Julia Yébenes
Ciudad Real
Si una foto fija del escenario del emblemático Corral de Comedias de Almagro entre el 3 y el cinco de julio se hubiera transportado a una representación de los entremeses de Cervantes de hace cuatro siglos en el mismo espacio, no habría que contemporizar ningún elemento.
‘Teatro La Abadía’ se ha reencontrado con los Entremeses del autor del Quijote, según dice el director del espectáculo, José Luis Gómez, en el más puro ejercicio de teatralidad: el trabajo actoral, unos pocos elementos escenográficos, instrumentos de resonancia y la complicidad del público.
El entretenimiento y la diversión vertebran un espectáculo completo, dinámico, caricaturesco y entretenido. No hay nada más difícil en las artes escénicas que tener atrapado al público cuando se trata de piezas tan presentes en el universo teatral clásico como “La cueva de Salamanca”, “El viejo celoso” y “El retablo de las maravillas”, aunque en esta ocasión y en las tres funciones que ha acogido el ciclo almagreño, la demostración ha sido espléndida.
No hace falta más argumento que la relación entre la naturaleza y el hombre, con los elementos de aquella, árboles, pájaros, cantos, sol, agua y viento, y las debilidades de éste, la pasión, la locura, el engaño y la supervivencia.
Por ello, tanto en la composición dramática como en el enfoque del montaje hay absoluta libertad, aunque texto e interpretación surgen en un todo desde un trabajo colectivo bien ahormado y con la moraleja típica de hace cuatro siglos, perfectamente aplicable a la actualidad.
El trabajo interpretativo es inmenso, los actores están perfectamente coordinados en entonaciones, cantos, bailes y, sobre todo, en juegos físicos, los cuales han de estar perfectamente medidos para tropezarse, caerse o levantarse sin perder la comicidad. También cantan, bailan, tocan instrumentos, y cambian de imagen y de personaje sobre el escenario. Todo, sin perder el rictus de la diversión y el ritmo de las comedias cortas, que interpreta el elenco en torno a un árbol silente como símbolo de la creatividad.
Está presente y se siente la genialidad del autor, la cual deslumbra con la calidad artística que respalda el proyecto de ‘La Abadía’, que ha montado este espectáculo para conmemorar sus veinte años.
Lucidez
Todos los personajes, y así se refleja, tienen una presencia ridícula, se enmarcan en el entorno rural y son estudiantes, rufianes, soldados, mozas y viejos resabiados, aunque sus proverbios y refranes alcancen una lucidez apabullante.
En ‘La Cueva de Salamanca”, la diversión está garantizada, con una ambientación y vestuario populares, para contemplar la parodia de la falsa desolación de la mujer de Pancracio, cuando éste le dice que tiene que marcharse unos días, y ella y su criada Cristina organizan una cena a la que invitan a un joven estudiante de Salamanca, que llega pidiendo hospedaje. El círculo se cierra cuando el esposo vuelve de manera repentina y lo engañan diciéndole que el chico estudia en la Cueva de Salamanca sobre demonios, y Pancracio pide que los haga salir, que no son otros que el barbero y el sacristán.
“El retablo de las maravillas” es esto, una deliciosa maravilla. No puede dejar de ser, por siglos que pasen, más actual y más oportuno al exponer como reales sobre un lienzo en blanco ficciones inexistentes, y hacer ver a la sociedad “más casta y ordenada” estos hechos para reforzar una conciencia colectiva, en este caso de cristiano viejo. El que no lo vea es judío. Los prejuicios y el fanatismo aparecen en esta joya encabezada por el sabio ‘Tontonelo’ y un alcalde.
Celos
No menos hilarante resulta “El viejo celoso”, un tema que al día de hoy tiene otras connotaciones más dramáticas. Pero lo bueno de la pieza teatral es la ironía de la vida. Este hombre mayor, Cañizares, acosado por los celos, mantiene encerrada a su mujer, Doña Lorenza, para que no pueda conocer a otros hombres más jóvenes, pero su vecina, la señora Ortigosa, le procura un amante, en complicidad con la criada Cristina, del que el viejo sospecha pero que no puede demostrar.
En resumen, Gómez ha hecho realidad su obsesión de convertir estas pequeñas obras en un espectáculo único y poderoso, tal y como desvela en la presentación del proyecto.