Los cinco intérpretes, tres actores y dos actrices, ciertamente particulares, hicieron las delicias del público, al que, desde el primer momento arrancaron sonrisas y carcajadas. En un escenario circense, con un vestuario exagerado, uno a uno cantaron y bailaron el Va pensiero del Nabuco de Verdi, como una declaración de intenciones de lo que va a ser la noche.
Con un ritmo que no da tregua, se suceden las historias cruzadas y, siempre con la música de fondo, los personajes van desvelando entre bambalinas las pasiones ocultas y los anhelos de cada uno de ellos, que traerán consecuencias disparatadas e impredecibles. Y ahí, con el humor del que siempre hace gala Yllana, salen a escena amores y desamores, sueños y desvelos, desesperaciones y esperanzas.
Y qué sería de Yllana si en cada representación no derribase la cuarta pared. El escenario se queda pequeño y los intérpretes se bajan a la platea, cantan entre el público, bromean, animan a cantar… incluso invitaron a un joven a subirse al escenario.
Fue una noche para recordar (como avisaba el programa de mano). La trama sirve para que los intérpretes se luzcan con piezas famosas de la ópera como la Habanera de Carmen, el Vesti la glubba de Pagliaci, el Dúo de las flores de Lakmé o Nessun dorma de Turandot. El público, insistimos, disfrutó de la puesta en escena ingeniosa, río, participó del espectáculo y derramó alguna que otra lágrima de emoción.
Y como no podía ser de otra forma, los intérpretes recibieron una gran ovación por parte del respetable, puesto en pie durante varios minutos.