Los clásicos dominaron en la noche de la Antigua Universidad Renacentista de Almagro, donde la disparatada historia de ‘Céfalo y Pocris’, la única comedia de Calderón de la Barca, surgió de las entrañas de la mitología griega para ofrecer una estampa burlesca del amor romántico y el poder de la monarquía.
En una coproducción de Teatro del Velador y GNP, Juan Dolores Caballeros rescata el viejo mito de Céfalo bajo el auspicio del Siglo de Oro. El poeta romano Ovidio cuenta en una de las ‘Metamorfosis’ que la celosa Procris murió accidentalmente abatida por su marido, que la confundió con un animal cuando le espiaba escondida entre los matorrales.
Mujeres, hombres y vasallos
Poco tiene que ver ‘Céfalo y Pocris’ de Calderón de la Barca con el mito griego, pues busca el “artificio teatral” y el “ingenio literario”. Dice Juan Dolores Caballero que la obra, “lejos de ser una antigualla, se convierte en una apuesta de modernidad, una exposición ridícula y grotesca sobre el poder entre el hombre y la mujer, entre rey y vasallos”. Ha tenido su estreno absoluto en el 43 Festival de Teatro Clásico de Almagro.
Así, los reyes, príncipes y damiselas galantes típicos del Siglo de Oro dan paso a una historia desbaratada con puntos álgidos en los que reina el caos. Calderón de la Barca ríe sobre la libertad de los reyes a hacer lo que les plazca, ya sea para matar a un inocente o para convertirlo en su yerno a los poco minutos. Expertos han tildado la obra como una de las más representativas e ingeniosas de la “alta comedia”.
Incluso, la obra sube de tono a través de unas cortesanas deseosas de encontrar hombría y de unos príncipes dispuestos a regalar el oído de cualquier mujer, aunque su mejor ornamento en el pelo sean las liendres. Así pues, los personajes son dientones, feos y amorfos, y el atrezo es modesto, aunque está coloreado por los miriñaques.
Un texto enrevesado y un enano dispuesto a matar a diestro y siniestro
Acciones burlescas, fingimientos y “guiños de inteligencia”. Es el resumen de ‘Céfalo y Pocris’ de Juan Dolores Caballero, con un texto difícil y enrevesado, que ha sido todo un reto para los actores. La actuación del enano, J. Ignacio Pérez, con porra en mano dispuesto a matar a diestro y siniestro como prolongación del mando del mismísimo rey, fue magistral; y la voz de Belén Lario como Pocris, destacó por su tremenda fuerza y desgarro.
Solo la posibilidad de disfrutar de las artes escénicas en el espacio conocido como AUREA, de paredes ocres y arcos de pedio punto, es un lujo, tanto como escuchar como las melodías de un violonchelo inundan cada uno de sus rincones. Eso sí, la acústica del lugar y las melodías que salían de las cuerdas en ocasiones jugaron en contra de los actores.
Teatro en tiempos del Covid
En el tiempo del Covid, el aplauso no solo fue para los actores, alguno de los que incluso llegó a utilizar mascarilla, sino también para el público que aguantó con divertimento y más de un “olé” la salida sosegada de las personas que ocupaban cada fila una vez que terminó el espectáculo.