Activistas de Greenpeace han entrado este jueves en la macrogranja de porcino que consideran que es “la más contaminante de España”, situada en Heelín, para denunciar las balsas contaminantes de excrementos de cerdos que podrían llenar hasta 120 piscinas olímpicas. Con la acción, la ONG reclama de nuevo el fin de la ganadería industrial porque emite “más amoniaco que cualquier refinería de petróleo, planta de tratamiento de residuos peligrosos o de fertilizantes sintéticos”.
Los activistas se han colado en la macrogranja de Cefusa (Grupo Fuertes), en Hellín (Albacete), un complejo con capacidad para cerca de 150.000 cerdos, que para Greenpeace es uno de los exponentes de la ganadería industrial a la que califica como una “fábrica de cambio climático” porque contamina a nivel mundial “como todo el transporte unido”.
La ONG exige de nuevo una “moratoria estatal inmediata” para la ganadería industrial y la reducción de la cabaña ganadera por su impacto en el cambio climático, la deforestación y la contaminación de aire, suelos y agua.
Los activistas han desplegado una pancarta con los lemas “La carne industrial contamina”, “#PlanetaEnCarneViva” y “Stop ganadería industrial” junto a las balsas donde se acumula la mayoría de los excrementos de estos animales que ocupan cerca de 130.000 metros cuadrados, el tamaño equivalente a 120 piscinas olímpicas.
Además, otro equipo se ha subido al tejado de las naves para pintar el lema “Planeta en carne viva”. El portavoz de la campaña de Greenpeace España Luis Ferreirim, ha denunciado el “grave daño ambiental” que provoca la ganadería industrial y ha señalado que con la acción, la ONG quiere mostrar “lo mucho que contamina la inmensa mayoría de la carne” que se consume que no procede de granjas sostenibles.
Precisamente, el avance del inventario de emisiones de gases de efecto invernadero en España del Ministerio para la Transición Ecológica muestra que uno de los sectores que más aumentó sus emisiones de CO2 fue la ganadería, con un 1,4 por ciento más en 2018 que el año anterior y, en particular, por la gestión de los excrementos de los animales, que aumentaron las emisiones un 2,4 por ciento.
Así, señala que desde 1990 las emisiones de la ganadería aumentaron un 10 por ciento y supone además el 67 por ciento de las emisiones del sector agrícola.
La granja de Cefusa tiene una concesión de la Confederación Hidrográfica del Segura para poder usar hasta 1,43 millones de metros cúbicos de agua anuales, el equivalente al consumo de 29.000 personas al año.
Según el Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes se puede constatar que este complejo industrial de Cefusa es también la explotación ganadera más contaminante en cuanto a emisiones de metano, un gas de efecto invernadero 25 veces más potente que el CO2.
Greenpeace pide a la Administración competente que no autorice la construcción de ninguna otra explotación de ganadería intensiva y un plan para reducir la cabaña ganadera al menos a la mitad en 2030. Del mismo modo, instan a transitar hacia una ganadería sostenible, a vetar la importación de soja y de otras materias primas procedentes de zonas deforestadas y fomenten una dieta de salud planetaria.
“La ganadería industrial es una bomba de relojería que tiene de ser desactivada de inmediato. Es urgente establecer una moratoria estatal y reducir drásticamente la cabaña ganadera para poder cumplir el Acuerdo de París, la Directiva de Nitratos y respetar el umbral de emisiones de amoniaco”, ha concluido Ferreirim.