A. R.
Ciudad Real
‘Don Álvaro Muñoz de Figueroa: un caballero sin sombra’ es el título de la investigación realizada por Molina sobre un hombre cuya vida “resume los ideales de la nobleza de la época” orientados hacia el linaje, la transmisión de la herencia y el apego a los principios de la Contrarreforma, siendo de gran relevancia que “la memoria perdurara en el tiempo tanto por el poder económico como por la devoción y defensa de la fe”.
Entre otras actuaciones, impulsó la creación de un pósito en Ciudad Real para guardar el grano de manera que, cuando hubiera carestía, evitar el hambre y que los labradores tuvieran simiente para sembrar, y realizó una dotación para alimentar a los niños huérfanos.
Así mismo, respaldó la construcción de la iglesia de la Merced y ayudó a la fundación del Convento de las Mercedarias de Miguelturra, además de “subvencionar y proteger” las obras que se realizaron en la iglesia de Santiago, comentó Molina que resaltó que Álvaro Muñoz de Figueroa, corregidor de Ciudad Real, fue un caballero a quien en su época “nadie podía hacer sombra”.
Descendiente
En la revisión realizada por Molina de su figura, indica que Álvaro Muñoz de Figueroa tuvo descendencia, un hijo bastardo, Juan Gabriel, al que legitimó en 1685. “Tenía pensado que su hijo heredara por lo menos el nombre”. No obstante, se hizo fraile mercedario y después se dedicó a “escribir otras cosas que no eran precisamente teología y sermones”. Con el pseudónimo de Pablo Cecina Rica y Fergel, firmó la autoría del tratado ‘Médula eutropélica calculatoria que enseña a jugar a las damas con espada y broquel’, que se considera “la biblia del juego de las damas españolas”.