A. R.
Ciudad Real
Los hombres-bombo kamikazes, como los llaman en Bénin, transportan en sus motocicletas, con depósitos trucados y cargadas “hasta los topes” de garrafas, gasolina y en caso de tener un accidente en las zonas donde se sitúan los puestos de venta ambulante ilegal de este combustible, que están separados entre diez y veinte metros unos de otros, pueden generar una trágica “reacción en cadena que ha originado que mueran cientos de personas” en estos incidentes, indicó ayer el fotógrafo vallisoletano Javier Corso, que inauguró en AlumbreSite la exposición ‘Essence du Bénin’, una muestra que pone “la lupa encima” de un país muy poco conocido y en el que existe toda una estructura paralela al Estado en torno al tráfico ilegal de gasolina.
La muestra, integrada por una treintena de fotografías en blanco y negro, refleja la peligrosidad de la principal actividad económica sumergida en Bénin y de la que dependen “numerosas familias” para subsistir, en muchos casos como complemento a la agricultura. Iniciada esta actividad en los años 70 por discapacitados físicos, que viajaban a Nigeria para transportar hasta Bénin en motocicletas trucadas con depósitos de grandes dimensiones, para así ganarse la vida, “alguien vio que aquello era lucrativo” y se ha creado “todo un cártel” de la gasolina, essence en francés, completamente “jerarquizado” y que cuenta con “tal poder que en muchos casos los políticos que gobiernan los han puesto” los propios traficantes.
En 40 años, el Gobierno de Bénin no ha tomado iniciativas para asegurar el abastecimiento de gasolina en un país donde el transporte estrella es la motocicleta –en la propia capital hay “seis gasolineras legales de las que sólo dos están en activo”-, en las gasolineras legales el precio del combustible es casi tres veces más caro que en los puestos de suministro ambulantes irregulares y ha habido campañas políticas “directamente financiadas” por líderes traficantes que tienen actualmente el poder de impulsar iniciativas en contra de los políticos que “no cumplen con sus promesas” con estos “capos” del tráfico ilegal “hasta que los destituyen y ponen a alguien que les deja trabajar”.
Pocas alternativas
La solución “más factible” sería “convertir en legal, en una especie de empresas asociadas al Estado, lo que ahora es un mercado completamente negro” del que, así mismo, dependen mujeres, discapacitados, jóvenes universitarios e incluso niños ya que es una de las pocas alternativas de trabajo que tienen para sacar adelante sus familias, considera Corso, que realizó este trabajo junto a la periodista Neus Mármol y el camarógrafo Lautaro Bolaño, proyecto del que surgió el resultado fotográfico de la muestra, un documental de 30 minutos y publicaciones de textos e imágenes en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales.
Este trabajo está en la línea de los proyectos que el fotógrafo pucelano tiene previsto realizar en el futuro de contar, a través de historias humanas y locales, realidades globales que ocurren no sólo en el país donde suceden sino que se repiten, con sus particularidades específicas, en otras partes del mundo.