Si Platón levantara la cabeza disfrutaría de la réplica teatral al ‘banquete’ que concibió en su escritura como un ejercicio dialéctico de sobremesa, para que los comensales ejercitaran la oratoria en torno al amor, la guerra y los dioses.
En este simposio, los convidados conectan desde el principio con una dramaturgia que les activa los cinco sentidos y les propone hacer un viaje desde la imaginación vinculada a la ficción. Con la palabra como vehículo, y el verso y la música como cabeza de tractor, el encuentro entre actores y espectadores se convierte en un diálogo íntimo, emocional e intemporal que transciende la escena.
Así se vivió en 2018 y se ha vivido en la presente edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro con la representación de ‘El banquete’, un completo espectáculo concebido por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, a partir de ‘La especie fabuladora’, de Nancy Huston.
En torno a una gran mesa rectangular, unos magníficos actores y actrices comparten vino y emociones al encarnar con veracidad y sentimiento a los personajes del teatro clásico universal.
Dirigido por Helena Pimenta y Catherine Marnas, el montaje que ha acogido durante seis noches el patio del Palacio de los Fúcares ha cumplido las expectativas, y no sólo ha dejado un buen sabor de boca, sino ganas de más en la última sesión de este domingo.
Ha sido un éxito incuestionable, repetido cada día con la misma reacción: el público rendido al elenco entre aplausos y agradecido de haber participado en una inspiradora velada y en su narración imaginaria sobre las fortalezas y las debilidades de la naturaleza humana.
Los sueños, miedos o deseos se hacen carne con los pasajes de dramaturgos tan emblemáticos de los siglos de Oro españoles como Lope de Vega, Calderón de la Barca o Tirso de Molina, y de sus coetáneos internacionales Shakespeare o Molière, entre otros, interpretados por Lola Baldrich, Jesús Castejón, Rafa Castejón, Aleix Melé, Víctor Sainz, David Soto y Manuela Velasco.
Una propuesta original del simposio (que literalmente significa beber en común) en la que los propios intérpretes hacen de acomodadores y de maestros de ceremonias de este singular banquete, con platos servidos por Segismundo, Edipo, Hamlet, la Celestina, Julieta, lady Macbeth, Don Juan, Harpagón, Don Quijote o Don Juan.
Al son de una campana, actores e invitados brindan para celebrar festejos, lamentar ausencias, o condenar pérdidas, con momentos musicales a coro como la famosa ‘Tarántula’, con el que logran uno de los momentos más divertidos.
También resultan memorables los textos de Celestina reivindicando su papel en carne propia y ajena, don Quijote defendiendo a su ficticia Dulcinea, Hamlet atribulado por la existencia real o ficticia del ser humano, Segismundo reprochando la dureza a su padre, la dama boba desabrazando a su enamorado, Harpagón en busca del escondite para su fortuna, Julieta tejiendo su amor con Romeo, o Edipo ya ciego y desterrado por su maldad.
Todo ello trufado de movimiento actoral, y equilibradas réplicas, ajustados al ritmo de cada caracterización. Mientras tanto, el público imagina con los ojos cerrados, y ríe, se entristece o reflexiona al servicio de la ‘especie fabuladora’ (la humana).