“Desde el dolor y la rabia que me produce hacer este escrito, quiero hacer público que el pasado fin de semana mi hija (menor de edad) fue agredida sexualmente por un energúmeno en una noche que debía haber sido una noche de diversión con sus amigas y amigos y que desgraciadamente se convirtió en la peor noche de su vida, y de la mía también”, ha comenzado esta misiva.
Señala que “si alguien ha acudido alguna vez a los puntos violeta en ferias anteriores ha podido ver cómo los chicos y chicas tenían ocasión de realizar actividades de concienciación para reconocer actitudes sexistas que desgraciadamente son nuestro día a día y cuya consecuencia máxima” está sufriendo su hija, y muchas hijas, “para detectar signos de alerta”.
“Los chicos también aprenden de esto, toman conciencia de actitudes que ellos mismos reproducen y no consideran graves. Se llama educar. Hay que concienciar y prevenir para que ninguna niña más sufra estas agresiones, y ningún padre ni madre sientan lo que yo estoy sintiendo ahora mismo. Que es un dolor indescriptible y que sólo quien lo sufre sabe lo que se siente. Ojalá ustedes no tengan que padecerlo nunca en primera persona porque les adelanto que es terrorífico”, ha afirmado esta madre.
Con la eliminación de puntos violeta, a su modo de ver, desde las autoridades municipales “lanzan un claro mensaje, niegan que esto ocurra y desatienden una realidad que pasa y lamentablemente seguirá pasando”. “Si piensan que protegen a nuestras hijas porque les ponen a disposición tres puntos de seguridad para cuando irreparablemente sean víctimas de agresiones sexuales, es que desconocen y no tienen un mínimo de empatía ni humanidad y asumen que tendrán víctimas, sí o sí”.
Asimismo, considera que la responsabilidad municipal debería consistir en poner a disposición de la juventud espacios en los que la concienciación por parte de profesionales especializados ayude a evitar que haya chicas para las que “una noche de diversión entre amigas se convierta en la peor noche de su vida”.
Finalmente lamenta que la “violación se va a quedar grabada el resto de su vida” en la cabeza de su hija, reconociendo que en la suya “no deja de martillear la idea de por qué ha tenido que pasarle algo así y de qué tipo de animal es capaz de hacer eso”. “Impotencia y rabia siento como madre al ver el sufrimiento de mi hija y que debo disimular delante de ella porque lo que necesita es que la apoye por encima de todo e intente paliar su sufrimiento”, ha condenado.