M. Camacho/Ciudad Real
El Museo Nacional del Teatro de Almagro, que dirige Andrés Peláez y que este año conmemora su vigésimo aniversario, es por sí sólo un referente de las artes escénicas en todo el país que ha contribuido a situar Almagro, y por tanto la provincia de Ciudad Real, en el mapa cultural español.
Pero además de la importante labor que desarrolla a lo largo del año -y en la que se encuadran numerosas actividades organizadas por la dirección del centro museístico-, desde el año 2005 contribuye también a dinamizar la amplísima oferta del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro no sólo con la organización de destacadas exposiciones que luego recorren otras ciudades españolas y otros países, sino también con la cesión de su magnífico claustro para la realización de espectáculos musicales, recitales y teatro infantil.
El claustro, ubicado frente a la desaparecida iglesia de estilo gótico de San Bartolomé el Real, englobaba también diversas dependencias como corrales, huertas o caballerizas. Este conjunto palatino estaba formado por numerosos edificios construidos por los maestres y dignidades de la Orden de Calatrava desde el momento en el que la parte militar de la Orden de Calatrava se traslada a Almagro, que se convirtió en la nueva sede a partir de la primera mitad del siglo XIII.
De todo este impresionante conjunto quedan muy pocos restos porque ya en la antigüedad sufrió mermas, sobre todo tras la incorporación de los maestrazgos a la corona -durante el reinado de los Reyes Católicos-, cuando sus huertos fueron vendidos y en ellos se construyeron el colegio y el convento de la Compañía de Jesús.
Un importante incendio en el siglo XVIII, mientras hacía la función de cuartel de caballería, ordenado construir por el Conde de Valdeparaíso -Ministro de Hacienda de Fernando VI-, destruyó gran parte de lo que quedaba.
Con el traslado del convento de Calatrava en el siglo XIX, parte del recinto fue convertido en sacro convento mientras que la desamortización de Mendizábal (1837) favoreció que el resto pasase a manos privadas por medio de subasta pública. Los sucesivos usos y remodelaciones contribuyeron a que, de la época, sólo se haya conservado el patio con algunas dependencias.
Partiendo de los restos que quedan, se puede afirmar que sigue los dictados de la arquitectura mudéjar que reflejan la existencia de un importante contingente de moriscos en la ciudad. Moriscos que se veían favorecidos por las condiciones especiales de repoblación que -inspiradas en el Fuero de Cuenca- había adoptado la Orden de Calatrava y que garantizaba la seguridad de las minorías étnicas que vivían en Almagro.
Todo el conjunto ocuparía una manzana y estaba edificado en ladrillo elevándose en dos plantas. Se conserva solamente una construcción articulada en torno a un patio rodeado de galerías y algunas dependencias además de la torre. Es este patio el que actuaría como distribuidor de las diversas estancias situadas en las crujías contiguas a la galería.
El patio rectangular, no parece obedecer a un proyecto unitario, pues presenta diferentes tipos de ladrillo y de arquerías, lo que parece confirmar las distintas etapas en la construcción del edificio.
La arquería sur, correspondiente a la entrada desde la plaza, conserva tres arcos y parte de otro, uno de ellos tumido y los otros de herradura con alfiz y apoyados sobre pilares. La panda norte está formada por tres arcos de herradura encuadrados por alfiz y apoyados sobre pequeñas columnas con capitel troncocónico con decoración vegetal muy tosca y que, con bastante seguridad, fueron reutilizados de construcciones anteriores.
Los lados este y oeste poseen cuatro arcos de herradura con alfiz pero que descansan sobre pilares cuadrados de ladrillo con impostas de piedra volcánica de la zona.
El segundo cuerpo del edificio fue destruido en una de las restauraciones modernas, conservándose interesantes zapatas policromadas con decoración vegetal y emblemas heráldicos de la Orden y de los Maestres que lo edificaron. En alguna de las zapatas se ha conservado, como decoración, la cruz negra de los calatravos que fue cambiada a roja a partir de finales del siglo XIV.
La organización espacial a partir de este patio sería netamente mudéjar, configurándose espacios estrechos y alargados comunicados por puertas situadas en recodos. Las dependencias debían ser numerosas, pues los Palacios maestrales cumplían con la doble función de ser sede de la corte del maestre de la Orden y residencia de freires legos y a la vez, centro político, administrativo y judicial.
En las galerías alrededor del patio, y en algunas dependencias, se han conservado partes de las techumbres primitivas configuradas por alfarjes de madera planos con restos de policromía, se aprecian algunos cartuchos con escritura cúfica y escudos del Maestre Gonzalo Núñez de Guzmán (fallecido en 1404).
En estas galerías se puede apreciar el sentido mudéjar de la construcción y se confirma la presencia de alarifes musulmanes en la primitiva edificación del palacio.
Todo ello parece indicar, según informaron a Lanza fuentes del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, que las primeras obras se iniciarían en torno a la segunda mitad del siglo XIII, lo que quedaría avalado por la similitud de materiales y molduras de la galería este y oeste con las construcciones que se llevaban a cabo en el Sacro Convento de Calatrava la Nueva. A partir de este momento, se construiría gran parte del recinto y se sentarían las bases para las ampliaciones y remodelaciones posteriores.
Vicisitudes
La trayectoria vital del edificio a partir el siglo XVII quedará manifestada en un inicio de la pérdida de diferentes dependencias y en el cambio de usos. Así, por ejemplo, en la primera mitad del siglo XVIII, el edificio fue convertido en Real Cuartel de Caballería. Posteriormente los diferentes procesos desamortizadores del siglo XIX, aceleraron no sólo el deterioro sino también la mengua de diferentes partes de los Palacios Maestrales, cuyo destino fueron personas particulares que lo utilizaron como vivienda o local comercial.
A este desmantelamiento se puso fin con el proyecto de convertir las pocas dependencias que aún quedaban en pie -claustro y estancias palatinas- en sede del Museo Nacional del Teatro, y en 1994 el Ayuntamiento de Almagro cedió el edificio al Ministerio de Cultura para que se iniciaran los trabajos de restauración y recuperación de la antigua sede de la Orden de Calatrava.
Este proyecto de recuperación de los Palacios Maestrales permitió dotar a la nueva sede del Museo del Teatro de salas de exposiciones, biblioteca, almacenes, oficinas y, finalmente, el claustro mudéjar utilizado para la realización de exposiciones temporales y otras actividades entre las que se encuentran las desarrolladas por el certamen dramático.
En este sentido, para el Festival de Almagro el interés actual radica en mantener el nivel de uso que este edificio tiene y coordinarlo como espacio, lo que requiere de su máxima atención desarrollando programas de actuaciones patrimoniales y culturales con el fin de conservar y ofrecer un producto cultural de calidad.
En definitiva, la puesta en marcha del Claustro del Museo del Teatro como espacio del Festival de Almagro ha permitido ampliar los usos que tenía.
La utilización tan intensa y justificada del edificio, permite crear un marco de valoración patrimonial capaz de crear las necesidades suficientes, como para afrontar un interesante futuro.
