Han sido muchísimas las dolorosas situaciones que han presenciado durante esta pandemia los sacerdotes. Pablo Martín del Burgo, párroco de San Pedro, se emociona al recordarlo. Ha sido “uno de los cuatro sacerdotes que he estado en el cementerio”, donde hubo días con hasta siete u ocho entierros.
“Desde las nueve de la mañana. Yo paraba para venirme a decir la misa, se quedaba otro de mis compañeros, y me volvía en días de siete u ocho entierros, sobre todo a primeros de abril. Esa semana fue terrorífica, de un muerto y otro y otro”, a veces cada “veinte minutos”.
La experiencia ha sido “difícil”. Primero, porque los familiares “no podían velarlo” y, segundo, porque “muchos venían de residencias con lo que llevaban un mes sin verlos y sin poder despedirse de ellos. El día 14 ó 15 de marzo cerraron las residencias y lo siguiente fue verlos en una caja de madera. Eso es algo muy duro”.
La pandemia ha hecho que “hasta los oficios se reinventen. De hecho, la Semana Santa fue a puerta cerrada. Celebraba yo nada más, puesto que Don Alfonso y Don Lorenzo –también párrocos de San Pedro- celebraban en sus casas, con lo que han sido muchas semanas solo”.
Ahora ya “ha bajado el número de difuntos, hay días que no hay fallecimientos, y hemos vuelto a los tanatorios a hacer entierros para diez personas nada más pero con Eucaristía, porque previamente se reducía a “una oración y rápido, tres minutos. Una oración, unas palabras, un Padre Nuestro y la bendición”.
La iglesia cerrada, el cementerio, las calles vacías y, mientras tanto, los voluntarios trabajando para proporcionar material de protección a los centros, relata con lágrimas en los ojos sobre esta etapa Martín del Burgo, que considera que no sólo se ha tratado de un virus, ha ido “más allá”, ha sido una experiencia mucho más potente e impactante.
En los reconocimientos que se han realizado a distintos profesionales por su labor durante la pandemia afrontando situaciones muy complicadas, destaca el trabajo realizado por los trabajadores de las funerarias y el cementerio, porque “nosotros nos íbamos turnando pero ellos no, con jornadas de hasta ocho y diez entierros”.
Con hidrogel y mascarilla
Inmersos en la Fase 1, desde el pasado lunes 18 de mayo se puede asistir en San Pedro a las misas que lleva Martín del Burgo desde hace once semanas retransmitiendo en directo por Facebook, donde también permanecen grabadas.
La puerta de la parroquia se queda abierta media hora antes de la misa, nada más acceder hay una alfombra impregnada de desinfectante y se proporciona a los fieles gel hidroalcohólico para las manos a la entrada y la salida. Tres voluntarios -cuatro en el caso de la misa del pasado domingo- se encargan de suministrar este gel y situar a cada asistente, que deben portar de forma obligatoria mascarilla, en uno de los 105 bancos de la iglesia de San Pedro. La distribución, con cintas que delimitan por dónde no se puede pasar, es en zigzag: una persona se sienta en el extremo de un banco y la siguiente en el otro extremo del banco de detrás. En caso que sean dos personas que convivan en el mismo hogar se pueden sentar juntas en el mismo banco, y cuando acuden tres o más de la misma unidad familiar se dejan vacíos los bancos de delante y detrás.
La imagen de la Virgen de Fátima, por su festividad en mayo, se ha situado en el altar, en lugar de en un esquinazo como en otros años; en una de las barandillas de acceso al altar se colocó una bandera de España con crespón negro el día de San Jorge, Patrón de los scouts; y también luce un crespón negro el mantel del altar, en el que una vela recuerda a las personas que están muriendo a consecuencia de esta pandemia.
En la misa oficiada este lunes a las 12.30 horas, Martín del Burgo habló de la esperanza de la resurrección y de que “Dios está con nosotros”. Todo se puede derrumbar de la noche a la mañana, son momentos de tristeza y enfermedad, pero “Dios está con nosotros, especialmente en el sufrimiento”, para no caer y seguir levantándonos.
Se rogó por los enfermos, los que trabajan y han perdido el trabajo, el fin de la pandemia y los chavales que se enfrentan ahora a los exámenes, se dio la paz con un gesto de la cabeza o las manos desde la distancia y la colecta del cestillo se ha sustituido por un donativo a la salida. Para la comunión, el sacerdote se colocó mascarilla y pantalla y se dio en las manos a los fieles que acudieron en fila por orden desde sus asientos manteniendo la distancia de dos metros de seguridad.
Las confesiones se hacen en una sala grande de catequesis con el sacerdote y el penitente con mascarilla a unos tres o cuatro metros de distancia, “los bautismos todavía no han empezado y las bodas las han pospuesto. Nosotros sí podríamos celebrarlas” pero los mismos contrayentes las han pospuesto. La primera será en torno a finales de junio, aunque la mayoría se han pasado “sobre todo a septiembre, octubre y el año que viene”.
En cuanto a las comuniones y confirmaciones, en San Pedro se ha optado por noviembre pero a expensas de que cómo evolucione todo.