Convencido de que la escuela no puede ser una burbuja y quedarse aislada de lo que ocurre fuera, el también profesor asociado en la Universidad de Castilla-La Mancha defiende el papel de los centros como espacios educativos que, si bien necesitan asesoramiento en algunas cuestiones, no pueden renunciar a un proyecto que los hace singulares y va más allá de las paredes que los conforman. “Los centros no pueden esperar que todo quede dispuesto, ordenado y previsto por la administración. Si así fuera se convertirían en espacios sin alma”, explica este docente socuellamino.
En el artículo “Covid en la escuela: reto y oportunidad” Luis Miguel Miñarro desgrana muchas de estas reflexiones sobre el momento que vive la educación y los retos que ha de acometer sin demora de cara al inicio del nuevo curso. Quedan menos de dos meses de trabajo arduo para abordar el comienzo de un nuevo curso bajo la sombra de la pandemia que, sin embargo, no nos exime de conocer las necesidades formativas, de posibilitar la innovación y dar una mejor respuesta educativa a situaciones como las vividas y que se pueden volver a repetir. “El verdadero reto al que nos enfrentamos.” señala.
Luis Miguel Miñarro comparte con este digital muchas de estas reflexiones que, como docente, llegan en un momento decisivo que hoy tenemos planteados.
PREGUNTA.- ¿Qué análisis hace de la gran prueba de esfuerzo que ha atravesado la enseñanza en el tercer trimestre de este curso?
RESPUESTA.- El sistema educativo se ha puesto a prueba de un día para otro, un jueves salimos de clase con “normalidad” y el viernes ya no se volvió. A lo que hubo que añadir el confinamiento general del conjunto de la población. Es cierto que muchos centros ya estaban adelantados ya que disponían un alto nivel de digitalización (Véanse los centros que están en el programa Carmenta de la Consejería de educación), un alto nivel de competencia de su profesorado y de su alumnado; también de las familias que estaban familiarizadas con el uso de libros de texto digitales, de dispositivos móviles, de trabajo con otras metodologías. No obstante, la mayor parte de los centros educativos tuvieron que adaptarse de una forma muy abrupta.
Esto ha supuesto que en muchos casos la transformación solo haya sido superficial, esto es, hemos pasado del medio presencial al virtual, pero no se ha cambiado la metodología. Esto puede habernos servido para superar esta situación puntual, para ser punto de partida, pero nos obliga a replantear la práctica educativa en su conjunto, de cara a un nuevo curso.
P.-Usted es partidario de sacar a la luz todo lo que ha aprendido la comunidad educativa para encarar el próximo curso con sosiego tras la experiencia.
R.-Efectivamente, de cualquier situación de crisis, convulsa, extraordinaria, como la que hemos vivido, seríamos poco ambiciosos si solo nos conformáramos con haberla superado con más o menos éxito. Creo que todos y todas, hemos podido extraer lecciones muy valiosas, no solo en el ámbito educativo, también nuestras vidas se han visto transformadas. Esa puede ser la primera lección aprendida, la educación, la escuela, no puede ser una burbuja y quedar aislada de lo que ocurre fuera de las paredes de los centros educativos.
Pongo algún ejemplo: no podemos formar para el trabajo colaborativo, la importancia de la cooperación de los equipos si luego exigimos trabajos y resultados individuales. No podemos seguir estando ciegos ante el hecho de que el 100% de nuestro alumnado utiliza con frecuencia los dispositivos móviles para comunicarse, para informarse, para relacionarse; mientras tanto nosotros los prohibimos para su uso en el ámbito educativo como algunos centros y docentes proponen.
Paradójicamente, lo que en situaciones normales se evita cuando no se demoniza, es lo que ha permitido que la mayor parte de nuestros estudiantes haya podido seguir en contacto con sus profesores y profesoras, realizar sus tareas, hacer sus evaluaciones, en definitiva, finalizar este curso con la mayor normalidad posible dentro de la excepcionalidad.
Alumnos autónomos, y responsables
Otra enseñanza que considero fundamental para tener en cuenta es la de poner en valor la importancia educativa de los contextos no formales e informales. Hasta ahora, el peso de la educación recaía sobre lo institucionalizado, el centro educativo, el profesorado; ahora, nuestros alumnos y alumnas, han tenido que ser autónomos, han aprendido a ser más responsables para organizar sus tiempos; hemos visto cómo una pequeña reunión familiar para hacer la lista de la compra tiene un valor educativo excepcional, la mesa de la cocina para preparar un bizcocho con los más pequeños o elaborar una receta sofisticada buscada en “youtube” por los más jóvenes de la casa, han permitido que afloren unas relaciones distintas en el ámbito familiar; el confinamiento nos ha proporcionado el mejor laboratorio para hacernos más competentes en la gestión de las emociones, también de los conflictos provocados por una convivencia tan estrecha en intensa.
Otro aspecto muy importante que ha aflorado en este tiempo ha sido la necesidad que han tenido la mayoría de los docentes de reconstruir su visión sobre la evaluación. En muchos casos la evaluación se plantea como instrumento para clasificar al alumnado; para poner en evidencia o simplemente constatar los problemas de aprendizaje del alumno o alumna; rara vez para ofrecer respuesta y soluciones a dichos problemas. Curiosamente, en un modelo más tradicional la enseñanza se centra en la acción del docente, pero la evaluación solo se refiere a los resultados del alumnado.
La evaluación, en sentido general debe servir para ofrecernos un “feed back” que oriente la mejora tanto de procesos de enseñanza como de aprendizaje. Esa reflexión sobre la evaluación que todos han tenido que hacer dadas las circunstancias, debe servir para seguir insistiendo en una revisión en profundidad sobre el sentido de la evaluación.
P.- ¿Por dónde se debe caminar?
R.-Los centros educativos están inmersos en un proceso de análisis que está demasiado centrado en cómo adoptar las medidas y orientaciones que están indicando las autoridades sanitarias, cómo albergar al alumnado en las aulas asegurando distancia de 1,5 metros, cómo reordenar espacios y tiempos. Eso es primordial, pero no deberíamos desaprovechar la oportunidad de plantear que hay otros espacios para la transformación de los centros educativos. No solo es cuestión de decidir cuándo se usan las mascarillas, cuántas veces nos lavamos las manos, o cuántas mesas nos caben en un aula, mientras que todo lo demás sigue igual.
Repensar nuestra práctica educativa, tomar conciencia de las necesidades de formación para hacer posible la innovación o para dar mejor respuesta educativa ante situaciones como las que hemos vivido y que se pueden volver a repetir, suponen el verdadero reto al que nos enfrentamos.
P.-¿La enseñanza ha salido preparada del confinamiento para combinar docencia presencial y virtual o hay que fortalecer ésta para abordar los nuevos retos?
R.-En mi opinión, la respuesta dada ha sido óptima para una situación de emergencia como la que hemos vivido; pero, evidentemente, las mismas recetas, fórmulas y propuestas no sirven para una situación de continuidad como la que se plantea de cara al próximo curso.
Se están mejorando sustancialmente aspectos como la conectividad de los centros, véase el programa de “Escuelas conectadas” de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes, que va a ofrecer conexión por banda ancha y fibra óptica a la práctica totalidad de centros educativos de nuestra comunidad autónoma; se ha mejorado la dotación de dispositivos móviles, portátiles y conectividad para el alumnado y no me cabe la menor duda de que la administración va a seguir apostando por ese tipo de inversiones.
Digamos que la pandemia ha acelerado los procesos de mejora de las infraestructuras. Pero insisto, después queda ver qué hacemos con esos dispositivos. Si solo sirven para que los profesores expliquen, ya sea de forma sincrónica o asíncrona y envíen deberes y tareas al alumnado, habremos cambiado el medio, el vehículo, el canal, pero no habremos transformado nada desde el punto de vista metodológico. Y este esquema tradicional de enseñanza hay que ponerlo en cuestión definitivamente.
P.- ¿Cree que es necesario estar preparados para los dos escenarios?
R.- Creo que sí, sobre todo hay que hacer un esfuerzo en este comienzo de curso en revisar y mejorar los protocolos de comunicación y de interacción con las familias y con el alumnado en los momentos en los que puedan estar ausentes del aula. Revisar estos protocolos no es solo decidir si nos comunicamos por correo electrónico, mediante una plataforma virtual o por vídeo-conferencia.
Se trata de repensar los objetivos de dicha comunicación, para qué nos comunicamos, ¿para enviar deberes?, ¿para trasladar mera información?, ¿para preguntar por la salud? El gran déficit que ponen de manifiesto todos los estudios al respecto ha sido el de la atención emocional del alumnado y de muchas familias que se han visto desbordadas por la situación educativa de sus hijos e hijas.
El papel determinante de los centros
P.- Usted es partidario de construir esas guías de actuación que reclaman los docentes y las familias contando con los centros educativos, dotándoles de recursos. ¿Se ha comenzado a trabajar en esta dirección?
R.- Sí, la administración educativa, en sus distintos niveles, deber ser orientadora y facilitadora, pero en mi opinión, la clave está en los centros educativos. Son éstos los que deben aprender a conocerse mejor sus debilidades y fortalezas, deben pasar de ser una suma de individuos con alto nivel de formación, para constituirse en grupo que comparte un proyecto educativo con una comunidad a la que sirven.
Los centros no pueden esperar que todo quede dispuesto, ordenado y previsto por la administración. Si así fuera se convertirían en espacios sin alma. Los centros necesitan acompañamiento, asesoramiento más experto en algunas cuestiones, pero no pueden renunciar a llevar a cabo un proyecto educativo que los hace singulares y que en muchas ocasiones va más allá de las paredes del propio centro.
P.- La formación del profesorado es capital siempre y ahora como nunca antes. Es una exigencia imprescindible del sistema educativo.
R.– La formación continua del profesorado se reclama siempre como uno de los pilares fundamentales para la calidad de la educación, pero ahora tal vez sea más necesaria que nunca. La situación que hemos vivido nos ha sacudido a todo el mundo, nos ha sacado de nuestro espacio de confort. Después de esto hemos atravesado el momento de los miedos, de la inseguridad.
Pero considero que esto ya está superado en gran medida. Después viene la fase de toma de conciencia de la necesidad de actualizarse, de reciclarse, de formarse, “reskilling”, “upskilling”, que son términos muy actuales en el mundo globalizado para referirse precisamente a la necesidad de formación para enfrentar con éxito los cambios.
Creo que la mayor parte del profesorado está ya en esta fase y se vivirá con mayor intensidad con el comienzo de curso. La administración tendrá que acompañar y facilitar estos procesos generando recursos, materiales y actividades formativas encaminadas a satisfacer esta demanda. Después de todo, llegará la fase del crecimiento personal y profesional del profesorado.
P.- ¿Considera que los docentes “han dado la talla” en el tercer trimestre tras la dificultad que supuso pasar de la docencia presencial a la online en 24 horas?
R.- Sin duda, con más o menos facilidad y con más o menos éxito, todo el profesorado ha procurado una respuesta adecuada, han sabido adaptarse a una situación muy difícil por extraña y por inédita. Considero que también hemos sido conscientes de que la distancia física, la brecha digital ha impactado de forma más negativa en el alumnado más vulnerable, con más necesidades educativas.
Es el reto y la inquietud que comparten la mayoría de los docentes de cara a la vuelta a las aulas: procurar reducir esa brecha, ayudarles a encontrar en la escuela el espacio de seguridad, de convivencia de aprendizaje que no han tenido en todo este tiempo.
P.- ¿Le preocupa la incertidumbre que ocasiona el regreso a las aulas para una parte de profesorado? ¿Y sus consecuencias?
R.– Hasta “ayer” vivíamos en una época de cambios”, “hoy” estamos viviendo un cambio de época. En este contexto, la única certeza que tenemos ahora es la de la incertidumbre y esto seguirá así por mucho tiempo, por lo que no queda más remedio que saber adaptarse a esta situación. No obstante, quiero pensar que de esto salimos todos mejor preparados y más fortalecidos, tanto las instituciones como el profesorado en particular, también la sociedad, en general.
El sistema educativo, del que todos y todas formamos parte, debe servir para generar confianza, seguridad, sobre todo a nuestras familias y a nuestro alumnado, todo ello a pesar de las vicisitudes y dificultades que internamente se puedan vivir. Y en esto quiero ser optimista para poder compartirlo con todos y todas aquellas que nos acompañan en esta tarea tan bonita y estimulante como es la de educar.