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Ana Iris Simón: “Almodóvar no se ha inventado nada cuando habla de La Mancha, es así como es”

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Considera el libro una reivindicación del medio rural donde ha crecido y ha sido feliz / Guillermo García
A. Ruiz / CIUDAD REAL
La escritora criptanense muestra la excepcionalidad del universo manchego en ‘Feria’

“De patata”, como se dice en Criptana cuando te puede la sorpresa, te quedas con ‘Feria’, de Ana Iris Simón, un libro de “crónicas costumbristas” en el que la autora manchega asegura no haber incluido “nada inventado”. Va a salir próximamente la cuarta edición de este libro que está entre ‘lo mejorcito’ de finales de 2020, ha cosechado excelentes valoraciones de críticos y lectores muy diversos y reúne “relatos pequeños” en los que ha usado el costumbrismo y su familia “como tamiz” para hablar de temas que le “inquietan y obsesionan como la propia familia, la patria y la historia”, así como lo femenino, lo masculino, la muerte y el amor.

“Son pequeños relatos o crónicas desde la costumbre sobre cuestiones que me inquietan de las últimas décadas en España”, asegura Simón, joven periodista que ya ha vivido tres Ertes y que tras la ilusión por marcharse a una gran urbe como Madrid, estudiar en la Universidad, viajar, licenciarse y trabajar en la profesión que deseaba ejercer vuelve la mirada a sus orígenes en La Mancha, donde nació, creció y aprendió valores de una familia muy singular -la materna, feriantes y de vida nómada, y la paterna, comunista y con gran apego a la tierra- pero también en la que muchos reconocen la suya. Todo ello, mostrando la excepcionalidad del universo manchego.

Pregunta.- El libro es un ejercicio de memoria, de sumergirte en recuerdos. ¿Qué es lo que te motivó a escribirlo?

Respuesta.- Cuando escribía en la revista Vice España, elaboré un texto sobre mis abuelos maternos feriantes, se hizo viral en redes porque era bastante pintoresco al hablar de cómo eran las ferias en los ochenta a través de la mirada de mis tíos a los que entrevisté, y Eva Serrano, editora de Círculo de Tiza, me pidió que lo alargara, pero en mitad de la escritura, que iba a ser sólo de la vida de los feriantes, se murieron mi abuela Mari Cruz y mi tío Hilario, ambos paternos, lo que me llevó a una serie de reflexiones que al final son las que componen este libro, ya que me di cuenta que la historia de la familia de mi padre que son campesinos, al contrario que los otros, muy apegados a la tierra, a su oficio, territorio y habla también tenía y merecía la pena ser contada.

P.- ¿Por qué se titula ‘Feria’?

R.- Me gustaría que fuera por un motivo más romántico, pero, en realidad, porque fue el primer nombre que puse como provisional en el contrato con la editorial. Al principio iba a ir sólo sobre esa actividad, luego ya no, pero el título no dejó de ser el adecuado ya que me di cuenta conforme iba avanzando que lo que realmente estaba retratando es cómo, cuando la feria y la profesión de mis abuelos maternos dejan de tener sentido, la vida y el mundo se convierten en una feria. Cómo a causa de que vivamos en una algarabía constante, rodeados de estímulos y jolgorio precisamente los rituales asociados a todo eso se desvanecen.

Retrato un cambio de época, cómo con el cambio de siglo entra el euro, nos creemos modernos, empiezan a abrir centros comerciales por todos los lados, nos pensamos ya como europeos de bien y no como españolitos catolicones y feos frente a nuestros hermanos europeos avanzados. Creo que tenía sentido llamarlo así porque refleja el cambio de época en el cual las ferias dejan de tener sentido porque nuestra vida se convierte en una.

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‘La Ana Mari’, madre de Ana Iris Simón

P.- ¿Es una reconciliación con tus orígenes?

R.- Sí. A mí me daba mucha vergüenza de pequeña decir que mis abuelos eran feriantes porque intuía de niña que el capital no sólo era económico sino cultural, que no sólo había una clase obrera sino que había una clase obrera como la de mis abuelos asociada en nuestro imaginario a los quinquis y gitanos, la de los feriantes. Y también me daba mucha vergüenza ser de La Mancha en lugar de Madrid. Aunque nací en Campo de Criptana, crecí en Ontígola que está pegado a Aranjuez que ya es Madrid, y yo veía por intuición de niña que Madrid era donde todo pasaba, era un lugar mucho más avanzado y cosmopolita que Castilla-La Mancha y el pueblo toledano de mil habitantes con viejas que todavía iban con la saya.

Entonces sí que es en cierto modo una reconciliación y sobre todo una manera de pedir perdón y poner en valor todo lo que rechacé hasta ser mayor, ya que lo que consideraba mejor era irme a Malasaña pensando que aquello era el sumun de la modernidad y que me iba a dar la felicidad. Luego ves que no, que realmente lo que tenía que hacer para ser yo y sentirme bien con mi entorno era precisamente volver a mis orígenes que era donde yo me sentía a gusto y comprender que muchas de las cosas que había rechazado eran precisamente las que tenían valor.

P.- ¿Ha sido despertar después de muchos espejismos?

R.- No me atrevo a decir todos, pero sí muchos de los que ahora tenemos mi edad que son casi treinta años tuvimos en frente muchos espejismos. Y uno de ellos es el relacionado con, no el mayor sino el único logro, de que lo que tenemos que hacer es irnos de nuestros pueblos a grandes ciudades, estudiar en la universidad, quedarnos allí y tener hijos después de los treinta. Parece que no hay nada más, que todo si no sería un error y un fracaso. Ése es el mayor espejismo con el que hemos vivido, que la autorrealización estaba en únicamente el trabajo, la vida laboral, y no en la familiar y en estar cerca de tus raíces y familia, sino en justo lo contrario, en repudiarlas, superarlas. Ése es el mayor espejismo o al menos el que veo más claro en mi caso y que he tratado de reflejar.

P.- ¿Ha sido como Don Quijote con los molinos-gigantes?

R.- Ojalá tuviéramos la ética y cordura de El Quijote y yo estoy con que realmente tenía razón y eran gigantes. No nos hemos dado cuenta de que nuestra tierra era gigante y nos pensamos que eran sólo molinos. No obstante, también está ese espejismo de la meta supuestamente irrenunciable de autorrealizarse en la gran ciudad y muchas de nuestras frustraciones están en eso, en que el modelo neoliberal al que nos han abocado es el de ‘trabaja, vete a una gran ciudad donde haya un montón de culturas conviviendo’ y eso en lugar de una gran putada porque es producto de un sistema económico que obliga a la gente a abandonar su país e irse a otro para ganarse el pan lo vemos como un progreso, no sé bien por qué, o incluso emigrar nosotros mismos porque ahora el que no se haya ido un año a vivir fuera a otro país parece que no es un ciudadano de bien, lo que va incluido en una especie de pack vital de ‘da todos estos pasos que te irá bien y el mercado tendrá un hueco para ti, conoce tantos idiomas, deja tu pueblo y ten esta mentalidad’, pero luego resulta que no es tan maravilloso, lo que lleva a muchas decepciones.

P.- Tienes una familia que da mucho juego, con puntos de vista muy diferentes

R.- Cuando empecé a escribirlo una de las dudas que tenía era a quién le va a interesar esto, las movidas de mi tío Hilario, mi abuelo Vicente, ambos comunistas y apegados a la tierra, o de mi abuela María Solo que era feriante, y luego descubrí dos cosas aparentemente contradictorias pero que conviven. La primera es que la historia de mi familia es la de muchas familias españolas, ya que mucha gente reconoce en mis abuelas muchas abuelas y en mis abuelos muchos abuelos, y los conocimientos que dan, las lecciones que sacamos de ellos son las que hemos mamado un montón de chavales. Por otro lado, se trata de una familia bastante insólita, la de mi padre es muy extensa, tengo 18 primos, mi abuelo tiene ya ocho biznietos y no sólo es grande en tamaño sino en rituales, tenemos mucha relación entre nosotros y está muy vinculada al territorio y el habla de La Mancha y las tradiciones, mientras que la familia de mi madre es lo contrario, es más pequeña y ninguno ha continuado con la profesión de feriante pero sí llevaban una vida nómada, no tienen acento ninguno y están muy desapegados de la raigambre, lo cual al final les hace más libres y tienen otros valores.

P.- El libro es muy fílmico y almodovariano, algo que también dices de tu madre ‘la Ana Mari’

R.- Sí, Almodóvar no se ha inventado nada, cuando habla de La Mancha, de ‘Volver’, no se inventa nada, es así como es, y por eso parece almodovariana. Los manchegos no nos damos cuenta del realismo mágico en el que vivimos porque formamos parte de él, pero visto desde fuera es una tierra muy mágica e insólita para el resto. Por eso nosotros cuando reflexionamos o nos vemos reflejados en películas de Almodóvar nos reconocemos, lo vemos como algo mágico pero pertenece a una realidad y entornos muy concretos.

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Ana Iris, de pequeña, ante los molinos de Criptana

P.- Mucha gente se ha sentido identificada con ‘Feria’

R.- Sí, es lo que más me ha sorprendido. Es un libro muy poco comercial porque en realidad no es una novela, no hay una gran aventura ni un gran amor, y ahora va a salir ya la cuarta edición y estoy alucinando. Creo que por lo que ha triunfado es por lo contrario, porque cuenta historias tan pequeñas que mucha gente se ve identificada porque muchos hemos tenido esas vidas y rara vez son contadas. Pensamos que sólo hay que contar las grandes gestas y las vidas apasionantes, de heroicidad, llenas de vaivenes, pues no, precisamente la gente se siente reconocida o les gusta el libro por eso, porque ven historias pequeñas, las de su familia, sus tíos, las de su pueblo.

P.- Tiene un punto de fábula

R.- En las ficciones que estamos acostumbrados a consumir tanto en formato de series y pelis como de libro, la historia normalmente es de alguien urbanita, de ciudad, con una manera de ver el mundo y un estilo de vida que se alejan mucho de las que muchos tenemos. Por eso, ‘Feria’ lo vemos como una fábula, una ficción o como realismo mágico porque no estamos acostumbrados a ver historias de este tipo pero no hay nada más real que eso. Y quizás también tiene un punto de fábula por mi padre, por su manera de ser ya que es muy dado a los cuentos y relatos, un poco como el padre de la película ‘Big Fish’, de Tim Burton.

P.- Es una reivindicación del mundo rural

R.- Sí, de los pueblos y de los míos en concreto pero no una reivindicación descafeinada y romantizada con una mirada urbanita de los pueblos como un arcadia feliz sino que también hablo del puticlub que estaba súper cerca cuando tenía ocho años y sabía quién iba y quién no. Los pueblos también son eso, donde hay un montón de realidades que no son la tuya si vienes de un entorno urbano y un montón de maneras de ver el mundo diferentes.

P.- Y también de lo excepcional frente a lo homogéneo de la globalización

R.- Por eso también el título. Una de las cosas de las que me di cuenta al escribirlo era cómo a través de la propia memoria de mis abuelos yo leía la globalización y cómo cuando era niña no me daba cuenta pero lo que estaba viviendo era el abrazo acrítico a la mundialización, que ahora ni siquiera nos lo planteamos, no nos cuestionamos que hace diez, quince años, las cosas fueran distintas y nuestros propios entornos eran reflejo de que las cosas eran diferentes.

Hablo de cuando abrieron Leclerc en mi pueblo, el primer centro comercial y aquello fue un eventazo porque hasta entonces habíamos comprado en las tiendas de barrio, o de cuando comenzaron abrir los chinos cuyas tiendas ahora las tenemos supernormalizadas e incluso debatimos sobre si hay que llamarlas ultramarinos chinos para que no sea ofensivo. De lo que hablo es de esa pérdida de identidad y de cómo renunciamos a ella en pos de una modernidad que tampoco era para tanto, que no era la panacea y que nos ha hecho perder muchas cosas.

P.- Tú te has dado cuenta jovencita. ¿Cuántos años tienes?

R.- 29, soy del 91, y me dicen ‘eres muy joven para escribir estas cosas y pensar así’, pero lo que sucede es que nos tienen infantilizados y nosotros mismos nos tenemos infantilizados. Con 29 años mi madre tenía una hija de nueve y nadie pensaba ‘uy qué joven’. Pero ahora como queremos alargar la juventud hasta tan lejos y como nosotros mismos nos infantilizamos en todo, desde nuestra estética hasta nuestro modo de vida, pues nos concibe el entorno más jóvenes de lo que somos, pero es que yo no soy ya tan joven.

P.- Pero aun así te has dado cuenta pronto, a otros les cuesta más

R.- Sí, en parte ésa es la tragedia de nuestra generación, de que cuando nos damos cuenta de que no nos llenaba la vida que llevábamos y de que las cosas importantes son muy poquitas, a veces es demasiado tarde, sobre todo en cuestiones como las de tener hijos en el caso de las mujeres porque nuestros cuerpos caducan para ello, y la tragedia es ésa de darse cuenta demasiado tarde y yo creo que yo ya iba tarde.

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Ayudaba a sus abuelos maternos en las ferias

P.- Dices que “España huele a la cocinilla de tu abuela”

R.- Sí y la gente me manda fotos de las de sus abuelas. Normalmente reducimos la visión de España a la casa de nuestros abuelos, la de nuestro sitio.

P.- En el libro hay conversaciones de alto nivel con gente muy normal

R.- Sí, estas Navidades lo he pensado estando con mi abuelo Vicente que dejó la escuela a los ocho años y, probablemente, ahora mismo sea la persona con la que más me entiendo a nivel del mundo. Asociamos el conocimiento a lo que se imparte únicamente en la academia y yo digo mucho que a mí la carrera me sirvió de poco y sin embargo escuchar a mi tío Hilario, que tampoco había hecho bachillerato ni una carrera, sólo había ido al colegio, me sirvió de más que luego ir a la Universidad.

Además, otra de las cosas que me molestan mucho es pensar que los obreros son todos iletrados, que están en el bar bebiendo anís y viendo ‘Sálvame’. Es una pena, porque se fomenta muchas veces esa imagen desde los medios que reducen a la clase popular a eso y lo primero es que no es verdad y lo segundo es que es peligroso hacerlo, dando a entender como que sólo somos eso los obreros.

P.- Muestras también la devoción por la tierra y el linaje

R.- A mí es algo que me tira mucho y también es algo sobre lo que no solemos escribir ya que los valores no van mucho por ahí. En España tenemos una gran tradición de hablar de la tierra, del territorio, como la Generación del 98, que me gusta muchísimo, pero en mi generación no se lleva tanto pero porque vivimos en un mismo territorio, porque estamos acostumbrados a que nos digan que lo que hay que hacer es irse a Madrid, después a Bruselas y luego a Berlín, y que eso es la vida. Incluso creo que los tiros van por lo contrario, por rechazar el territorio, cualquier raíz y así no es posible crecer, sin raíces crecen pocas cosas.

P.- Este libro ha sido como despertarse tras el shock ante los espejismos, ante esos sueños que no son tan buenos como parecían

R.- Un amigo mío, Gonzalo, me decía, y es verdad, que es la historia de una caída del caballo, de cómo alguien que ha estado viviendo de una forma y en un momento, a través de la muerte de mi abuela y mi tío, de todo lo que pienso a partir de ello, se da cuenta de que ha estado viviendo de una manera que no le gusta, no le hace feliz y que no tiene nada de verdadero ni auténtico.

Portada de Feria editada por Circulo de Tiza
Portada de ‘Feria’, editada por Círculo de Tiza

P.- ¿Estás preparando otro libro?

R.- No, de momento no y creo que hasta dentro de un tiempo no. Me apetece mucho escribir pero tengo un problema y es que no me sé inventar las cosas. No se me da nada bien, mi padre me lo decía el otro día, al contrario que mi hermano que tiene veinte años y sí que lo hace muy bien. Yo soy mucho más periodista y a mí se me da bien escribir lo que veo con lo que creo que tendrá que pasar un tiempo para que me ponga con otra cosa. Pero seguiré escribiendo.

P.- ¿Cómo ves el mundo rural, qué futuro le ves porque se está despoblando?

R.- Sí y lo trágico es que antes se estaban despoblando los pueblos pero es que se están despoblando también las capitales de provincia. Yo vivo ahora en Ávila y leía el otro día que había más casas que personas aquí y eso que está cerca de Madrid donde mucha gente va a trabajar cada día.

Parece que está habiendo una tendencia de volver que es coyuntural por todos los Ertes y despidos que ha habido y que muchos hemos decidido irnos de Madrid con esta oportunidad que en realidad era una putada pero que ha dado a mucha gente la posibilidad de volver a su casa o teletrabajar, como yo ahora.

Nos hemos dado cuenta que no nos gustaba vivir en las grandes ciudades, y ojalá haya una tendencia pero no lo sé, la verdad, porque ni hay trabajo ni queremos trabajar de lo que hay, porque antes un montón de chavales se dedicaban al campo y ahora prefieren estar en Madrid de repartidor de Glovo o de Amazon porque te piensas que es un trabajo menos esclavo, sacrificado y sobre todo más glamuroso. Por un lado, no queremos los pocos trabajos que hay y, por otro, es que obviamente el empleo es muy escaso, en el libro hablo de la desindustrialización brutal que se hizo en España para entrar en la UE o el ladrillazo después del cual vino la ruina económica, son muchas cosas las que han perjudicado al medio rural.

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