Si ustedes leyeran en prensa que la mitad del profesorado de Castilla-La Mancha tiene más de 45 años ¿qué pensarían? ¿Y si les digo que el 70 por ciento tiene más de 40 años? Deben existir, al menos, un millar de explicaciones. Quizá algunas de ellas coincidan con las dos siguientes.
Hablamos de una profesión que ha experimentado un crecimiento de un 70% en los últimos treinta años por lo que, para una parte de población que ahora es mayor de 45 años, la educación ha supuesto un importante nicho de empleo. Ese crecimiento, ahora, es menor, ofreciendo menos posibilidades de acceso al mismo.
Existe cierta correspondencia con la estructura poblacional de Castilla-La Mancha. El 65 por ciento de la población entre 20-24 y 64-69 años, tiene más de 40 años y la mitad, más de 45. Hay menos profesores jóvenes, sí. Pero también, en general, hay menos jóvenes.
Estas dos razones, aun diferentes, tendrán una consecuencia en común. Si el crecimiento en la infraestructura educativa se frena o llega a su tope, el sector será de los pocos en el que la falacia de los puestos fijos de trabajo no sea tal, por lo que, en los próximos quince o veinte años asistiremos a una oleada de jubilaciones que generarán un porcentaje enorme de vacantes, renovando y rejuveneciendo el parque de profesorado en nuestra región. Así que sólo necesitamos conseguir que la profesión de nuestra vida sea, para los jóvenes, tan atractiva como, en su día, nos pareció a los que pronto nos bajaremos del barco. Les dejo con algunos gráficos.
