La industria editorial de Castilla-La Mancha goza en la actualidad de una salud solvente. Los embates de la crisis en los años 90 y el decaimiento de la actividad editora pública, con la consiguiente bajada de los fondos institucionales para la compra de libros, hicieron resistente al sector privado. Desde mediados del siglo XX están en activo medio centenar de editoriales, mientras que otras treinta se quedaron en el camino.
Estos datos están contenidos en ‘Editoriales en Castilla-La Mancha. Una historia con futuro’, la exposición que acoge desde hace mes y medio y hasta el próximo 7 de diciembre la sala Borbón-Lorenzana de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, en el marco del veinte aniversario de la llegada de este espacio al Alcázar toledano.
La muestra hace un recorrido por la actividad editorial que ha jalonado la nómina bibliográfica de la actual Castilla-La Mancha desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, en base a la producción catalogada, tanto institucional como empresarial, así como también recoge ejemplares de los orígenes de la imprenta y otras referencias a las primeras ediciones de finales del siglo XIX en las cinco provincias de la región.
En los últimos 70 años, la edición pública se ha reducido a la mínima expresión, y sólo la Biblioteca de Autores Manchegos (BAM), perteneciente a la Diputación de Ciudad Real, mantiene una producción fija con media decena de nuevos títulos cada año, mientras que los servicios de publicaciones de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y de la Junta de Comunidades “siguen editando, pero muy poco”.
Por su parte, las editoriales privadas han sabido ocupar este espacio, a través de la especialización y la adaptación a las necesidades de “un mercado consumidor y lector relativamente reducido, con unas compras por parte de las instituciones muy limitadas, y unas redes de distribución muy precarias”.
Alfonso González Calero, uno de los tres comisarios de la muestra, junto a Carmen Toribio y María Hijón, subraya “el importante papel” de las pequeñas empresas del sector en Castilla-La Mancha, que soportan el peso de la edición “con tiradas cortas y muy controladas”.
A lo largo de este periodo, las 50 editoriales locales, comarcales, provinciales o regionales que aparecen recogidas en la exposición, “han sido no sólo reflejo, sino impulso de la actividad cultural” de la región, con un trabajo centrado en la difusión de “la creatividad poética o narradora, dramática o artística”.
Del mismo modo, “las investigaciones sobre nuestra ciencia, nuestra historia, nuestro arte y otras manifestaciones del pensamiento”, también han centro los contenidos editoriales de todo el sector, con más peso público en los años 70 y 80 en los años 70 y 80.
En los años del nuevo siglo, han sido numerosos los proyectos particulares que han abierto sus puertas para dar salida a publicaciones centradas en el territorio local y provincial, y en los acontecimientos singulares sobre los que se escribe, y que garantizan una mínima difusión en esos entornos.
“A veces un libro sobre lo local vende mucho y a 50 kilómetros no importa lo que cuente”, aclara González Calero, para quien títulos como ‘Para hacerte saber mil cosas nuevas’ dentro del proyecto de ‘El mapa de la memoria’, con al menos un millar de ventas, “es histórico” y “una excepción”.
La realidad del sector es la edición de tiradas cuidadas y limitadas “sin gastos excesivos”, a las que se suma la autoedición, una salida que “funciona cada vez mejor”, y que ha permitido “la democratización de la cultura”, aunque las obras pagadas por los propios autores no estén sometidas a los rigurosos protocolos de correción, distribución y marketing.
Son publicaciones cada vez más presentes en Castilla-La Mancha, sobre todo por parte de personas que ponen negro sobre blanco testimonios que han vivido en primera persona en épocas duras como la postguerra, u otros relatos y vivencias relacionados con un ámbito geográfico particular.
Este fenómeno “no es malo”, sostiene el editor, pues “como dijo Cervantes en el Quijote ‘No hay libro tan malo que no tenga algo bueno’”.
La historia más cercana
Precisamente, la historia política y social más cercana, coincidiendo con la vertebración de España en el actual modelo de comunidades autónomas, es la que ha priorizado la labor de las alrededor de 80 editoriales que han existido en la región desde la postguerra, una treintena de ellas ya desaparecidas.
“Es inevitable que los temas etnográficos, antropográficos o históricos hayan centrado los contenidos de los libros de las últimas décadas porque Castilla-La Mancha partió de cero como tal hace 40 años”, explica González Calero.
Frente a territorios históricos como Andalucía, Cataluña o País Vasco “con universidades muy antiguas”, Castilla-La Mancha “empezó de nuevo y tuvo que cubrir esos huecos”, con una universidad que ahora tiene 33 años.
Desde esa perspectiva, y pese “al insuficiente peso demográfico y las cortas adquisiciones de las instituciones”, la actividad editorial que encabezan 55 editoriales, la mayoría privadas, con unos 2.000 títulos al año con ISBN, es un balance “que no está nada mal”.
Así, ante un momento del sector editorial castellano-manchego “esperanzador”, con títulos “interesantes” en los ámbitos de la narrativa, la poesía o la historia, la mayor debilidad es la dificultad en la distribución, al ser “muy costoso llegar a todos los rincones”.
Por contra, su gran fortaleza es la apuesta por la calidad, la especialización, la adaptación a las demandas de los lectores, y la búsqueda de sus propios nichos de mercado, a través de nuevos géneros como el cómic o la ciencia ficción, que se consumen no sólo en la comunidad castellano-manchega, sino en España y en el extranjero.
“Los libros buenos se acaban imponiendo boca a boca o por la prensa y eso es una alegría”.
Más de 600
De las 53 editoriales reseñadas, 23 superan los 150 títulos cada una, y cuatro están por encima de los 600.
Otras once han producido entre 300 y 500 libros, y ocho han registrado entre 150 y 300 títulos editados.
El Instituto de Estudios Manchegos, el más antiguo
La edición en Castilla-La Mancha se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX, aunque su eclosión se produjo con la constitución de Castilla-La Mancha como comunidad autónoma, en 1983, en plena transición democrática.
El centro editorial vivo más antiguo es el ciudarrealeño Instituto de Estudios Manchegos (IEM), que nació en 1947 como entidad semipública auspiciada por la Diputación provincial, que ha editado más de 500 títulos. Está dirigido por Alfonso Caballero Klink.
La Diputación de Toledo (que había comenzado a editar su órgano informativo, la revista Provincia, en 1955) puso en marcha en 1967 el Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos (IPIET), que publicó hasta 2014, cuando se cerró, 280 títulos, a los que hay que añadir los 238 que la Diputación publicó bajo su propio sello.
En los 70 comenzó sus publicaciones la Diputación de Guadalajara (1973). Ambas dedicarían buena parte de sus esfuerzos a investigaciones históricas, en muchos casos de carácter local, y también a trabajos de índole etnológica o sobre el patrimonio cultural de sus respectivos territorios.
La primera editorial de ámbito privado de Castilla-La Mancha surgió en 1965, y fue la conquense El toro de barro, auspiciada por el sacerdote y escritor Carlos de la Rica, y es la segunda editorial más antigua de España en el campo de la poesía.
En los inicios de la etapa democrática surgieron otras tres, pero las décadas de los años 80 y 90 fueron las más fructíferas.
En el ámbito público aparecieron el Servicio de Publicaciones de la Junta de Castilla-La Mancha (en 1982), la Biblioteca de Autores Manchegos, auspiciada por la Diputación de Ciudad Real (en 1984), además de las Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha (1988).
En el ámbito privado nacieron Toledo Zocodover (1990), AACHE, en Guadalajara, promovida por el médico, escritor e investigador Antonio Herrera Casado (en 1988), y Ediciones Puertollano (1989).
En Cuenca nació una entidad de naturaleza privada pero de dimensión pública, como fue la Real Academia Conquense de Artes y Letras (RACAL) en 1986.
También en el sector público comienzan en esta década las publicaciones de las diputaciones de Albacete y Cuenca.
En los 90 fueron años buenos para los ámbitos comarcales, con el Centro de Estudios de La Manchuela, o C&G ediciones (1999) (integrada en el Grupo de comunicación Oretania), cuyo campo de actuación es Puertollano y la extensa comarca del Campo de Calatrava.
También en esta década surge en Ciudad Real una editorial muy específica, centrada en el mundo del teatro y la formación de actores, Ñaque. Y en Tomelloso, cuna de grandes escritores, en concreto García Pavón, surge, muy ligada a su herencia literaria Soubriet ediciones.
Almud nace en 1998 (con sede en Ciudad Real) como la primera editorial privada de dimensión claramente regional.
En la primera mitad de la década del 2000 surgen ocho grupos editoriales, mientras que en la década actual han visto la luz cinco, como las dos de Ciudad Real: Serendipia, vinculada también en una librería propia y el Centro de Estudios Herencianos.
