Dicen que Matea es fea, pero es todo amabilidad y dulzura, puro caramelo con ganas de bailar en un guateque con casamentero incluido, un Gibaja truhán y muy seguro de sus ases en la manga para manejar a su antojo la partida.
Presume de dramaturgo, de determinar el destino de los personajes mediante sus casamientos, con una chaqueta gris tres cuartos de remate glam con pelo blanco y un cartel de pretendientes salido del camarote de los Hermanos Marx. Marcos, un zamorano encorvado por los años y con una gabardina y puro, que podría ser Groucho; mientras que el segundo en liza, Roque, es un extremeño hiperromántico y sumamente tímido de verso tan profundo y sincero como frágil y esquivo. El tercero, el asturiano Pablo, lo mismo enlaza apasionadas rimas con movimientos a lo John Travolta en Fiebre del Sábado Noche que entrega su alma a un latín incomprensible para el resto de supervivientes de la fiesta sesentera.
A la hermana mayor de Matea, Serafina, que ostenta los títulos de la guapa de la casa y la heredera de la hacienda, no le hace ninguna gracia ninguna de las opciones que cree para sí porque estima que de Matea pasarán de largo por falta de dotes económicos y de belleza, aunque acepta el desfile de candidatos como una mera distracción.
Craso error. El hostil empaque de Serafina pincha como globos a los aspirantes que, por el contrario, se elevan contentos hasta el infinito con el entusiasmo, sin dobleces, de Matea. Celosa de su hermana y desdeñosa ante su suerte, Serafina quiere desquitarse en los labios de Gibaja, quien pronto le indica que él es el que maneja la trama y ella deberá casarse con uno de los candidatos para no perder el control o la palabra dada a su hermana de poder poner en práctica su amor. Ante el envite, Serafina se rebela duela de su futuro y pasiones y consiente que, independientemente del matrimonio, su hermana también lo sea.
Todo ello sucede en un guateque con una gran tela naranja de motivos sesenteros a modo de cortina o papel pintado en la pared extendida por el suelo como alfombra y botelleros con frascos de cristales de colores para no quedarse seco en el piscolabis. Algo similar al 69, cifra en la que cada uno de los dos números se transforma e
n el otro si se giran por completo, sucede con los acontecimientos de esta divertida trama de pasiones y celos que se desarrolla durante la celebración de la gala de Eurovisión con la participación de Salomé y su ‘Vivo cantando’, algo por lo que optan las dos hermanas, sobre todo por ‘vivir amando’.
Luna del Egido y Lara Fernán interpretan con soltura, complicidad y empatía a las hermanas arisca y fogosa, controladora y descontrolada, mohína y juguetona, racional y carnal; Héctor Carballo muda cincuenta mil veces de piel para dar vida a los pretendientes con cómicas y extenuantes mutaciones sobre todo cuando los tres se hallan en escena; y David Kelly domina el cotarro ye-yé con suficiencia hasta que justo al final la fiesta se pone patas arriba en esta producción dirigida por Gorka Martín con dramaturgia de Ozkar Galán sobre ‘Lo que son las mujeres’, de Rojas Zorrilla, que compite en el 8º Certamen Internacional AlmagrOff.