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24 abril 2024
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Antonio Tocornal: “Soy un no-poeta con un premio de poesía concedido a un no-poema”

foto antonio tocornal
Antonio Tocornal
Francisco Navarro / TOMELLOSO
Antonio Tocornal ha ganado el Premio de Poesía “José Antonio Torres” de la LXIX Fiesta de las Letras “Ciudad de Tomelloso” con “Anuncios por palabras”.  Un “antipoema de los pies a la cabeza”, un divertimento formal que el jurado ha considerado ser merecedor del galardón.

Tocornal comenzó a escribir en la madurez, con cuarenta y seis años, no obstante le ha dado tiempo a recibir importantes premios de novela y relato (y uno de poesía). Charlamos con el autor sobre su obra, el “no-poema” ganador, Tomelloso y la Fiesta de las Letras.

Antonio Tocornal (San Fernando, Cádiz, 1964) cursó estudios de Bellas Artes en Sevilla y tras una larga estancia en París, se instaló definitivamente en la isla de Mallorca. Comenzó a escribir en 2010. No lo hizo antes porque estuvo ocupado leyendo durante unos cuarenta años y porque quizás tampoco tenía mucho que contar. Es autor de la novela La ley de los similares, publicada por editorial Dauro en 2013. Su segunda novela, La noche en que pude haber visto tocar a Dizzy Gillespie fue ganadora del XXII Premio de Novela “Vargas Llosa” y publicada por Editorial Aguaclara en 2018. Su novela Bajamares ganó el XIX Premio de Novela Corta “Diputación de Córdoba” en 2018. Además, ha obtenido cerca de cuarenta premios de relatos y uno, el de la Fiesta de las Letras de Tomelloso, de poesía Muchos de sus relatos han sido publicados en antologías. Es colaborador y reseñador literario en la revista RSC Culture Magazine.

—Usted es un laureado escritor. ¿Qué supone recibir un premio en la Fiesta de las Letras de Tomelloso «aun sin ser poeta», como usted dice?

―Lo que tiene de particular la concesión de este premio es que, aun siendo un certamen de poesía, se ha fallado a favor de un texto ―no seré yo quien lo llame poema― que, sin pertenecer al género poesía, contiene poesía en sí. El jurado ha sabido verla y, según tengo entendido, la ha descubierto y recibido con entusiasmo; ha sabido encontrar y apreciar la poesía subyacente en el texto hasta el punto de declararlo ganador del certamen a sabiendas de que el fallo no sería entendido por todos; de esta forma, el jurado ha hecho suyo el acto creativo como una apropiación, y me ha devuelto la pelota, en forma de premio, en un diálogo que yo comencé de forma un tanto provocativa o, casi casi, gamberra, al decidir enviar el texto para que participase.

La verdad es que lo envié como el náufrago que envía un mensaje en una botella sin demasiada esperanza de que sea encontrada por nadie, convencido de que no tendría ninguna posibilidad.

Para mi sorpresa, el jurado dio con la botella. En ese sentido tengo que alabar el valor de los miembros, ellos sí, poetas consagradísimos. Lo más fácil para ellos habría sido conceder el premio a un poema estándar, de buena factura, y que cumpliese con todos los cánones del género.

—La vocación literaria le llegó tarde. ¿Qué le movió a coger la pluma?

—Uno no decide hacerse escritor como puede decidir hacerse guardiacivil o vegano o hacerse del Celta de Vigo. No es una elección más o menos inmediata.

Yo  publiqué mi primera novela con cuarenta y nueve años. Ahora estoy muy contento de ello porque, de haberla publicado antes, ahora estaría arrepentido de que circulase todo ese material inmaduro escrito por mí y publicado antes de tiempo. Sin embargo, creo que empecé a escribir cuarenta años antes, cuando empecé a leer. Yo no diferencio entre lectura y escritura. Creo que son la misma actividad, igual que injertar olivos y recoger aceitunas son dos actividades dentro de la agricultura del olivar.

En cualquier caso, yo no creo haber empezado muy tarde. Antes de que salgan cosas de uno hay que dejar que entren primero. Por el contrario, creo es que hay muchos escritores que empiezan a publicar demasiado pronto; antes de madurar.

Siempre he sido más lector que escritor. Podría apropiarme de las palabras de Vila-Matas y decir que «al fin y al cabo la escritura no es más que una consecuencia lógica de la lectura, la última parte del alambique de la lectura, la gota de esencia que se destila de todas las lecturas anteriores».

—¿A qué se debe esta incursión poética? ¿Va a seguir cultivando el verso?

—Bueno, en Anuncios por palabras no hay ni un solo verso. Voy a seguir buscando la poesía donde se encuentre. La poesía es un género literario, eso nadie lo pone en duda, pero también es una cualidad que se puede encontrar en otras formas de manifestaciones literarias ―entendida la literatura como forma de contar historias― como la narrativa, el cine, la fotografía, una pintada callejera, una canción, una publicación en una red social, etc. También, por qué no, en otros textos sin «intención literaria», como podrían ser los anuncios por palabras de un periódico cualquiera. Todo depende de la mirada que el receptor pose sobre ellos.

La mayoría de los narradores que me gustan infiltran esa «poesía de incógnito» en sus textos en prosa, y eso es lo que los hace grandes.

De esta forma quiero reivindicar que la poesía no se encuentra solamente dentro de los límites academicistas a los que los poetas nos tienen acostumbrados. No he descubierto la cuadratura del círculo, eso está claro. Llevamos cien años de vanguardias artísticas ―también poéticas― durante los cuales se han ido explorando los límites de cada disciplina artística con más o menos éxito.

—Ahora toca una pregunta tópica, ya sabe lo previsibles que somos los periodistas: ¿con qué se siente más cómodo?, ¿con la prosa o con el verso?

—Como expliqué antes, yo no cultivo la poesía como género aunque la rastree como cualidad. Yo soy más «rastreador» de ese tipo de poesía que poeta.

El texto que ha ganado este certamen no contiene ni un solo verso, ni métrica ni rima. Ni siquiera es prosa poética Yo soy un narrador, no un poeta. La verdad es que primero escribí el texto sin saber muy bien lo que escribía, guiándome por intuiciones, y después encontré que había poesía en él y decidí pulirlo y enviarlo a un certamen de poesía por el placer de jugar, aunque pude haberlo enviado de igual forma a uno de relato y también habría parecido inusual aunque habría tenido cabida en él. Creo que fue en ese momento cuando se puso él solo la etiqueta de «poema», aunque lo único que tiene de poema es haber sido metido en un saco en el que participaban unos cientos de textos más que sí eran considerados poemas por sus autores. De todas maneras, llevamos ya, como dije antes, cien años de vanguardias artísticas durante los cuales estamos acostumbrados a enfrentarnos a obras que lo son por la simple intención o declaración de su autor, y eso nos basta.

A este juego solo se puede jugar desde fuera, desde cierto descreimiento y desde el humor. Creo que si uno se considera «poeta» no tiene más remedio que someterse a la servidumbre de escribir poesía con todo su manto de solemnidad. Yo no me considero poeta sino, como dije antes, narrador; un narrador que husmea donde podría encontrarse cierta poesía sin etiquetas. Desde esa atalaya de la narración, creo que los horizontes que se otean son más lejanos y más despejados de bruma.

—¿Qué va a encontrar el lector en Anuncios por palabras?

—Ante todo un divertimento.

La verdad es que tiene el texto tanto de poema como de relato, de divertimento formal, o de algún tipo de híbrido experimental. En cualquier caso, es un antipoema de los pies a la cabeza. No es ninguna novedad: el concepto antipoema lleva tiempo en los manuales de poesía. Ya en 1954 lo utilizó Nicanor Parra, quien a su vez es heredero de Rimbaud, Huidobro, Baudelaire o Breton.

Escribí el texto en una tarde, después de haberlo concebido durante una siesta un poco «febricular» (Gracias, Juan José Millás por el término) y lo corregí a la mañana siguiente, poco antes de enviarlo el mismo día que se cerraba el plazo de admisión.

Me gustaría que se leyese con anchura de miras y, si el lector reconoce poesía en él aunque no sea un poema, y eso le hace plantearse que tal vez los límites de la poesía no estén donde antes pensaba o al menos son movedizos, me daré por satisfecho.

De todas maneras, si no gusta, también estoy preparado para que me tiren piedras. Para mí es un juego.

—La Fiesta de las Letras de Tomelloso es un referente literario y artístico ¿Qué le parecen iniciativas como esta? ¿Había participado antes en ella?

—Esta es la primera vez que participo, por lo que mi agradecimiento y mi sorpresa por haber sido premiado a la primera son por fuerza sinceros e intensos.

Es cierto que La Fiesta de las Letras de Tomelloso es un referente literario y artístico. Me consta, además, que dada la alta participación, la dotación de los premios, la seriedad con la que el jurado hace su trabajo y el elenco de nombres que han ganado con anterioridad, es uno de los certámenes literarios más apetecibles para la mayoría de los escritores que nos dedicamos a este «juego» de los concursos literarios en este país y en toda la comunidad de habla hispana.

—¿Conoce Tomelloso? ¿Sabe de su fama artística y literaria?

—No había estado en Tomelloso hasta ahora y la verdad es que una parte importante del premio consiste en tener la oportunidad de ir dentro de poco a conocerlo y pasar unas horas con sus paisanos. Sé que es la cuna nada menos que de Antonio López, pero también de escritores como García Pavón, Félix Grande o Eladio Cabañero.

—¿En qué anda metido actualmente? Si se puede contar, claro.

—Sigo sin ser poeta. Ahora soy un no-poeta con un premio de poesía concedido a un no-poema. Seguiré con mi vida cotidiana, que consiste en leer mucho encerrado en mi isla, sobre todo leer; escribir relatos cortos y novelas cuando tenga algo que decir y, si no, callar. Estoy trabajando en la edición de la novela Bajamares que ganó el XIX Premio de Novela de la Diputación de Córdoba hace unos meses y, al mismo tiempo, sigo componiendo algunos textos de difícil clasificación que, de publicarse, podrían destensar prejuicios y provocar controversias, aunque no por afán de provocación, sino por la búsqueda de la diversión propia  del explorador.

También estoy intentado aprender a perder el tiempo sin sentirme culpable por ello. No es fácil.

―¿Desea añadir alguna cosa?

—Por supuesto que sí: no quiero acabar la entrevista sin dar las gracias al pueblo de Tomelloso y a su Ayuntamiento, a los organizadores del certamen y al jurado, entre los que se encuentran poetas ―ellos sí― de primerísima fila: Guadalupe Grande Aguirre, Juan Carlos Pérez Mestre y Jesús García Lorenzo (Urceloy),  por haberse atrevido, a pesar de la que les puede caer encima, a premiar una obra como la que envié y que seguramente ―seguro― será criticada por muchos al igual que será criticada la trasgresión del jurado. Un aplauso para ellos.

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