Cuando tenía 20 años y estudiaba 3º de Física en Barcelona, “harta de exámenes”, dejó la Universidad, la familia y se largó. Era un momento de ebullición, con el mayo del 68 en París, pero en lugar de encaminarse a la capital francesa, emprendió camino hacia Oriente. “Éramos hippies”, los Beatles habían viajado a la India y ella quería seguir sus pasos buscando una espiritualidad nueva.
Lo que no se imaginaba es que iba a tardar treinta años en pisar la India. El barco que tomó la llevó hasta Beirut, visitó Líbano, Jordania, Siria, Irán y llegó a Afganistán, un país que le pareció un “lugar fantástico”, como “un cuento de hadas”, comentó la escritora y física barcelonesa Ana Briongos, que habló este miércoles en el salón de grados de la Facultad de Letras de ’50 años de vida viajera’.
Como retroceder dos mil años atrás, como si estuviera en la época del Portal de Belén, era vivir en Afganistán, un país pobre, sin mar ni petróleo, pero “digno y donde todo el mundo podía comer”, mientras que ahora es “un desastre porque lo peor que le puede pasar a un país es una guerra, más aún si es una guerra civil y peor todavía si es invadido”, resaltó Briongos, que destacó que “los que salen peor parados” de todo ello “son las mujeres y los niños y los más humildes que no pueden escapar del país”.
En Afganistán, decidió quedarse en Kandahar, ciudad del sur donde era la única extranjera que residía de forma permanente y donde hacía tortillas de patata para los viajeros que iban a la India como contraprestación a su estancia en un hotelito. Pero en verano hace un “calor de muerte” en Kandahar, lo que la animó a trasladarse a Kabul, donde comenzó su estancia cubriendo las vacaciones del responsable de Air France, oficina en la que no tenía que atender nada relativo a vuelos ya que no había y terminaron acudiendo a conversar estudiantes del liceo francés, a través de los cuales conoció a una familia pashtun perteneciente a la familia real con la que entabló una estrecha amistad.
“Los paisajes del Asia Central me encantan, los desiertos me gustan mucho y la gente es digna, silenciosa, observadora, sensible y acogedora. Me trataron muy bien”, destacó de su experiencia en Afganistán Briongos, cuya intervención se enmarcó dentro del Seminario ‘De Marco Polo al Low Cost. Perfiles del Turismo Contemporáneo’.
El libro ‘Un invierno en Kandahar’ surgió de las vivencias en tierras afganas de esta escritora con “una vida aventurera” que decidió que “tenía que contar” y de la que lo principal que ha aprendido es que “todos somos iguales, todos sufrimos por las mismas cosas y tenemos que compartirlo todo y disfrutar de lo que tenemos”.
Red de amigos
La literatura de viajes que cuenta “historias de gentes, no historias periodísticas, efímeras o de un momento, sino de largo recorrido”, es la que le interesa a Briongos, a quien también le gusta mucho hacer amistades que duren muchos años con gente de los países a los que viaja creando una red de amigos que acaban conociéndose entre sí, los de un país con los de otro.
Tras su paso por Afganistán, su interés por aprender persa la condujo, gracias a la sorprendente concesión de una beca por ser la única persona que había solicitado esa ayuda en la embajada de Irán en España, hasta la Universidad de Teherán y se sumergió en la cultura de un país comparativamente “muy moderno”, que además cuenta con una historia antigua y una literatura muy potentes, así como la riqueza que proporciona el petróleo. En su primera etapa en Irán, gobernaba el Sha de Persia, época en la que unas universitarias iban con pañuelo en el pelo y otras sin él y con minifalda y conoció a protagonistas de la nacionalización del petróleo y la posterior revolución islámica. Sería después de trabajar en Barcelona con empresas de comercio y transporte con Oriente Medio y al culminar la guerra entre Irak e Irán, cuando regresaría para trabajar en una tienda de alfombras, período en el que comprendió, por ejemplo, la importancia que tiene la poesía en Irán, donde los poetas son tan venerados como los santos chiítas.
Caminos del mundo
‘Negro sobre negro’ y ‘La cueva de Alí Babá’ son libros de estas experiencias de una autora que, treinta años después de la primera intentona, se fue a vivir a la India, un país que es “el despiporre total, el desbarajuste más absoluto, las sensaciones extremas, los olores, colores, ruidos, todo desde lo más hermoso a lo más horroroso”. ‘¡Esto es Calculta!’ surgió de esta estancia de una escritora y viajera para quien “los caminos del mundo son una escuela donde se templa el espíritu y se afianza la tolerancia y la solidaridad. Se aprende a dar y recibir, a mantener las puertas abiertas de la casa y del espíritu, y sobre todo a compartir. Se aprende a disfrutar de lo poco, a valorar lo que se tiene, a ser feliz en la austeridad y a festejar la abundancia. Se aprende a escuchar, a observar y se aprende también a querer”.
La profesora de Literatura de la Facultad de Letras, María Rubio, recomendaría a todo el mundo los títulos de Briongos porque son “una invitación a comprender al otro, a dialogar que es tan importante en este momento y a empatizar”. Frente a otros viajeros con una actitud de superioridad, la actitud de Briongos es la de compartir y “querer ser uno entre la gente”, expuso Rubio, que resaltó la capacidad de la autora barcelonesa de profundizar en lo cotidiano y mostrar “la vida que está latiendo en cada rincón”.