El mundo puede ser maravilloso si suena, y además en directo, la música de Paquito D’Rivera, quien puso en pie al aforo lleno del Teatro Municipal Quijano con la sensibilidad e ingenio de su jazz caribeño que lo mismo se adentra en las raíces populares de música de Venezuela o de Nueva Orleans que transmite savia vivaz a piezas clásicas.
Tras inaugurar el curso escolar en el Marcos Redondo, donde el Quinteto Airén interpretó su ‘Contradanza’, el prestigioso clarinetista y saxofonista cubano se subió al escenario del Quijano para dar rienda suelta a la creativa conexión con el pianista toledano Hernán Milla y el flautista también cubano Carlos Cano, ambos profesores del Conservatorio ciudarrealeño, que propició la grabación del álbum ‘Por la Rivera de Paquito’, merecedor del Independent Music Award (IMA) como mejor disco tributo.
Con una fabulosa, lúdica y repleta de sabrosura base rítmica integrada por los músicos cubanos Iván Ruiz al contrabajo, Yuvisney Aguilar a la percusión y Georvis Pico a la batería, Paquito D’Rivera demostró que Chopin bien podía haber nacido en la parte caribeña de Polonia y que a Mozart se le puede tocar en clave de un blues tan próximo y juguetón que hasta puede incorporar canciones infantiles como ‘Hola don Pepito, hola don José’.
Del álbum que Milla y Cano se sacaron de la chistera por su admiración a un músico que es toda una leyenda del jazz latino, tocaron, entre otras composiciones, el joropo venezolano de ‘La fleur de Cayenne’ y el enternecedor y mágico tema ‘Brussels in the Rain’, con un arreglo sumamente bello del pianista toledano. También sonaron ‘Con Chucho (Valdés) corriente abajo’, arreglado por Cano y en el que hubo un acople de sonido que de inmediato se remontó con el aplauso del público y el buen humor de D’Rivera, quien junto a sus compañeros homenajearon la genialidad compositiva de Ernesto Lecuona y la expresividad de un instrumento como el bandoneón.
Salió a escena Reynold Cárdenas con su fagot y se marcó un maravilloso diálogo con D’Rivera, quien rindió, así mismo, tributo a su amigo y estrecho colaborador durante muchos años el pianista Bebo Valdés con ‘Pa’ Bebo’, de Pepe Rivero. El público, entusiasmado, no dejó de aplaudir con calidez cada uno de los temas y, puesto en pie, reclamó un bis concedido con el divertido ‘Prikitimpimpom’, de Moisés Simons, que el respetable, satisfecho por haber podido presenciar la actuación de uno de los grandes maestros de la música a nivel mundial, salió tarareando más allá de la calle Ciruela.