Ramón Ruiz
Almagro
‘El Brujo’ es un maestro de la escena y el lunes volvió a demostrar su maestría en la Antigua Universidad Renacentista de Almagro. Su capacidad de habitar el texto y bailar con él, lo convierten en un actor único que encarna en sí mismo todo un subgénero del monólogo teatral.
Siguiendo la tradición de los juglares y los trovadores, pasando por la actualización de Dario Fo, el actor pertenece a esa raza de narradores capaces de poner cuerpo y alma al servicio del relato, facilitando de esta forma que el espectador se sume al encuentro desde lugares más profundos que el cerebro.
Atacando al mismo tiempo la barriga y el corazón, otra de las muchas cualidades que atesora ‘El Brujo’ es su capacidad de recolectar la energía que proviene del patio de butacas para jugar con ella hasta convertirla en parte del espectáculo. También el lunes el público de la Antigua Universidad Renacentista se puso en manos del actor desde el primer instante del monólogo y se mantuvo en todo momento conectado y expectante ante cada uno de los vericuetos narrativos del maestro de ceremonias.
El humor es el hilo con el que se teje esta conexión. Ni el calor que hacía en la sala a las ocho de la tarde ni los consiguientes abanicos que se interponían entre el escenario y la mirada del espectador fueron impedimento para que un torrente de carcajadas y aplausos interrumpiera periódicamente a un actor que los acogía con la naturalidad de quien ha aprendido a vivir con ellos.
Saliendo y entrando al texto de la obra, como si estuviera en zapatillas de andar por casa, ‘El Brujo’ conectaba el trasfondo sapiencial que habita en estos ‘Misterios del Quijote’ con un aluvión de comentarios satíricos sobre la actualidad. Rajoy, Montoro o Pablo Iglesias aparecían constantemente, como por arte de magia escénica, en mitad de los polvorientos caminos manchegos del siglo XVII. Y el público celebraba una y otra vez estos juegos anacrónicos y también la familiaridad con la que el actor salía y entraba del hilo narrativo del montaje para lanzar sus guiños cómicos.
Misterios conocidos
En cuanto al contenido concreto de la obra, estos ‘Misterios del Quijote’ se sirven del metarrelato introducido por Cervantes sobre la autoría de la novela, y jugando con esta hipótesis va destilando algunos de los pilares filosóficos del Quijote.
Con una escenografía “minimalista” (cuatro luces y una mesa) y partiendo de la metáfora de la rosa como pilar de la búsqueda quijotesca, ‘El Brujo’ cuenta, recita y baila algunos de los pasajes más conocidos del Quijote: cuando se arma caballero, la liberación de los presos, el encuentro con la princesa Micomicona o su muerte. También incluye el montaje un breve resumen de siete minutos, en el que el actor juega con ritmos flamencos, a medio camino entre el recitado y el canto.
Quizás a alguno de los aficionados más fieles al Festival de Almagro, les suene de algo estos elementos. Y con razón. El claustro de los Dominicos, en el año 2005 -que también fue año de centenario cervantino- acogió la representación de ‘El ingenioso caballero de la palabra’, un montaje en el que ‘El Brujo’ también se adentraba en la sabiduría del Quijote. Yo estuve en aquel montaje y muy poco, más allá del nombre y de los sujetos de los chistes, ha cambiado en estos once años. A pesar de las novedades anunciadas en la rueda de prensa previa, en la que aseguró que este montaje ponía más el foco en la segunda parte del Quijote, lo cierto es que el esqueleto formal es prácticamente idéntico, en ocasiones hasta algunas de las chanzas parecían calcadas. Más que por una mirada enriquecida a la inmensa sabiduría del Quijote, el espectáculo se diferencia por las alusiones anacrónicas y no por su trasfondo. Entonces los sujetos de la sátira eran Zapatero y Aznar, ahora son Rajoy y Pablo Iglesias. Poco más.
Hay gente que critica a ‘El Brujo’ porque es fiel a su estilo y nunca se apea de él. Nunca he compartido esta crítica, su forma de hacer lo que hace es magistral y parece lógico que uno se vuelque en lo que sabe hacer bien en lugar de andarse con experimentos. Pero como decía Quijote (que también es de Lanza -en astillero-), “el amor y la afición con facilidad ciegan los ojos del entendimiento”.
No está de más que, ya que desde el público solo recibe ovaciones, alguna lanza le azuce para que el maestro no se acomode en su propia maestría y comparta con nosotros un poquito más de ese inmenso talento que atesora.
“La misericordia brilla más que la justicia”, dice el propio actor sobre el escenario. Por eso el respeto que merece un showman del espíritu de la envergadura de ‘El Brujo’, eclipsa la indignación de sentirse un poco engañado.
Ni uno solo de los aplausos y vítores que recibió el actor del público (que despidió en pie la propuesta) son inmerecidos. Pero el listón de su narrativa debería permitirnos saltar más alto.
Pero no estaría mal que, para futuras propuestas escénicas, el maestro enriquezca esos versos de Juan Ramón: “¡No la toques ya más, que así es la rosa!”, con aquellos otros de Alejandra Pizarnik: “La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”.