‘El Brujo’ en su estado más puro y como un niño que juega en el escenario con voces del Siglo de Oro ha vuelto a triunfar de manera incontestable en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro.
Ha sido en la primera de las tres funciones del espectáculo ‘Dos Tablas y una Pasión’, que representará en el AUREA hasta el viernes con todas las entradas vendidas, que ha puesto de manifiesto el reconocimiento fiel y la complicidad de sus incondicionales.
Rafael Álvarez ha hecho otra vez las delicias de un aforo completo como lo viene haciendo desde que debutó en el certamen con ‘El Lazarillo’: gracias a su capacidad natural de encandilar desde el primer requiebro dramático, con la más naciente inflexión de voz, con la mirada más incipiente, o cuando apenas acaba de dibujar los movimientos cómicos para reflexionar sobre el amor, la transcendencia religiosa y la muerte, puntales creativos de la lírica barroca.
Y a este ingrediente principal, con los textos de Lope de Vega, Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Quevedo, Shakespeare, Teresa de Jesús o Fray Luis de León, bien apuntalados por el ejercicio de investigación, el actor le suma otro más irrefutable y exitoso, como es la improvisación y los comentarios sobre la actualidad política, en las últimas horas centrada en la sesión de investidura de Pedro Sánchez, la negociación entre partidos y la segunda votación en el Congreso prevista para dentro de unas horas.
En este sentido, las risas están garantizadas desde el inicio del espectáculo al confrontar entre sí a los personajes de Lope y Tirso de Molina, don Alonso (el caballero de Olmedo, defensor del amor noble), y don Juan (burlón de mujeres), y su similitud con las dos Españas.
“Ahora estarían en Supervivientes”, ha bromeado, a la vez que ha provocado momentos hilarantes al hacer referencia a los protagonistas clásicos con las conversaciones para que Unidas Podemos alcance una vicepresidencia en el futuro Gobierno español.
Sin apenas artificios escénicos ni escenografía (sólo una mesa con una calavera, un candelabro y un jarrón con varias rosas rojas) y una silla, el actor va esbozando el monólogo, sólo matizado por la música al violín y la pandereta de Javier Alejano, y subrayado por la proyección de pinturas que reflejan momentos históricos, como la supuesta relación entre el jesuita Francisco de Borja e Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, y el traslado del cuerpo fallecido de ésta desde Toledo a Granada, o el entierro del propio Lope de Vega en Madrid, además de otras alegorías sobre el amor liberador y redentor.
El diálogo fluido entre los textos barrocos, no sin que no haya momentos en los que “se me va”, se convierte en un recitado íntimo y cercano, dentro de la familiaridad que le da al actor su conocimiento como dramaturgo y como intérprete, que es precisamente lo que singulariza su forma de contar las inquietudes del hombre -el amor, la felicidad/infelicidad y la muerte-, que son las mismas desde que el mundo es mundo.
Al final, para agradecer los cerrados aplausos, ‘el Brujo’, que acaba de recibir en Almagro el Premio ‘Lorenzo Luzuriaga’, concedido por el sindicato FESP-UGT, ha valorado la complicidad de los presentes y de todos su públicos fieles, que le permiten como a un niño “jugar, buscar, encontrar y entender”.