A Ángel Crespo “se le nublaban los ojos cuando hablaba de Ciudad Real”. Para él, era como Ítaca para Ulises y su ‘patria chica’, donde está lo primigenio, se halla de forma muy presente o latente en su obra, resaltó Antonio Piedra, director de la Fundación Jorge Guillén de Valladolid, que participó en el homenaje ofrecido este martes al poeta y traductor en el Teatro Municipal Quijano.
Piedra, responsable de la Fundación a la que el escritor ciudarrealeño legó “uno de los archivos literarios más ricos e importantes de la literatura española”, calificó a Crespo de un poeta “capital” e “irrepetible” por su reinterpretación de la vanguardia y porque, al escribir desde muchas lenguas, entiende la poesía “con el eco universal que tienen las cosas, la palabra y el sentido del entendimiento”. Su obra es la de un gran poeta, “indomable” y que lleva a Ciudad Real a todo el mundo como parte de lo que “realmente importa”, expuso Piedra en el acto previo al descubrimiento en la calle Ciruela de una placa en torno al lugar -el número siete- en el que estuvo la casa donde nació Crespo. La alcaldesa, Pilar Zamora, el concejal de Ganemos, Jorge Fernández, y el edil del PP, Pedro Lozano, fueron los encargados de descubrir la placa en la que se puede leer ‘Quien no descubre el mundo todos los días no lo ha visto nunca”.
A propuesta de Ganemos y con el apoyo de toda la Corporación Municipal, se llevó a cabo este reconocimiento a la figura de Ángel Crespo, cuyo sobrino, Ignacio García Crespo, indicó que era “tremendo” que una persona a la que, entre otras distinciones, se le entregaron las Llaves de Venecia, el Premio Ciudad de Barcelona y la Medalla de Oro de Dante, no tuviese un reconocimiento mínimo institucional en su ciudad natal.
García Crespo, que leyó un escrito del profesor de la UCLM, Jesús Barrajón, quien estimó como un acto de justicia este homenaje a “uno de los mayores poetas de la segunda mitad del siglo XX”, confió en que este reconocimiento sea el “primer paso” para seguir ahondando en la figura de un autor con muchas facetas por estudiar y divulgar y en torno al cual se podrían, por ejemplo, organizar jornadas de estudio y lecturas poéticas, así como ediciones de sus obras.
En el acto, Zamora, que recordó sus raíces familiares de Alcolea de Calatrava -un municipio esencial en el universo creativo de Crespo-, recitó un poema que “hace soñar” como ‘Con la siniestra mano’ y destacó que los ciudarrealeños se merecen que en sus calles se recuerde a quienes hicieron grande esta ciudad. Por su parte, Fernández indicó que Ganemos propuso a través de una moción, respaldada por el resto de grupos municipales, la reivindicación de mucha gente relacionada con la cultura de “hacer justicia” con un autor de gran relevancia a nivel internacional al que “la ciudad había olvidado, había dado la espalda” puede porque “tuvo la mala fortuna de pensar diferente en una ciudad en la que durante unos años era complicado ser diferente. Afortunadamente eso parece que está empezando a cambiar y se está haciendo justicia con uno de los autores importantes de la ciudad que requería de este reconocimiento” como comienzo de una nueva relación entre Ciudad Real y Ángel Crespo de manera que las nuevas generaciones le conozcan y lean su obra.
El lugar del que nunca se fue
En su escrito, Barrajón expresó su satisfacción porque se reconozca a Crespo en Ciudad Real, el lugar del que, en realidad, “nunca se fue”. En Ciudad Real publicó en 1950 su primer libro importante, ‘Una lengua emerge’, e impulsó la revista Deucalión de vital importancia para comprender el movimiento postista y la amplitud de miras de este poeta que, primero, se instaló en Madrid y más tarde impartió clases en diversos países como Puerto Rico y Suecia hasta que en 1988 se instaló en Barcelona.
De los años de infancia, permanecen siempre en su poesía esencias agazapadas, más en la ilusión que en la referencia directa pero perceptibles “en su modo de nombrar los elementos de la naturaleza”, indicó Barrajón, que se refirió a poemas en los que elementos de Alcolea y La Mancha conviven con, por ejemplo, protagonistas y espacios florentinos. En su creación poética, los sentidos “regresan porque nunca se fueron” y, en este sentido, aludió a la reflexión ‘Irme fue mi modo de quedarme para siempre’, de José Ángel Valente.
En el poema ‘Arte poética’, de su etapa de plenitud, Crespo habla de ‘violentar a las palabras, a las propias y a las ajenas, como se violenta el barro para darle forma de jarra”, el árbol para domar el agua o el trigo para obtener la hogaza, señaló Barrajón, que destacó que en la poesía de esencia cuasi metafísica, “de deliberada condensación conceptual y formal, su arte poética se puebla de los vocablos que han estado siempre y no han dejado de estar, aunque entre tanto, quien escribe se haya hecho un sabio y haya hablado mejor que nadie de Juan Ramón Jiménez, Dante o Pessoa”. “Las formas esenciales de la jarra, el árbol, el agua, el trigo y la llama vividos y sentidos en su Ciudad Real de niño” son recurrentes como verdad completa en sus poemas.
En este sentido, el artista en busca de su voz y palabra por los caminos de la experimentación y pensamiento filosófico retorna al lugar en el que nació y del que nunca se fue.
Almohada feliz
Por su parte, Piedra, a quien Crespo y su segunda esposa, Pilar Gómez Bedate, encomendaron conservar y difundir un grandísimo archivo literario que dijo siempre estará a disposición de Ciudad Real, recordó lo fantástico que era escuchar al poeta manchego contando cómo eran las calles, las flores, las estaciones y las personas de su ciudad natal y cómo los relacionaba con hechos buenos y atroces. Si le interrumpía, al poco continuaba hablando de jaras, nombres, perfumes, amigos y no tan amigos y hasta de Angelín que a las sandalias llamaba andalias.
Piedra expresó su satisfacción por el reconocimiento a Crespo de los suyos en su casa a la que se regresa tras la aventura de la vida y la muerte para permanecer en plenitud. Como Ítaca para Ulises, todo empezó aquí para Crespo, donde se debe encuadernar todo lo que en la vida está desencuadernado.
La patria está donde quiera que se está bien, sentenció Cicerón, donde lo primigenio descansa, se esté donde se esté, como en una almohada feliz. Y esto era lo que sentía Ángel Crespo cuando hablaba de Ciudad Real, “como si reposara la cabeza en una almohada feliz”.
“Y felices deben sentirse sus paisanos, familiares, amigos, estudiosos y alcaldesa, porque hablamos de un gran poeta que llevó a Ciudad Real por todo el mundo como se llevan las cosas que verdaderamente importan”, agregó.
“Sin Ángel Crespo la poesía contemporánea tendría un inmenso vacío a la hora de explicar las vanguardias”, destacó Piedra, que resaltó del autor ciudarrealeño la reflexión como crítico sobre la historia del arte contemporáneo, el compromiso del poeta con la sociedad que sufre y lucha por la libertad de pensamiento, su sabiduría privilegiada que confirió dignidad al proceso de creación, su don de lenguas dando a la traducción un rango de fiabilidad que antes no tenía, de manera que “no importa que otros hayan traducido antes o después a Dante o Pessoa por ejemplo porque sus traducciones son la continuación en español de la misma realidad creadora”, y, sobre todo, su poesía que tiene un peso de larga duración en la memoria, en el descubrimiento de las cosas ocultas, en la reflexión filosófica, en la ética del escritor y la estética de la palabra.
Piedra animó a la intelectualidad a estudiar la poesía de Crespo en profundidad e instó a los políticos a que nunca jamás quede excluido este autor de la cultura de la ciudad porque recuperar su espíritu es como recuperar “las pulsaciones de esta tierra”.
En el acto, participó también el poeta albaceteño Amador Palacios que resaltó el “jugoso inventario” de elementos de la naturaleza que hizo Crespo en su niñez en los paisajes de Alcolea, donde “experimentó intensísimas vivencias”, y que constituye un “elemento decisivo en su sentimiento, pensamiento, temperamento y obra poética a lo largo de los años”. Ese cariño por la naturaleza vivida en Alcolea llegará a fundirse en poemas en los que refleja su admiración por ciudades italianas como Florencia, donde recibió la Medalla de Oro de Dante por su “impecable traducción de la comedia dantesca”, o Venecia, donde reconocía encontrase como en su pueblo.