A José Manuel Garrido, en sus tiempos de director general del Inaem, sus “correligionarios” le llamaron “megalómano” e impulsor de “una locura” como propiciar que se fraguara un “triángulo perfecto” en Almagro con el Festival Internacional de Teatro Clásico, la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) y el Museo Nacional del Teatro.
Pensaban que era algo “imposible ahí en medio del campo de Castilla”, iniciales críticas que contrastan con las “miles de personas” que el pasado mes de julio asistieron al Festival de Almagro, comentó Garrido, que participó en el encuentro celebrado este jueves en el Museo Nacional del Teatro en homenaje a Adolfo Marsillach en el marco del ciclo ‘Diálogos’ organizado por el Centenario de este espacio museístico.
Garrido, íntimo amigo de Marsillach e hijo predilecto de Almagro, confesó que se trató de una “apuesta muy dura, no había Ave y se tardaba lo indecible en llegar, pero ha sido asumida por todas las administraciones” y hoy la localidad encajera es una de las grandes “ciudades del teatro de Europa”.
Admirador desde joven del actor y dramaturgo catalán hasta el punto que le apodaban ‘el Marsi’ cuando con 19 ó 20 años hacía teatro universitario, Garrido recordó que le llamó a su despacho como director general del Inaem para proponerle volver a dirigir el Centro Dramático Nacional, y más tarde ponerse al frente de la CNTC, lo que consideró un gran acierto porque Marsillach no era un artesano ni generador de productos prêt à porter, sino que era “un inventor, un creador” y construyó “un modelo que ha influenciado a todas las generaciones de directores posteriores”.
Complicidad
En su intervención, Garrido reconoció la gran complicidad que tuvo con Marsillach hasta el punto de advertir de que él es “uno de los pocos que salen bien” en sus memorias, en las que “da leña”, y resaltó la gran pasión de Andrés Peláez en revitalizar el Museo Nacional del Teatro ubicándolo en Almagro.
Garrido, actual director artístico del Museo Universidad de Navarra, fue el principal protagonista junto a Marsillach de la creación de la CNTC y junto a Andrés Peláez del Museo Nacional de Teatro en Almagro, comentó la actual directora general del Inaem, Amaya de Miguel, que también participó en el acto junto a Mercedes Lezcano, actriz, directora de teatro y compañera de Marsillach; y Rosana Torres, clásica del periodismo cultural y muy vinculada a Almagro.
De Miguel mostró su placer por “encontrarse de nuevo en Almagro, esta ciudad que queremos tanto, y venir a hablar de algo que para nosotros cuatro ha sido tan importnate en nuestras vidas artísticas y personales, que ha sido la figura inigualable de Marsillach”.
Fuerza, imaginación y osadía imprimió, a su juicio, al frente del Inaem Garrido, de quien también dijo que tuvo una “química especial” con Marsillach y de la colaboración entre ambos “hoy disfrutramos la CNTC y que Almagro sea su segunda sede”.
Vinculación
Por su parte, Lezcano, que agradeció el homenaje del Museo, recordó impresiones y vivencias de Marsillach recogidas en sus memorias sobre cómo, animado por Garrido, se concibió la CNTC y su vinculación con Almagro, “una villa hermosa a la que estuvo vinculado con especial afecto durante más de diez tórridos veranos”. Rescató textos del padre del homenajeado, el periodista y escritor Luis Marsillach, sobre la importancia de superar los fantasmas interiores, más peligrosos que los exteriores, y reflexiones de Adolfo Marsillach sobre la profesión de intérprete en las que plantea cuestiones como si “se puede ser otro sin dejar de ser yo” o “es posible ser el mismo yo cuando se sabe ya cómo es el otro”, además de su satisfacción por dedicarse a las artes escénicas al considerar que esto le permitía poseer “la inmensa fortuna de vivir en un mundo que no es el de todos los días, en el que todo y nada es posible”.
Exclusivas
Sobre cómo se enteró de varias exclusivas, como la creación de la CNTC en la piscina del Parador haciendo topless cuando era una jovencísima periodista, habló Rosana Torres, que destacó de Marsillach que era “coqueto y tímido, dos cosas difíciles de combinar”, y elogió su capacidad para dar siempre un buen titular.
Así mismo, felicitó el esfuerzo en relación con el Museo Nacional de Teatro de Andrés Peláez, una persona con gran capacidad de trabajo, culta, un hombre de teatro que “tiró de todo esto” de “la nada, hurgando en todos los sótanos de los ministerios, museos y teatros”. A su juicio, “el entusiasmo de Peláez ha sido el mejor tesoro de este Museo”.