La España que “resiste”, donde se está produciendo una progresiva despoblación, necesita que se “le haga caso, se tomen medidas ya y que sean correctas”, porque, en pueblos como los ocho con menos de veinte habitantes que aparecen en su libro ‘La España que abandonamos’, “no queda mucho margen de error” si no se aplican con valentía decisiones acertadas que eviten su desaparición.
Denis Escudero, natural de la localidad valenciana de Chiva aunque prácticamente ha residido “prácticamente toda la vida” en Puertollano, expuso en los encuentros ‘La España posible’, organizados por los Amigos del Patio de Comedias de Torralba de Calatrava, que las soluciones para revertir la tendencia de la despoblación en gran parte del país, fundamentalmente en el interior, son “complicadas” porque ha habido muchas décadas en las que no se le ha dado la importancia que requiere. En Europa, “hay zonas como las Tierras Altas de Escocia que llevan setenta años luchando contra la despoblación. Cuando comenzó el éxodo rural hacia las urbes en los años 50 y 60 ya empezaron a tomar medidas y funcionaron y funcionan porque, no sólo han mantenido la población, sino que la han aumentado en más de un veinte por ciento”.

El problema en España es que, por un lado, “se pensó que los pueblos se salvarían solos cuando comenzó el éxodo rural y se ha visto que no, muchísimos han desaparecido”, con lo que conlleva de pérdida de patrimonio histórico, etnográfico, cultural y de protección de los recursos agrarios y medio rural, y “el otro error fue pensar que si desaparecían no pasaba nada y ahora estamos viendo que no”, ya que “si queremos que la vida en las ciudades se mantenga tenemos que salvar los pueblos”.
Ahora, “setenta años tarde”, “ha entrado en la arena política” la prioritaria preocupación por esta problemática y han aparecido formaciones como Soria Ya, Teruel Existe y “seguro que surgirán más partidos y ganarán más votos”, comentó Escudero, que destacó la importancia de que “se crea en estos pueblos y que una persona que decida quedarse en ellos tenga derecho” a prestaciones de calidad sanitarias, comunicativas y educativas y oportunidades laborales.

Puede que en un pueblo de veinte habitantes no haya trabajo, pero que sí lo haya en localidades adyacentes con comunicaciones que merezcan la pena el desplazamiento, para lo que es preciso diversificar el tejido productivo, al tiempo que poner en valor tanto a nivel cultural como económico el campo con “precios justos” y el reconocimiento de ese trabajo.
También en el encuentro, en el que intervino junto a Ángel Raúl Ruiz Pulpón, director del Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la UCLM, se destacó como una de las claves potenciar las prestaciones en las cabeceras de comarca, garantizando la cobertura desde la mayor proximidad posible de los diversos servicios a los municipios más pequeños.

Surgido el libro ‘La España que abandonamos’ de la sección ‘Menos de 20’ del programa de TVE ‘Aquí la Tierra’, del que es guionista, se trata de un ensayo periodístico fruto de un viaje de seis días por ocho pueblos de distintas provincias sobre la España ‘olvidada’ o ‘donante’, que entrega sus esfuerzos y recursos quedándose sin apenas habitantes. La intención fue dar voz y recoger la opinión de aquellas personas que se quedaron mientras sus vecinos cerraron para siempre las puertas de sus casas, de aquéllas que se fueron y volvieron, y también de los que no regresaron. Pese a recoger historias “duras”, son testimonios que huyen de la tristeza y de asustadizos términos como ‘pueblos fantasmas’ que no han ayudado a estas zonas “muy golpeadas”, como resultado de reportajes realistas protagonizados por los propios vecinos y poniendo en valor sus historias.
Con cariño y de forma emotiva, fue describiendo los ochos pueblos, algunos con tan sólo uno o dos habitantes, y cómo mientras la gente mayor, que ha visto cómo por ejemplo de cuatrocientos habitantes se ha pasado a menos de diez, lo que ha conllevado la reducción de establecimientos y servicios, estima que no hay mucho futuro por delante, la gente joven, que no tiene esa mochila experiencial, se muestra más optimista.

Las descripciones son muy variadas, desde la localidad cacereña de Trevejo, un pueblo “precioso” con 17 vecinos con “más casas y apartamentos rurales que habitantes”; o la conquense Portalrubio de Guadamejud, enclave poblacional que “resiste” gracias a una activa asociación de vecinos, muchos de los cuales viven fuera pero que revitalizan con eventos la memoria patrimonial del pueblo; hasta los “guardianes” de la localidad turolense de La Estrella, Sinforosa y Juan, que se conocieron porque la cabra del rebaño de una se fue hacia el rebaño del otro y ahí siguen, sin televisión, con 88 años, solos en el municipio durante más de treinta años; o el oscense Jánovas, a cuyos habitantes echaron para construir un pantano que finalmente no se hizo y al que están regresando recomprándose y reconstruyendo sus casas.
El navarro municipio de Castillonuevo, donde sólo vive todo el año el alcalde José de los 17 inscritos; y el riojano Villarroya, con cinco habitantes que batieron el récord de votación en unas elecciones ejercitando su voto en tan sólo 32 segundos pero con una asociación de vecinos de más de trescientas personas que realizan actividades todas las semanas; así como el soriano Valtajeros y el burgalés Jaramillo Quemado, también aparecen en este libro como pueblos en ‘la cuerda floja’, en riesgo de desaparecer a corto plazo. Pero no sólo preocupa a Escudero este bajón poblacional en estas localidades con muy pocos vecinos hoy en día, sino también el descenso en municipios como el propio Puertollano, que ha pasado en una década de más de 50.000 a unos 46.000 habitantes, perdiendo en pocos años a muchos residentes.

En el encuentro, Ruiz Pulpón, que abogó por medidas que apoyen a la gente que se queda en los pueblos y se sientan orgullosos por ello, expuso que en provincias como Toledo y Guadalajara, como consecuencia del incremento de habitantes en las comarcas de La Sagra y el Corredor del Henares por la influencia del área metropolitana de Madrid, no hay despoblación, pero sí hay despoblamiento, por ejemplo, en gran parte, el ochenta por ciento, de la provincia de Guadalajara. Coautor del informe ‘Despoblación y despoblamiento en la provincia de Ciudad Real’, patrocinado por la Diputación, indicó que la población en la provincia de Ciudad Real creció en los últimos veinte años un 0,2 por ciento gracias al crecimiento demográfico de 2000 a 2007, algo que sucedió en toda la España de interior fundamentalmente por el incremento del saldo migratorio, pero si se tienen en cuenta los datos de 2015 a 2020, la población bajó un 0,7 por ciento, con un saldo migratorio negativo desde 2008.

Si Zamora, Soria y Teruel son las ‘zonas cero’ a nivel del país en la despoblación, en la provincia las comarcas más “débiles” son las de Almadén y Campo de Montiel, con municipios que pierden habitantes desde los años 40, sin obviar localidades con muy pocos habitantes y escasos nacimientos en otras zonas como Villar del Pozo, Caracuel, Valdemancos del Esteras y Cañada de Calatrava.