El libro consta de dos partes bien diferentes, ambas precedidas por un arduo trabajo de investigación y de campo. La primera es el estudio histórico propiamente dicho, mientras la segunda consiste en un repertorio de fotografías comentadas sobre el antes, el durante y el después. En la primera parte se nota la formación historiadora del autor, quien antes de centrarse en la zona geográfica elegida, hace una valoración general de lo ocurrido en el mundo rural español y documenta de manera prolija esta parte de la Historia tan cercana en el tiempo y tan lejana en su conocimiento. Tras el análisis general realiza un estudio detallado de las ciudades, los pueblos y las aldeas del Valle de Alcudia y Sierra Morena, fundamentado en un conjunto exhaustivo de datos esencialmente demográficos y económicos.
El libro recupera los ecos del pasado y a través de las fotografías y sus comentarios nos trasladan a un mundo condenado a la extinción. Se nota que el autor sabe de lo que habla y poco a poco va desgranado parte de su visión de un mundo que un día fue el suyo propio y lo hace con un lenguaje sencillo y campechano, pero a la vez riguroso. Ha sabido captar su esencia.
La segunda parte, dedicada a las imágenes, nos ofrece una ventana al pasado reciente de una forma de vida que durante años ha sido infravalorada y que ahora recobra su valor. Y, a través de los objetos, nos presenta a sus dueños, a veces con simples retazos; personas mayores depositarias de una sabiduría que durante años se ha trasmitido de padres a hijos y que ya no encuentra descendencia. Con ellos desaparece un patrimonio inmaterial, una forma de vida, y lo hace frente a nosotros, sin que a nadie parezca importarle.
De todo aquello apenas quedan los restos materiales, pero pronto no habrá quien sepa interpretarlos. De ahí la importancia de este libro, donde Eduardo ha querido inmortalizar los objetos, las casas, los edificios que lo conformaban, y lo ha hecho dotándolos de significado, explicándonos su función originaria y con ello hace historia de lo cotidiano. De especial relevancia me parecen las fotos de interiores, pues nos permiten entrar en el ámbito prohibido, de lo privado. Algunas de sus instantáneas parecen estampas costumbristas que nos muestran objetos cotidianos que, al desligarse de su función originaria, ya no son necesarios; sus nuevos dueños los cambian de escenario y les dotan de nuevo significado, decorativo las más de las veces. Pero Eduardo nos recuerda para qué servía cada objeto, nos desentraña el significado de cosas tan sencillas como el color de una pared o la función de unas aguaderas.
En suma, el lector podrá tener en sus manos un libro interesante y necesario, que nos traslada a los años entre 1959 y 1975, un momento de tránsito entre la sociedad rural tradicional y la urbana industrializada moderna, una parte de la Historia de la que apenas se ha escrito. Los cambios sufridos en España durante esos años fueron tardíos pero rápidos, han transformado con ansia nuestra historia reciente, que parece estar condenada al ostracismo.