A Violante no le salen bien las cosas ni por asomo, le crecen los enanos. Rebelde y con un look moderno, sensual y desinhibido -a diferencia de su hermana Leonor, con aire de remilgada, empoñona y sabionda que se ‘casa’ con Dios-, se opone a un matrimonio convenido y quiere escaparse con su amado y no muy recomendable por su historial previo en contra de su familia, don Diego de Meneses, pero al atrevido galán le suplanta en la oscuridad un exaltado predicador, don Gil, que se aprovecha de ella y luego la requeteengaña diciendo que todo era una treta de don Diego para humillar a don Vasco, el padre de la protagonista.
El horror ante el ultraje y las ansías de venganza la llevan a unirse al mentiroso suplantador, que con ese acto se desmelena literalmente a ritmo de roqueros riffs y decide pasarse con furor al lado del mal, y como dos asesinatos natos fustigan, humillan y envilecen todo lo que se encuentran a su paso. Hasta que se topan en sus fechorías con el propio don Vasco y su hija Leonor, y a la pareja de desalmados les empieza a temblar las piernas, como a Honey Bunny y Pumpkin en ‘Pulp Fiction’, pero por motivos muy distintos.
Violante comprende necesitar la bendición de su padre y don Gil se encapricha de Leonor hasta el punto que vendería su alma al diablo, quien, raudo y veloz, aparece de rojo, con altos tacones y todo su arsenal de malicia, a medio camino entre una excéntrica caracterización de Johnny Depp y una estrella del cabaret, para liarla parda y ganar un huésped más en sus aposentos infernales.
En todo este vertiginoso vuelo en el aire de dos balas perdidas, el silbido lo pone una banda sonora en directo de descriptiva ambientación de teclados y personajes como don Gil y don Vasco se enfundan guitarras eléctricas para interpretar temas que enlazan los escenas de la trama, con un divertido y eficaz cuerpo de baile de cuatro bailarines que lo mismo hacen de diablillos que de querubines, al tiempo que reparten complementos entre el elenco y hacen rodar la plataforma giratoria situada en la parte central del escenario para mayor dinamismo de la acción.
Con dirección de Laura Ferrer, que encarna a una Violante que pasa de rebelde a villana y de ahí a mártir, la obra ‘Caer para levantar’ rescata un texto no representado desde hace 120 años en el que los protagonistas terminan buscando el perdón, algo que consiguen pero a unos niveles de dificultad y sacrificio muy diferentes. Mientras que don Gil obtiene la redención con tan sólo pedirla, gracias a la intermediación de su Ángel de la Guarda y pese haber sellado con sangre la venta al demonio de su alma, Violante termina ensangrentada, hecha un adefesio, con los pies torcidos a lo Lina Morgan y crucificada ante la admiración por esa inmolación de sus congéneres.
Menos mal que en la vida real Ferrer resucita y, escasos momentos después de recibir su producción un larguísimo aplauso de reconocimiento en el Teatro Municipal como pieza ganadora del X Certamen AlmagrOff, se desplazaba a ‘toda mecha’ por las calles de Almagro para representar ‘El animal de Hungría’ en la Casa-Palacio de los Villarreal, obra en la que también forma parte del elenco.