El sargento de bomberos Luis Martín Salazar (Ciudad Real, 58 años) lleva 36 años en la profesión. No es bombero vocacional, al menos no lo era cuando empezó. Iba para militar y por casualidad se presentó a unas plazas que requerían de muy buena condición física, de esta forma empezó a trabajar de bombero en la Ciudad Real de 1984.
Más de tres décadas después sigue en una profesión a la que ha terminado completamente enganchado. “No es que arriesgues la vida en este trabajo, es que salvas vidas, y esa satisfacción te quita todo lo malo por lo que tengas que pasar. Ver la cara de agradecimiento de las personas a las que ayudas vale mucho”.
Los “espeluznantes” accidentes de los ochenta
En su larga trayectoria profesional ha visto de todo. Lo que tiene más grabado son los “espeluznantes”, dice, accidentes de tráfico que se producían entre 1987 y la primera mitad de los años noventa, tanto por las características como por el número. “Sabíamos que cuando entrabas de turno viernes o sábado habría un accidente de tráfico de madrugada, y no te equivocabas”.
2003, un año particularmente nefasto
2003 también fue un año particularmente nefasto, “tuvimos un fuego urbano muy importante en Fuente el Fresno, el incendio del psiquiátrico, un piso en la plaza de Agustín Salido y para remate la explosión y el incendio de la refinería de Repsol en Puertollano”.
“La vida te puede cambiar de un día para otro”
Pero ni su experiencia, ni esa capacidad de los que se dedican a las emergencias para ir un paso más allá le hicieron imaginar lo que hemos vivido por la pandemia del coronavirus. “A mí me ha superado totalmente. Si lo hubiésemos hablado con otros profesionales que íbamos a pasar varios meses confinados, sin posibilidad de abrazar a nuestro ser querido en el momento crucial de una despedida, nadie lo hubiera creído”. “El virus también nos ha dado una gran lección: la vida te puede cambiar radicalmente de un día para otro, tenemos que estar preparados, y también tenemos que disfrutar de las pequeñas cosas”.
Un antes y un después del Covid-19
Martín Salazar es de los que consideran que habrá un antes y un después del Covid-19, también para servicios de seguridad y emergencia como el suyo. Ya han notado los cambios. “El ambiente en nuestro centro de trabajo antes era distendido. Ahora no podemos estar en contacto unos con otros, ha cambiado desde el sistema de relevos hasta cualquier tipo de actividad, comer, ducharte, hacer ejercicio. Las salidas necesitan procedimientos que hay que ensayar para hacerlo bien, y eso requiere de mucho tiempo”.
Acostumbrados a trabajar con procedimientos operativos en los que la calma y un plan establecido ayuda muchísimo, esta situación de posible contagio les supone un estrés añadido. “Ahora todas las actuaciones llevan el protocolo de coronavirus, equiparnos adecuadamente, y descontaminarnos después, y eso es un proceso lento y minucioso, que nos está complicando cualquier labor por sencilla que sea”.
“Nos va a costar salir de esto”
Y lo que se avecina fuera es peor, “la repercusión es gravísima, la situación es muy delicada económica, social y anímicamente. Sé que los españoles y castellano-manchegos tenemos un espíritu luchador y abierto, pero nos va a costar salir de esto”.
Con la movilidad parada para todo lo que no fuera una actividad esencial en las primeras terribles cuatro semanas del confinamiento, los bomberos han tenido pocas salidas. “Hemos actuado sobre todo en pequeños accidentes domésticos y en aperturas en casas de vecinos o familiares confinados que no contestaban o su familia o no sabían nada de ellos”.
Ir a cada aviso como si te fueras a contagiar de una enfermedad grave supone una complicación adicional a la de por sí cambiante actividad de los bomberos. “El oficio nuestro debe incidir más en la prevención y divulgación de los peligros para la ciudadanía. Se nota mucho cuando vamos a un incendio en un bloque de viviendas y esas personas tienen conocimientos, aunque sean mínimos, de lo que tienen que hacer”.
El cambio climático
Si los años ochenta y noventa los marcaron los accidentes de circulación, cada vez son más frecuentes las intervenciones por fenómenos meteorológicos adversos.
“Siempre ha habido tormentas con graves consecuencias, pero ocurrían una vez y a lo mejor hasta los cinco o seis años no volvían, ahora se ve claramente que esos ciclos se acortan muchísimo; donde antes teníamos una intervención, a hora son diez”.