El autor ha revisado y aumentado la edición y le ha escrito un prólogo. Hablamos sin mucha prisa de la gestación de “Tomelloso en la frontera del miedo” hace casi treinta años y de la época tan convulsa que relata. Para la foto nos vamos a la plaza de España.
—Veintiocho años después ve la luz la segunda edición de “Tomelloso en la frontera del miedo”.
—La primera edición es de 1991. Entonces era alcalde de Tomelloso Javier Lozano y me propuso publicar ese periodo de la historia de la ciudad del que Francisco García Pavón no quiso escribir: la República, la Guerra Civil y la inmediata posguerra. El proyecto me pareció muy bien, pero por entonces yo era profesor universitario en Nueva York y no podía trabajar al cien por cien en él. Pedí tres o cuatro becas para personas que hicieran una investigación previa durante un año, y así se hizo. Carlos Moreno Benito en la parte deportiva; Miguel Ángel González, que investigó sobre la guerra y Emilia García Bolós y Magdalena Aliaga que eran historiadoras. Posteriormente pedí una excedencia de un año y durante ese tiempo Emilia, Magdalena y yo ampliamos la información.
—¿Qué supuso para usted ese encargo? ¿Cómo lo vivió?
—Para mí fue una aventura. No soy historiador, como tampoco lo era Pavón, pero sé investigar. Estuvimos durante un año indagando en los archivos de Tomelloso y descubrimos muchos detalles de la vida cotidiana de la ciudad. No solamente los conflictos que pudieron surgir en una época tan convulsa, también la vida cotidiana. La cultura, el ocio y todo aquello que de alguna forma pudieron ser esas dos décadas. Fueron veinte años que marcaron profundamente la historia de Tomelloso.
—Recuerdo que el libro levantó una gran expectación y tuvo una gran acogida.
—Se agotó casi inmediatamente, pero han pasado treinta años y nadie se ha decidía a publicarlo, ni PP, ni PSOE, ni nadie. Y lo he reeditado en la editorial Almud.
—Supongo que habrá revisado y ampliado el libro.
Al publicarlo de nuevo hice una revisión general, puse al día la bibliografía y añadí un capítulo sobre la familia Arrarte y la Cooperativa de Pequeños Colonos La Protectora de Tomelloso que publicamos en este diario. Sobre todo, insisto, era un libro que me pedían, incluso de países extranjeros como Estados Unidos.
—Aunque lo haya contado muchas veces, el título de la obra tiene que ver mucho con Pavón.
—Sí, es una cita directa de un relato de Pavón, donde él muy sabiamente decía que cuando acabó la guerra “estábamos en la frontera de un miedo que se iba y otro que llegaba”. Pavón no quiso escribir directamente la historia de ese mundo que venía y del que pasó, que fue tremendo. Estoy seguro de que lo hubiera hecho mucho mejor que yo y con mayor conocimiento, por lo menos desde el punto de vista humano. Pero, de manera muy atrevida, dice en sus cuentos lo que podía haber contado en la Historia de Tomelloso. Para mí fue una fuente fundamental.
—Y también tuvieron otras fuentes, creo que las orales fueron muy importantes.
—Claro, tuvimos en cuenta muchas fuentes. Las orales, que desgraciadamente se han perdido, fueron fundamentales. Esa memoria oral o popular, la contrastábamos con la documentación que había sobre los hechos y con los relatos de Pavón. Es decir, el libro es una mezcla de investigación, memoria oral y la obra de Pavón.
Nosotros hablamos con mucha gente, algo que nos daba una visión diferente de los hechos reales. Era muy interesante como muchas personas mitificaban los hechos ocurridos como la “venía” o el “ciclón”. Es fascinante explorar la memoria de las personas comparándola con los datos reales.
—Una época en la que las artes y la cultura de Tomelloso florecieron aún más.
—Esa tradición de una actividad cultural bastante activa y brillante de Tomelloso no se rompió ni durante la república, ni durante la guerra, ni la posguerra y de la cultura se habla en cada uno de los capítulos del libro.
—El carnaval y la prostitución han sido una constante en la historia de Tomelloso.
—Claro. El carnaval aquí era una forma de protesta social. En los carros de Talía se representaban obras que eran una crítica a los poderosos. Hoy sería políticamente incorrecto hacerlo. En esos tres o cuatro días la gente decía cosas que no se pronunciaban cara a cara o en público. Ha sido algo que siempre ha permanecido ahí… Tomelloso siempre ha sido un poco rebelde respecto al poder.
La prostitución estuvo protegida durante la guerra y durante el franquismo. Aquellas mujeres cumplieron una labor importantísima para los hombres de Tomelloso. Durante la dictadura de Franco fue uno de los pocos lugares donde permaneció. Aquí la gente no le gusta hablar de esa tradición. Aunque, hay que decir, que ahora es repugnante, la prostitución es una trata de personas que hay que erradicar.
—¿Con qué se queda de Tomelloso en la frontera del miedo?
—Yo que vivía en Nueva York y solo venía a Tomelloso de juerga y a divertirme, había escuchado mucho hablar a mis padres sobre la historia de la ciudad. Aprendí mucho haciendo el libro, me quedo con que mi memoria personal se enriqueció mucho viendo los pequeños detalles de lo que ocurrió en Tomelloso en aquellas dos décadas tan problemáticas. Fue un ejercicio de aprendizaje importante, para mi propia identidad y la identidad del pueblo.