Francisco Navarro
Tomelloso
Durante todo el mes de abril, el Hotel Altora de Tomelloso acoge la exposición del pintor Antonio Ortiz Mayorga. En la muestra se pueden contemplar quince pinturas y tres dibujos. Se trata de una pequeña exposición dado que Antonio Ortiz realizará otra más extensa en la Posada de los Portales.
Las pinturas que muestra Ortiz Mayorga en el Hotel Altora son óleos y acrílicos; los dibujos son a lápiz. Son trabajos realizados en los últimos años, con formato pequeño, dado la sala donde se muestran. Destacan en las pinturas los paisajes, manchegos nos cuenta Antonio, fundamentalmente ruinas de casas de campo. Con esas obras reivindica el pintor la pérdida constante de ese patrimonio “hay casas que en su época de esplendor debieron de ser magníficas, con vivienda para el dueño, los caseros, los jornaleros y corrales para el ganado”. Antonio nos habla de un pasado, no tan lejano, en el que la gente se iba el campo a trabajar para una semana o quince días, desde que llegaron los tractores los agricultores se van para el día “y a estas edificaciones se les ha dado de lado”. Recorremos con el artista, melancólicamente, las distintas imágenes de los “paredazos” como barcos varados en el Aral de la llanura manchega.
Antonio Ortiz expone dos bodegones, dos naturalezas muertas, la contemplación de esas pinturas nos sirve para hablar de la belleza. “¿Qué es bello?”, se pregunta el pintor, nos señala un membrillo maduro, casi pocho “a pesar de su madurez resulta bello”. El otro bodegón, por el contrario, tiene manzanas rojas, perfectísimas, como espejos “puede ser más bonito que el otro, pero ninguno es feo, cada cosa tiene su encanto”.
Antonio Ortiz nos cuenta que lleva pintando mucho tiempo, bromea y asegura que “empecé antes que los de Altamira”. Las primeras pinturas las compró cuando tenía cinco o seis años en una droguería de la calle Nueva “marca Españoleto”. Y pintaba “como dios me dio a entender, claro, a mí no me enseño nadie”, Antonio es completamente autodidacta. Estuvo, nos contaba, varios fines de semana, después de venir de la mili, saliendo a pintar con Antonio López Torres “él se ponía en su sitio y yo en el mío, pero solo me daba algunas, más bien pocas, recomendaciones”. Se alegra de que actualmente haya pintores enseñando “el hecho de que alguien te diga como tienes que coger la paleta, es un logro. Yo no lo he tenido”.