendas unifamiliares que evocan la “ciudad jardín” americana. Escasas cubiertas de madera y zócalos azules quedan en las casas de los pueblos de La Mancha, que abandonaron la tradición para abrazar los derivados del petróleo y modelos de estructura impostados en las últimas décadas del siglo XX, y que en general tampoco han sabido recoger las últimas tendencias arquitectónicas.
Ante este panorama, pocos podrían imaginar que varios edificios construidos en Ciudad Real en los últimos años han alcanzado primeros puestos en certámenes internacionales tan prestigiosos como el Premio Mies van der Rohe con proyectos de tendencia y que arquitectos manchegos han decidido apostar por las raíces locales y lo primitivo de cara a un futuro marcado por la sostenibilidad.
Tendencias de arquitectura contemporánea
En este mundo inmediato, Teodoro Sánchez-Migallón explica desde su despacho en Manzanares que “las últimas tendencias describen una arquitectura de grandes vanos en fachada, muy abierta, con materiales tecnológicamente modernos, estructuras de grandes luces, mayoría de cubiertas planas y planta libre”. Marcada por los modelos nórdicos, la arquitectura de moda es “blanca, ortogonal y minimalista”, con formas geométricas contundentes y con muchos pliegues, hasta tal punto que recuerda a la papiroflexia.
El presidente del Colegio de Arquitectos de Ciudad Real explica que “sigue la línea racionalista de la arquitectura del siglo XX evolucionada hacia lenguajes formalistas”, que “buscan la innovación volumétrica, que buscan formas nuevas formas sin tener en cuenta la economía del edificio, la sostenibilidad y la función”. El acero, el aluminio, los aplacados de piedra y el vidrio son los materiales más significativos de un tipo de arquitectura que trae a la memoria el Museo Guggenheim de Bilbao del conocido arquitecto canadiense Frank Gehry.
La capilla de Valleacerón en Almadén o la bodega 14 Viñas de Picón, las dos obras de Sol Madridejos y Juan Carlos Sancho nominadas al premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea – Premio Mies van der Rohe, representan el ideal de la arquitectura “efímera” y “estética”.
El juego de volúmenes, con cubiertas inclinadas, es muy evidente también en el Centro de Visitantes y Museo Interactivo del Parque Nacional de Cabañeros en Horcajo de los Montes, construido en 2016 por Álvaro Planchuelo, que aparece en diferentes revistas especializadas. En la Casa en La Mancha de Carlos Campo y Miguel Jareño, construida en 2015 en Alcázar de San Juan, también predomina el blanco, la luz y el minimalismo.
La arquitectura que nace de lo primitivo
Poco tiene que ver la arquitectura “esclava” del estilo, que representan los colosos de Santiago Calatrava, autor de la Ciudad de las Artes y de las Ciencias de Valencia, con la arquitectura sostenible que ha empezado a preocupar en los centros culturales del mundo y que emana de la tradición. La provincia no ha permanecido ajena a esta tendencia, de la que los arquitectos Javier Bernalte y José Luis León son referencia desde hace muchos años a través de obras conocidas como la Casa Patio de Miguelturra o el Refugio Abierto de Ciudad Real, construidas en esta década.
Desde la Finca Galiana, donde ha diseñado un “pabellón del investigador” para el control de infraestructuras hidráulicas ligadas al campo a través del Departamento de Infraestructuras de la UCLM, Bernalte habla de su concepción intimista de la arquitectura, de la recuperación de los materiales de siempre y de la funcionalidad de las estructuras. Profesor de la Escuela de Toledo, defiende que “la arquitectura contemporánea tiene que ser la que dé respuesta a los problemas de nuestro tiempo de forma oportuna”.
Mientras que describe las características del pabellón de madera, con tres paredes de cristal, voladizos de diferentes tamaños para reducir la entrada del sol en verano y coronado por un manto de glicinias, Javier Bernalte afirma que la ciudad contemporánea se ha olvidado de la vida: “las casas de hoy no son mejores que las de ayer, a lo mejor son tecnológicamente más perfectas, pero han perdido la humanidad, y debemos de encontrar un equilibrio”.
La piedra, la madera, la cerámica y la tierra, frente a los denostados derivados del petróleo, están presentes en sus proyectos, donde “lo importante no es el estilo, el lenguaje, las apariencias, las modas que cambian”. Bernalte reivindica la “casa patio” como “eslabón de convivencia”, una arquitectura “que tenga memoria, que sea sensible a las características climatológicas, físicas, sociales y culturales” de cada zona.
La arquitectura moderna sale de Madrid
La extensión de la arquitectura contemporánea a todos los puntos de España sucedió a finales de los años 90 y principios del siglo XXI. El presidente del Colegio de Arquitectos reconoce que fue una “época brillante” donde hay “muchas obras y algunas de gran valor económico” ligadas a la obra pública. Teodoro Sánchez-Migallón señala que “la arquitectura se asocia al poder y la representación”, y por eso la Junta de Comunidades desplegó grandes proyectos a través de las consejerías y direcciones provinciales.
El Palacio de Justicia de Guillermo Vázquez Consuegra, el Conservatorio de Música y el Hospital General Universitario de Ángel Fernández Alba, o el Instituto de Investigación Regional del Campus y la ampliación politécnica de Diego Peris Sánchez y Diego Peris López, todos en la capital, al igual que el Colegio de Educación Infantil y Primaria de Ignacio Vicens Hualde y José Antonio Ramos Abengózar en Alcázar de San Juan, son de esta época, a la que la revista de la Escuela de Arquitectura de Madrid, ‘Pasajes’, llegó a dedicar un número.
La burbuja inmobiliaria, el déficit en la Administración pública y la crisis económica hicieron estallar todo por los aires y en los últimos años son pocos los ejemplos de arquitectura de autor impulsada a través de concurso público o promovida por empresas en la provincia. Casos singulares representan el Instituto de Educación Secundaria Clara Campoamor de La Solana, diseñado por Jesús Bozzo Fernández de Tirso y Rosa María Palacios Garrido, y el umbráculo de Bodegas Real, de Ángela García de Paredes e Ignacio Pedrosa.
Consecuencia directa ha sido la huida de los arquitectos castellano-manchegos, que habían visto un filón en la región, de nuevo a Madrid, razón por la que hoy en día “las intervenciones más interesantes las realizan arquitectos foráneos, sobre todo de la capital de España, exceptuando notables ejemplos”. Así pues, Teodoro Sánchez Migallón lamenta que “el 30% de la arquitectura que se hace en la provincia de Ciudad Real viene de fuera”, y el porcentaje no solo refleja los mejores proyectos.
Viviendas de autor
El boom inmobiliario sin embargo no fue un terreno abonado para la arquitectura de calidad a nivel privado. Sanchez-Migallón afirma que “poca gente de Ciudad Real aprecia el valor artistico de los edificios” y normalmente solo recurren a arquitectos de referencia “personas con rentas altas y un perfil cultural elevado”.
En cambio, el presidente del Colegio de Arquitectos destaca que “con ingenio se puede hacer arquitectura moderna a 600 o 700 euros el metro cuadrado”, lo que podría estar al alcance de más bolsillos. Ahora bien, uno de los principales impedimentos para este tipo de construcciones es el “poco margen de maniobra” que contemplan las normativas de los ayuntamientos, hasta tal punto de determinar los materiales de la fachada, la proporción de huecos y los tipos de cubierta.
Entre los ejemplos privados de los últimos años marcados por la crisis inmobiliaria destaca la Casa de Piedrabuena del arquitecto manchego Moisés Royo, seleccionada en el Worldwide Award que otorga The Brick Development Association. Aparte cabe destacar las 72 viviendas de promoción pública construidas por Luis Rojo de Castro y María Begoña Fernández-Shaw en Ciudad Real. Entre las nominadas en certámenes de prestigio tambien está la casa ‘Entre tapiales’, terminada este año por el arquitecto malagonero Jesús Donaire, finalista en los Premios de Arquitectura Ibérica Lledó.
La ciudad desde la arquitectura
Con la mirada puesta en las grandes ciudades griegas, en Éfeso y Mileto, los arquitectos ciudarrealeños reivindican su papel para reorganizar las poblaciones y consideran que “hay que hacer una reflexión sobre la ciudad de siempre para encontrar la ciudad de hoy”. Javier Bernalte apunta al diseño urbanístico del entorno del Hospital General de Ciudad Real, con una especie de “autopista” de cuatro carriles, sin plazas y con conjuntos indiscriminados de viviendas unifamiliares y bloques comunitarios con recintos propios “que niegan el espacio público”, y se pregunta con ironía si la ciudad de hoy es solo “para el coche y el caminante solitario con su perro”.
“Hemos perdido la plaza, solo tenemos rotondas, hemos perdido la calle, solo tenenemos carreteras”, reflexiona. Así, el arquitecto defiende “que la ciudad sea pensada, planificada y dibujada para el hombre, la vida, las relaciones y conflictos sociales, antes que para los afanes y lucros personales”; aboga por “sistemas habitacionales en torno a calles y plazas” como espacios de encuentro de las personas, tal y como ocurre en el centro de Ciudad Real, según el trazado medieval.
El mantenimiento y la reforma de edificios públicos y privados puede ser una forma de democratizar la arquitectura de autor y puede representar un filón para los arquitectos en la actualidad, sobre todo para los talleres pequeños, “una especie en extinción”. Teodoro Sánchez-Migallón admite que “seguimos sin obra pública”, frente a la “cierta locura” vivida hace unos años.
Y Javier Bernalte aprovecha para defender la conservación de la “memoria de la ciudad”, de manera que sea posible observar las capas del tiempo, fachadas que empasten lo viejo con lo nuevo, donde la demolición de las viviendas de la calle Postas o del antiguo edificio de sanidad de la calle Alarcos en Ciudad Real no sea una opción, y que contribuyan a dar un carácter singular y local a la ciudad, frente a edificios descontextualizados.