El cantautor Javier Pelayo actuó anoche en la Facultad de Educación de Ciudad Real. Cuenta con dos discos publicados, a los que se suma estos días el EP La fábrica del templo, cuyos ejemplares llegaban a Cuenca al mismo tiempo que él se desplazaba a Ciudad Real. La poesía es el centro de su obra. “Tengo la necesidad de usar la música como vehículo”, aseguró al público que abarrotó el salón de actos. “La gente no lee mucho, y poesía, concretamente, lo que menos. Si la ofreces dentro de un vehículo que es la música, se sobredimensiona y es más accesible. Es la senda por la que camino más seguro”.
Además de sus creaciones, interpretó Princesa e Y nos dieron las diez de Joaquín Sabina, en su plan para acercarse a los jóvenes espectadores. “He llamado a todas las puertas posibles: bibliotecas, facultades, casas de la cultura; se han abierto poquitas. Aquí conozco a un profesor de música, Juan José Pastor, que es amigo y que se interesó por la propuesta. El pasado 6 de marzo estuvimos en el mismo sitio, con los alumnos del Programa Saramago, y aquí estoy otra vez. Vuelvo a tocar para los universitarios”. A su favor jugó la experiencia de 22 años que tiene con estudiantes por su ocupación: profesor de secundaria. “Aunque en clase no canto, en mi trabajo trato con gente como la que hay aquí, con una media de edad de entre 18 y 25 años. Tienen ilusión por escuchar. Quienes esperan al final nos atienden con mucho cariño”.
Inicios en Cuenca
Javier Pelayo (Cuenca, 1970) fue un músico tardío. La lírica fue su primera inclinación y de ella dejó muestra en un par de libros. Uno de ellos es una antología que hizo junto a tres amigos cuya temática era la Semana Santa de Cuenca. Esa vivencia la sitúa, dubitativo, entre 1994 y 1995. “Éramos así”, dice, “aquello fue un experimento de juventud”. El segundo intento dio como fruto el poemario Catálogo de ausencias (2011). Pero desde hace casi una década, su gran interés pasó a ser la composición. Como buen autodidacta, se esforzó en introducir su trabajo en todo aquel proyecto —factible o fantasioso— susceptible de darle cabida. Formó parte de diversos conjuntos hasta que en 2003 le tocó entonar en los recitales del grupo Trabarte. Primero eran versiones de Serrat o Sabina, pero luego, por empeño personal, probó a componer sus propios temas.
En 2010 comenzó su andadura en solitario, y en 2012 grabó su primer álbum, Equidistancias. “Se llama así porque considero que estoy a la mitad del camino entre la poesía y la música”. En él se hizo según su palabra. Poetas universales, como Miguel Hernández, Antonio Machado y Mario Benedetti, y locales, como Diego Jesús Jiménez o Enrique Domínguez Millán, pasaron del papel a la melodía. ¿Se olvidó de Carlos de la Rica, consumado místico y párroco de Carboneras? “Aunque lo llegué a conocer, no tuvimos mucho contacto. Era uno de los grandes poetas de Cuenca. Su escritura era muy densa, difícilmente musicable, pero no dejo de intentarlo con algún fragmento”. Pelayo también incluyó algunas canciones propias, que habían nacido como poemas.
Inspiración en la pintura
Con Hormigas y cigarras (2016) entró por segunda vez al estudio. “Creo que en mis primeros discos me pasé. Al primero le metí catorce canciones; al segundo, diecisiete”. Todo artista novato tiene ganas de decir muchas cosas. Ahora no es igual. El tercero contiene cinco. “Está basado en la experiencia creativa de un amigo, Jesús Mateo, que entre 1995 y 2002 pintó la iglesia de San Juan Bautista en Alarcón, Cuenca. Conocí los murales y me impregné de las historias que le sucedieron a Jesús mientras los pintaba. Para mí son un himno a la imaginación. Ya en su momento, grandes pensadores como José Saramago o Fernando Arrabal los contemplaron con asombro. Es sorprendente cómo la cultura puede hacer que se preste atención a un pueblecito de 150 habitantes”.
Para la puesta en escena de su material más reciente contará con una banda: el pianista José Ángel de Lerma, el clarinetista y percusionista Eduardo Calleja, la violinista Maider Lara y la guitarrista Marta Aparicio. “Todos son profesionales menos yo, que solo ejerzo de autor. Sus arreglos han sido decisivos”. En las sesiones de estudio participaron Javier Bergia, Luis Pastor, María José Hernández y Begoña Olavide. Todo sonó según las pautas del delicado productor Fredi Marugán. ¿Un deseo para el futuro? “Me gustaría componer para otros. Tengo algunas piezas que creo podrían servir a Luz Casal, Sergio Dalma… Lo he propuesto, pero no es fácil. Quien está en la cresta de la ola tiene sus colaboradores. Mientras tanto, seguiré paseando mis canciones porque no hay nadie más que las cante”.
Javier Pelayo González (voz, guitarra), José Ángel de Lerma Álvarez (teclados). Facultad de Educación. Ciudad Real, 14 de noviembre.