“No hay nada que me pueda hacer más ilusión. Es una muestra de cariño que no me puedo creer y me siento muy orgulloso”, asegura el actor y barítono Emilio Gavira.
“Me están pasando cosas que no sé… Como que al Teatro de Alcázar de San Juan le pusieran mi nombre. Son cosas que no se puede esperar un actor como yo, que soy de reparto, no soy el gran protagonista, sino el paleta que va acercando los ladrillos en la obra. Todo el mundo es imprescindible pero no soy un actor de hacer el papel principal y la verdad que este nombramiento es algo que me llena de orgullo, satisfacción y entusiasmo al ser una tierra que amo. Yo nací en Fuengirola pero me he criado en La Mancha, en Alcázar, tengo allí mi casa, mis amigos. Yo siempre he dicho que uno es de donde pace, no de donde nace, por lo que me siento muy orgulloso”.
Además, es “una responsabilidad como la que uno tiene con unos padres”, porque “te eligen, te dicen ‘te adoptamos’, con lo que ahora me siento un poco como representante de Castilla-La Mancha. Es una satisfacción. Entre lo del Teatro y esto… Yo voy allí y estoy en mi casa, mi ambiente, con mi gente, muy satisfecho y enamorado de La Mancha”.
Gavira, que acaba de venir de Oviedo donde el pasado fin de semana interpretó en el Teatro Campoamor al hermano Micael en la exitosa nueva producción de ‘La Rosa del Azafrán’ del Teatro de la Zarzuela, rememora cómo en Alcázar comenzó todo.
“Empecé en el Colegio de los Trinitarios, que precisamente cumple ahora cien años y lo celebramos el 16 de junio, donde hacía teatro con mis compañeros. La primera vez fue un entremés de Cervantes, ‘La elección de los alcaldes de Daganzo’, obra que preparamos para un concurso de RNE. Nos presentamos, fuimos a grabarla a RNE en Ciudad Real y ganamos a nivel provincial, pasando a la final nacional”, logro que apareció publicado en Lanza en febrero de 1978.

“Nos hicimos un foto los que éramos del grupito de teatro. Es la primera foto que tengo, estoy el primero en la fila”, relata Gavira, que recuerda que después empezó a estudiar música. “Primero fui al Conservatorio de Campo de Criptana, el examen de quinto lo hice en Ciudad Real y, posteriormente, me trasladé a Madrid a estudiar un instrumento barroco, el clavicémbalo, cuya profesora me escuchó cantar y me dijo ‘tú tienes que estudiar en la Escuela Superior de Canto de Madrid’, formación que me llevó a cantar en zarzuelas y por ahí llegué al teatro, del teatro al cine y del cine a la televisión”.
“La verdad es que he tenido mucha suerte. En este oficio hace falta y yo en mi vida he tenido mucha”, admite. “Mi primer contrato profesional fue en el Auditorio Nacional, fueron en 1990 a la Escuela a buscar cantantes para hacer el Coro de Fantasmas del Holandés Errante, dificilísimo de cantar, con unas afinaciones, tonalidades y ritmos muy difíciles”, y a partir de ahí “empecé a hacer ópera y zarzuela con Gustavo Tambascio, un gran director que me quería mucho, fue como mi padre artístico, me dio las primeras oportunidades, ya que es muy importante que confíen en ti”.
También le llamaron del Centro Dramático Nacional para “una obra de otro manchego maravilloso como Francisco Nieva, ‘Pelo de Tormenta’”, mientras que Javier Fesser le enroló en ‘El milagro de P. Tinto’ comenzando así su andadura en el cine. “Una cosa te va llevando a otra y ésta a otra. Pese a medir 1,28 y a que me muevo raro, me siento muy orgulloso de la cantidad de buenas producciones que he hecho y en las que he participado tanto en cine como en teatro”.
Sobre si sus características físicas le han ayudado o limitado, estima que, “como todo en la vida, para unas cosas bien y para otras mal, pero bueno cada uno tiene que jugar las cartas que te tocan. Intento ser lo más honesto posible y cuando me llaman lo hago lo mejor que puedo”.
De niño no se imaginaba que iba a ser actor. “Actuábamos en el colegio, montábamos nuestras obras de teatro, hicimos una versión de ‘El planeta de los simios’, pero yo habría sido profesor de música o de historia”. Lo de ser actor no era algo que tuviera en mente, “me lo ha regalado la vida, es algo que el destino me ha dado”.
Entre los personajes que ha interpretado en el cine, le “gusta mucho” el de Rompetechos en ‘La gran aventura de Mortadelo y Filemón’ de Javier Fesser, así como “el mendigo que era Dios” de ‘Matar a Dios’ de Caye Casas, sin olvidar su participación en ‘Blancanieves’ de Pablo Berger; y se siente “como pez en el agua, como si estuviera en La Mancha, con una escenografía bellísima”, en ‘La Rosa del Azafrán’.
El pasado mes de marzo actuó en el Quijano con ‘Campeones de la comedia’, divertida pieza que “sigue viva” de gira y en cuyo elenco están Gloria Ramos y Alberto Nieto, protagonistas de las películas ‘Campeones’ de Fesser, quienes “son unos fenómenos. Estamos más tiempo haciéndonos fotos que lo que dura la función. Son estrellas, una gente maravillosa”, comenta Gavira, que previamente también cosechó aplausos con la obra ‘Supernomales’, producción “muy premiada, fue un éxito”, que “hablaba sobre la sexualidad en la discapacidad”.
Gavira, con su trayectoria, se ha convertido en un referente de la diversidad en escena. “Sí, me lo dicen. Llevo toda la vida haciéndolo. Nunca he pensado en ser referente, pero al final uno se convierte en ello. A veces, hay compañeros con alguna capacidad diferente que me dicen ‘yo te veía a ti en escena y pensaba que yo también podría hacerlo’”.
“He tenido la tremenda suerte que en mi casa pudieron y pusieron los medios adecuados para que cada uno hiciera y estudiara lo que quisiera. Y eso es una suerte. Por eso hay que defender una educación pública de calidad para que cualquiera pueda acceder a una buena enseñanza sea cual sea su situación económica o familiar”.
Además de girar con ‘Campeones de la comedia’, actualmente Gavira participa en la serie ‘La que se avecina’ y va a representar en julio en Zamora las óperas de cámara ‘El gigante egoísta’, cuento de Óscar Wilde musicalizado por Liza Lehmann, y ‘Los listos’, de Trotti.