Hace unos días asistí a una conferencia del doctor y escritor don Ángel Martínez Samperio, personaje tan querido y respetado en el Ateneo de Madrid, donde el acto se celebró. Uno de los motivos principales era la conmemoración del centenario de José Saramago, premio Nobel de literatura en 1998 y nacido el 15 de noviembre de 1922, autor de libros como “Ensayo sobre la ceguera” y “Las intermitencias de la muerte”.
Martínez Samperio nos recordó en su conferencia palabras y pensamientos muy puntuales del autor lusitano. Por ejemplo: “No puedo decir que las circunstancias no cambien. Están cambiando aceleradamente, pero pongo en duda que sea humanamente”. Por tanto éste y el pasado 2022 son años que caben dentro de la celebración de su centenario. Hemos vuelto, entiendo yo, a la confusión y a las guerras, lo cual resulta muy preocupante.
Las rebeldías y el pensamiento de Saramago fue el argumento principal de la conferencia de Ángel Martínez Samperio. Nos recordó páginas fundamentales del gran escritor lusitano: “Dentro de nosotros, dijo, “hay algo que no tiene nombre, y esa cosa es la que somos”; o esta otra: : “Qué clase de mundo es éste que puede mandar máquinas a Marte, pero que se muestra impotente ante la masacre de seres humanos?”. Hemos vuelto a los valores fundamentales, a las rebeldías y clarividencia de Saramago, al contenido de sus libros, a su devoción por autores como Luis de Camoës o Fernando Pessoa, figuras principales del siglo de oro portugués, el primero, y de la poesía en carne viva, el segundo: “Ah ¿quién escribirá la historia de lo que podría haber sido?/ Será, si alguien la escribe,/ la verdadera historia de la Humanidad”, versos de Pessoa.
Me resulta pertinente y necesario, manifestó Martínez Samperio, poner a José Saramago como ejemplo donde la vida se vincula a la política y a la sociedad como actitud ética, fundamentalmente, tomando como referencia algunas de las frases de Marx y Engles: “Si el hombre es formado por las circunstancias, entonces será preciso formar las circunstancias de manera más humanas”. También don José Ortega y Gasset se refirió a este asunto, aunque en un sentido más social que político cuando se refirió a “el hombre y su circunstancia”, en uno de sus libros más conocidos. De Ortega y Gasset comentó un día Juan Pablo Fusi, en ABC: “Por lo menos, nadie ha generado en este país un repertorio tan considerable de incitaciones”.
Ángel Martínez Samperio mencionó una antigua entrevista que le hizo a Saramago el colaborador de un periódico de las islas Canarias, el cual le preguntó cómo se materializa el compromiso del artista, del escritor, del intelectual con su tiempo. Y esta fue la contestación: “Los orígenes campesinos fueron los que determinaron mis ideas políticas que, de todos modos, desde muy joven comprendí que un mundo basado en la desigualdad de oportunidades y en la explotación de seres humanos, jamás seria un mundo justo y llamado a la paz y que en mi oficio de escritor nunca se había apartado de mi conciencia ciudadana”. Palabras que nos valen para ahora mismo.
Cierto que el prestigio de José Saramago llegó a Europa y al mundo antes de que se le concediera el Premio Nobel, destacando los méritos de volver comprensible una realidad tan pluralmente interpretativa con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía. Y es que Saramago no sólo fue un buscador de la realidad, de la trascendencia, sino también un gran poeta, como demostró a lo largo de su obra. Lo había dicho antes don Antonio Machado: “Ni mármol duro y eterno/ ni música ni pintura/, sino palabra en el tiempo”.