Antes de levantarse el telón, Loli Blanco, de Carpe Diem, explicaba que veinticinco años —los que cumple la compañía— dan para mucho, alegría nervios, toneladas de maquillaje, alegrías, tristezas y conocer a gente maravillosa como Teatro Estudio. Acompañada por José Ángel, usuario de Afas, da la gracias al público “gracias a vosotros estamos aquí”. José Ángel dio las gracias y dijo sentirse muy contento de estar en el teatro.
Suena “Take this waltz”, la canción de Leonard Cohen con letra de Lorca. Cuatro personas en un escenario prácticamente vacío esperan a la Parca. Cuatro personajes, en principio arquetípicos, están en la antesala de la muerte. Tobías (Mikel Larrañaga), un chulito que ha tenido un accidente de tráfico; Lisa (Miriam Aranguren) una soñadora que ha recibido un tiro en una playa de Cartagena de Indias; Cora (Eva Rodríguez) una fría ejecutiva que ha sufrido una apoplejía y Mauro (Peio Arnaez), un hombre gris, apocado y algo friki que tiene una rara enfermedad renal.
Aparece una Muerte distinta, Saioa Royo da vida a una parca que no tiene guadaña ni esqueleto. Es una Muerte atractiva, que sonríe y ama a la vida. Habla con los futuros muertos, que le cuentan como han llegado a esa antesala (calurosa) previa a dejar la vida. Ella les hace reflexionar sobre lo que importa, lo que necesitan para vivir. A pesar de que morir es inexorable, la Muerte ayuda a estos cuatro personajes, que en transcurso de la obra se van alejando de esos modelos definidos al principio, comprendan lo importante que es la vida.
Cuando cae el telón, los actores y el director, Manolo Gómez, reciben una gran ovación del público. A ritmo de la canción de Cohen reparten flores al público y a la autora.