Lo escribió la profesora y traductora argentina Nydia Lamarque en su interesante y amplio ensayo sobre el poeta francés y, principalmente, refiriéndose a Las flores del mal, su obra más reconocida universalmente: “Ilustres y anónimos, críticos y público se han dejado y se dejan influir inconscientemente por el eco tenaz de los odios contemporáneos del poeta, por las infinitas malaventuras de su vida, por cuanto el destino de Baudelaire tuvo siniestramente inadecuado para su persona y para su genio. Las anécdotas grotescas que los falsos amigos se ocuparon en inventarle, siguen teniendo curso, como se ve, en las páginas de los estudios que debieran ser serios”. Sobre todo atentos y rigurosos sobre su poesía, que lo que ente caso realmente importa. Tiempos aquellos –la convulsión social e intelectual que produjeron la Ilustración y la Revolución francesa – crearon todo un climax apasionante. Sólo algunos verdaderos ingenios como Víctor Hugo comprendieron la dimensión de los poemas de Charles Baudelaire.
Fueron muchas las celebridades de aquel tiempo que no llegaron a entender la dimensión de la obra del autor de Las flores del mal. Y no me refiero, únicamente, a figuras consagradas como Jean Paul Sartre, quien se preocupó, sobre todo, a lo que fue la vida sexual y libertaria de Baudelaire. Como señaló la mencionada Lydia Lamarque, prologuista y traductora del volumen donde se incluyen los mejores poemas del mencionado autor . “¿El lírico más suntuoso de la lengua francesa o un poeta de recursos limitados, casi prosáico? ¿Satánico o angélico?” La furiosa polémica que se desató en su día aún continúa, prevaleciendo siempre las creencias e ideologías de sus críticos y estudiosos. Y de esto se cumplen ya muchos años, pues en los pasados días primaverales de abril, justo el nueve, se ha cumplido el bicentenario de su nacimiento, que los franceses están celebrando con admiración y respeto.
Entre mis apuntes sobre el autor de Las flores del mal conservo uno del entonces joven periodista Juan Villarín en el que indagaba acerca del poeta y su época, distribuido por la ya desaparecida agencia Hispania Press. Se refería Villarín a la influencia literaria y personal de dos autores inolvidables de aquel tiempo: “Por entonces, un borracho americano, un epiléptico, un degenerado al que algunos llaman poeta y que responde al nombre de Edgar Allan Poe consigue interesar a Baudelaire en sus obras y queda confirmada la fusión de dos espíritus parejos que diabólicamente vivos se retuercen en el fango de lo que sería la causa de su muerte: atacar a la verdad de lo sucio ensuciándose ellos mismos”. Charles Baudelaire queda deslumbrado ante aquellas páginas tremendas de Poe y comprende que sus flores del mal también tienen sus luces propias; sabe que la poesía es omnibora y cualquier alimento le vale para acercarse a la verdad.
La verdad, los sentimientos, el amor y la vida, un conjunto de metas que siempre nos aguardan, que alientan la existencia humana desde la más remota antigüedad. Mallarmé, otro escritor genial estaba convencido de que el mundo fue diseñado con el principal deseo de terminar en un libro deslumbrante y lleno de enseñanzas; de enseñanzas que no siempre están de acuerdo con nuestros principios y conveniencias. Puede que este sea el drama de los grandes genios. La Enciclopedia de Diderot y d’Alambert dio paso al Simbolismo, a la Ilustración, las grandes aportaciones del siglo XVIII a la cultura occidental, y de los llamados poetas malditos entre los que figuran Poe y Baudelaire, olvidados por no pocos rectores de la sociedad y poco a poco recordados por las nuevas generaciones. Cuesta comprender aquel salto intelectual. Baudelaire entendía, por ejemplo, que el más alto placer del amor consistía en la conciencia de estar haciendo el mal.
Estos versos del poema titulado La destrucción, incluido en Las flores del mal, nos acercan y esclarecen la polémica: “Sabiendo que amo al arte más que a nada en el mundo,/ toma a veces la forma de atractiva mujer,/ y bajo de especiosos pretextos, quiere hacer que acostumbre mis labios a todo filtro inmundo./ Y así de la mirada de Dios me lleva lejos,/ jadeante y de fatiga, a los reflejos/ de las hondas llanuras, del hastío desiertas”… Poetas del estremecimiento aquèllos considerados malditos,por tantas generaciones como es el caso de Charles Baudelaire, auténticos precursores de una evolución literaria que, incluso, fue más allá de sus propias creencias. Lo demostró en su comportamiento con las dos mujeres que realmente amó y jamás abandonó en los peores momentos de sus vidas. Me refiero a Juana Duval y a Madame Sabatier, éste un amor absolutamente platónico. Como queda apuntado, nos hallamos en su bicentenario y Baudelaire merece ser recordado. Su tumba, modesta, se encuentra en el cementerio parisino de Montparnasse.
