Y si no deja de resultarnos una victoria, la velada de ópera enmarcada en la obra de Pietro Mascagni. tal vez en este momento de mirada retrospectiva pero amable, no deja de resultarnos una ‘victoria semidulce’. Abogamos siempre por la afluencia de público a los espectáculos culturales de todo tipo, siempre que tengan un listón notable de calidad. Pero aparte de la necesaria recuperación en taquilla, del elevado coste que muchos de estos encuentros suponen, acaso lo más importante sea la sonrisa que debe asomar en el rostro de sus protagonistas al ver el patio de butacas lleno…
En fin, tampoco hay que dramatizar demasiado, que para drama, el que se nos presenta en lo más rural de la vieja Sicilia, durante un día de Pascua de finales del siglo XIX. Siempre el amor y el desamor, que condiciona las conductas humanas hacia un callejón sin salida… o donde la única salida posible es la muerte… Menos mal que todo en el escenario es ficción, y además viene convenientemente edulcorada con una de las más notables partituras de la ópera verista, como decíamos ayer.
COROS DE ÓPERA
Pero vayamos al principio. Con todo el protagonismo de la Orquesta y Coro del ‘Teatro de la Ópera Nacional de Moldova’, escasos minutos después del encuentro emplazado para las 20’30 se abría el escenario con la magistral intervención de 42 músicos (la mayoría en el foso, las 12 violinistas y su director Nicolae Dohotaru en la superficie), y los 28 cantantes (en un riguroso fifty-fifty) del coro sobre las tablas.
Dado que la primera parte, por espacio de unos cuarenta minutos, era una Gala de Coros de Ópera -con tres puntuales intervenciones, además, del solista Iure Maimescu, monumental cantante ‘bajo’ de Moldavia- los artistas de arriba y de abajo comenzaron desgranando las notas del conocido Coro de hebreos de Nabucco, de Verdi. Tras el ‘Va pensiero’, el grupo atacó el Eugin Oneghin de Chaivosky, para continuar con las Danzas Polovtsianas del Príncipe Igor, de Borodin. Vendría después el ‘Aria de Mefisto’, de Fausto (Gounod), el ‘Preludio’ de La Traviata y el ‘Coro de gitanos’ de Il Trovatore (ambos de Verdi), para terminar con Carmen de Bizet (‘Aria de Escamillo’).
Y con esto llegamos a la Segunda parte de la producción de CONCERLÍRICA&LEONOR GAGO AG’, que estaba dedicada íntegramente a la ópera Cavallería Rusticana, con la que se completaría la velada pasadas las 22’30 horas. El melodrama en un acto, basado en un relato del novelista Giovanni Verga, tiene música de Pietro Mascagni y libreto en italiano de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci. La obra está considerada como una de las clásicas óperas del verismo. Son sus cinco personajes protagonistas Turiddu, Lola, Alfio, Santuzza y Lucía.
CAVALLERÍA RUSTICANA
El título es italiano, y nada tiene que ver por lo tanto con la caballería ecuestre, cuerpo de caballería, o fuerza de combate montada a caballo que puede ser pesada o ligera. Precisamente con este nombre de ‘Caballería ligera’ encontramos una opereta compuesta por Franz von Suppé, con libreto de Karl Costa en 1866. Su difusión viene siendo ‘Caballería ligera”, en español, seguramente porque su nombre alemán Leichte Kavallerie nos resulta mucho más difícil.
Sin embargo, esta Cavalleria Rusticana italiana (con ‘uve’) no significa en español nada relacionado con los caballos, ya que es ‘Honor, Nobleza o Caballerosidad rústica o rural’. Se estrenó el 17 de mayo de 1890 en el Teatro Constanzi de Roma. Desde entonces, Cavalleria Rusticana sigue siendo una de las óperas más populares; en las estadísticas de Operabase aparece la Nº 27 de las cien óperas más representadas en el período 2005-2010, siendo la Nº 16 en italiano y la primera de Mascagni.
Por su corta duración (1 hora 15 minutos), desde 1893 se ha representado a menudo en un programa doble de dos horas y media con Pagliacci, de Leoncavallo. Aunque también suelen interpretarse por separado en conciertos, algunas partes de Cavalleria Rusticana (‘Intermezzo’, uno de los pasajes más felices, absolutamente delicioso, o la oración ‘Regina Coeli Laetare’). La popularidad de esta obra, de gran emotividad, se vio enormemente reforzada por la inclusión en la película El padrino-III, y la obra representa el tema principal de la película de Martin Scorsese Toro Salvaje.
LA ÓPERA MOLDAVA
La Compañía ‘Teatro de la Ópera Nacional de Moldavia’ tiene su sede en Kishinau, la capital de la República de Moldavia, situada en el sureste de Europa. Se trata de un país interior, que limita al norte y al este con Ucrania y al oeste con Rumanía. Son sus grupos étnicos moldavo-rumanos, ucranianos, rusos, gagauzos, búlgaros y judíos, y hablan rumano, moldavo o “lengua de Estado”, ruso y gagauzo (dialecto del turco). Sin embargo, este pequeño país de poco más de 3 millones de habitantes cuenta con un ‘Teatro de Ópera y Ballet’ estables, con 600 empleados en plantilla (músicos de orquesta, cantantes de coro, cantantes solistas, equipo de técnico, personal administrativo, directores…), y dispone de dos orquestas sinfónicas, una para acompañar óperas y ballets, y la otra sólo para conciertos sinfónicos.
La ‘Ópera de Moldavia’, una auténtica ‘empresa y producto de Estado’ cuenta con un taller de producción de decorados, y estrena como mínimo cada año dos óperas y un ballet. Está dirigida por el más grande pintor del país, Iuri Matei, aunque los regidores de la Compañía son con frecuencia italianos o españoles, que aportan una concepción escénica más moderna. Las dos orquestas cuentan conjuntamente con más de 100 músicos, otras 50 voces en el coro, y asciende a más de 30 el número de cantantes solistas. Tras el director musical Nicolae Dohotaru y el director de escena Iuri Matei, citaremos al director del coro Oleg Constantinov, y a Iulian Dumitras como regidor.
Entre las óperas que el ‘Teatro de la Ópera de Moldavia’ lleva en cartel, figuran obras de repertorio como Cavallería Rusticana, Carmen, Madame Butterfly, Aída, Nabucco, La Boheme, Rigoletto, La Traviata… y otras más selectas y para un público algo más entendido y exigente, como Fausto, Turandot, Norma, Eugin Oneghin, El Matrimonio Secreto, Macbeth, La Dama de Picas… La Compañía representa cada año más de 300 óperas y ballets, combinando sus actuaciones con giras internacionales en Inglaterra, Francia, Alemania y España.
SU HISTORIA
La ‘Ópera Nacional de Moldavia’ es una empresa estable desde 1927, y lleva el nombre de María Biesu, en memoria de la soprano más importante de ese país. El Teatro está patrocinado por del Ministerio de Cultura, Educación e Investigación, y es su presidenta la Ministra de Cultura Mónica Babuc. Cada año organizan dos Festivales Internacionales de Opera: en Junio “DESCOPERA” que se celebra en la ciudad Medieval de Buticeni, siendo su Director el austriaco Michael Pheifer (Opera de Viena), y en Septiembre el “Festival de las Estrellas de la OPERA” dirigido por Andrey Yurkievich.
Nicolae Dohotaru, es el primer Director del Teatro de La Ópera y Ballet. Nació en la ciudad de Kishinau, donde estudió en la Academia de las Artes y la Música Gavril. Posteriormente realiza sus estudios en el Conservatorio Estatal P. Tchaikovsky de Moscú.
Es un maestro de oficio, al auténtico estilo italiano, fiel a la partitura de los grandes compositores italianos (Verdi, Puccini, Donizetti, Mascagni, Bellini).
Dohotaru es invitado habitualmente a dirigir en las óperas de Bucarest, Istambul, Izmir, Odessa, Kiev, Bohlsoi Minks, entre otros. Y cuenta en su repertorio con más de 25 títulos de óperas italianas y rusas, destacando su dirección en: Aída, Turandot, Tosca, Nabucco, Lucia de Lammermoor, Las bodas de Fígaro, Carmen, Cavalleria Rusticana, I Pagliacci, Madama Butterfly, La Traviata y La Bohème, entre otras.
LA REPRESENTACIÓN
Una vez que en nuestro trabajo de ayer en este mismo diario entrábamos ampliamente en el argumento de la obra, nos ocuparemos ahora de la representación. En medio de un escenario con decorado único pero impecable, de una pequeña aldea siciliana, se van sucediendo las diversas vicisitudes. Perfecta la orquestación e interpretación de su compleja partitura, y cuidada selección de la iluminación, destinada a marcar claramente los distintos momentos que se viven, sin mover ni un ápice los elementos materiales. Calificamos al montaje en general como sobresaliente.
Todos los miembros del coro, anteriormente aplaudido, forman parte de la población rural donde se desarrolla la tragedia. El coro, pues, serio y enhiesto en la primera parte de la velada, tiene ahora un especial protagonismo a lo largo de toda la ópera, aunque ya integrados en el paisaje y paisanaje. Suenan las campanas al despuntar el día, y al final de la segunda y última escena vuelven a sonar con tintes de tragedia y de muerte. Dos parejas de enamorados, que derivan en un trío de amor con dos hombres y una mujer, para acabar en un trío de drama con dos mujeres y un hombre.
Desde luego la tragedia -que comienza a mascarse tras el famoso ‘Intermezzo’- está bien ambientada, excelentemente contada, y magistralmente cantada por algunos de los mejores líricos que hemos visto por estos pagos. En fin, tras la madurez musical en una orquesta compuesta por jóvenes profesionales (impecable el papel de la hermosa primer violín), nos importa destacar las cualidades vocales del único español en la ficha artística, el valenciano Nester Martorell, joven tenor en el papel de Turiddu, la enamoradiza víctima mortal.
Como el portentoso barítono Venceslav Anastasov, de familia de grandes cantantes de ópera de Bulgaria, que ya estuvo aquí en Octubre con la ópera Macbeth. Grande Venceslav en el papel de Alfio el carretero, marido ‘burlado’ y ejecutor del código de honor… Por culpa precisamente de Lola (Tatiana Luchian, primera mezzosoprano del Teatro Nacional de Moldavia, dulce y discreta en su voz). Y en medio del paisaje, el papel de Lucía, la sufridora madre de la víctima (Tatiana Spasskaya, mezzo rusa, primera mezzo del Teatro Nacional de Odessa, Ucrania).
Por fin, en el papel de Santa o Santuzza, la novia de Turiddu, que se entrega por completo a su prometido, y viendo que él la desprecia por Lola, la esposa de Alfio, decide poner en conocimiento de éste la situación. Cuya realidad es la desencadenante de la tragedia. Para este papel, nadie mejor que la mezzosoprano dramática Olga Perrier, una diva dentro y fuera del escenario. Nacida en Odessa, ocupó durante siete años el puesto de soprano principal de la Ópera de Ordessa.
Residente en París desde hace años, tiene en su repertorio las obras operísticas más notables, tanto de compositores rusos como franceses, italianos o alemanes. Y participa al máximo nivel en las grandes producciones europeas de Inglaterra, Escocia, Irlanda, España, Italia, Suiza, Alemania, Francia y Bélgica. Toda una sorpresa y un honor, el poder aplaudir en Ciudad Real a Olga Perrier, que además de su lengua materna utiliza habitualmente la lengua francesa, al residir en Paris… Ahora, después de Pontevedra, Burela y Vilalba con Cavallería y Carmen, el 1 de abril toca a toda la compañía la vuelta a casa…