Eran bastantes y seductores los reclamos de la tarde como la retransmisión de fútbol europeo y las irremplazables citas relacionadas con San Valentín, pero más de 700 ciudarrealeños mantuvieron firme su fidelidad con el entierro de la Sardina y acudieron a presenciar la incineración del cuerpo de la difunta y a participar de la sardinada preparada por las peñas de la ciudad.
Una concentración de brujas, demonios y enlutados ante el Ayuntamiento precedió al desfile de los dolientes encabezado por los actores de Guirigay, que abrieron el cortejo con un diablillo con cuernos y rabo en monociclo, varios personajes con malabares de fuego, una bruja con zancos y lanza bengalas y un divertido a la par que inquietante doctor con máscara para evitar el contagio de la peste que repartió pirotecnia a lo largo del recorrido. Les siguieron cuatro brujas con un pequeño ataúd y un gran corazón por la muerte del ‘amor romántico’ y dos toretes del inframundo que tiraron del siniestro carruaje fúnebre de la sardina que, no obstante, fue llevada por cuatro porteadores del infierno con mandiles de pescaderos.
‘La Sardina del Mundial’, elaborada en poliespán por Antonio Jurado Díaz y Luisa Bolaños, de la Asociación Cultural Santo Tomás de Villanueva, lució la equipación de la selección española y se presentó, tal y como le pilló el último aliento, rematando con la cabeza el balón del Mundial de Rusia que se celebrará este año. Siete ediciones lleva haciendo Jurado Díaz, taxidermista al que le gusta la invención, la singular figura para el Entierro de la Sardina, en cuya creación juega con una amplia diversidad de colores y que este año destaca por el guiño a la admirada selección de fútbol.
Tras el cuerpo de Doña Sardina, ávidas por sus raspas, se situaron las gatas negras, y también algunos gatos, de la Peña El Pilar con uñas, lazos y punta del rabo rojos y muchas ganas, relamiéndose, de saborear el menú de la jornada. Cerraron el desfile, dolientes, plañideras, brujas con capirote y viudas, unas más tristes y otras alegres, que contagiaron entre los espectadores del pasacalles por el centro de la ciudad las ganas de reír, llorar o las dos cosas a la vez. Las Damas y Dulcineas, así como las ediles, Sara Martínez y Manuela Nieto, participaron en el séquito que culminó en la Plaza Mayor, donde le esperaban cientos de ciudarrealeños que vieron cómo en un periquete la figura de Doña Sardina y el corazón con el amor romántico ardieron sobre una pira de gavillas y troncos.
Miembros de las asociaciones y peñas Dinosaurio, el Pilar, Big Bang, Morería, el Botellín, Puerta de Toledo y el Cangilón participaron activamente en la preparación y reparto de las sardinas asadas entre los asistentes, que también recibieron un vasito de vino. En total, Señorío de Guadianeja aportó 51 botellas de vino blanco y tinto a un acto que también contó con la colaboración de E. Leclerc.
Para impulsar el desfile fúnebre, al que le cuesta recuperar el amplio número de participantes disfrazados llorando por las calles de la ciudad que tuvo antaño, se conceden este año premios a los mejores grupos de seis personas y parejas, que se entregarán el Domingo de Piñata.