La conocida escritora Manolita Espinosa ha dado otro paso más en el paraíso de la escritura de autor, en este caso con la antología ‘En la calle 47 hay un poema en cada puerta’, que reúne toda su poesía infantil.
Es una de las facetas donde la literata almagreña se siente más a gusto, por su amor a los niños “en su humanidad” y el oficio de bibliotecaria, que ha cultivado a través de casi cuatro décadas (1979-2016) y siete exitosos títulos: ‘La voz del país amado’ (tres ediciones), ‘Viaje al sol desde el tornasol’, ‘Veleta del sur’, ‘El eco de los elefantes verdes’, ‘Poejuegos’, ‘Nanas fabulescas a 30 voces’ y ‘La flauta de Hamelín tiene colores’.
El libro cuenta con un estudio crítico de José Vicente Salido López, profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Castilla La Mancha (UCLM), quien destaca el peso de Espinosa en la literatura infantil, por ser la pionera en cultivar este género en Castilla-La Mancha.
La pluma de la veterana autora es clave, para el docente, en este tipo de creación lírica porque se fija “en los detalles, imperceptibles para miradas prosaicas, reinterpretando desde el animismo y la metáfora un mundo cotidiano que cobra una nueva dimensión ante los ojos de la poeta”.
Además, Espinosa ha sabido condensar los versos, según el profesor, dentro de una unidad interna compuesta por una interpretación muy personal de las tradiciones e influencias para dar más intensidad expresiva.
Los poemas infantiles de Espinosa son breves, según Salido, y con un carácter inacabado, pero “pensando en el otro, en el lector, y en el diálogo constante entre la poeta y quien se acerca a su obra”. En cualquier caso, el poema “no dice todo lo que tiene que decir, deja mucho campo a las sugerencias y a la interpretación personal de cada lector”, asegura el autor del estudio crítico.
La antología poética, de 365 páginas, publicada por el Ayuntamiento de Almagro, reúne toda la obra infantil de Espinosa, excepto, recuerda Salido, trabajos como ‘Don Quijote encuentra a los niños’, de 2011, una publicación didáctica compuesta por fichas bilingües, y la novela juvenil ‘Bibliolandia, la isla de los caminos sin fin’ porque se sitúan fuera de los límites fijados en la compilación.
El volumen tiene mucha importancia para el profesor, porque vuelve a dar la oportunidad al público infantil de releer los poemarios de la autora, además de dar a los críticos la posibilidad de analizar las líneas esenciales de cada poemario para “entender la evolución de su poesía y dar las claves que pueden ser de utilidad a los lectores”.
También pone de manifiesto la valentía de Espinosa, actualmente de 88 años, a la hora de ofrecer su poesía a los lectores “con una humildad de medios” y “sin el amparo de las grandes editoriales”.
Los títulos
El legado poético dedicado a la infancia de Espinosa comienza con ‘La voz del país amado’, el más longevo y con tres ediciones publicadas, una en inglés, la primera prologada por el pedagogo Víctor García Hoz. En este volumen, la autora, según Salido, cultiva “la poesía del silencio” que “dice más en lo que calla que en lo que pronuncia”.
En esta obra ya aparece una de las claves paisajísticas de Espinosa, La Mancha, está presente el género inglés nonsense (sin sentido), el uso del teatro como elemento poético, y un componente religioso, ausente en el resto de la poesía infantil de la autora.
Fue una declaración de intenciones, a la que siguió en 1990 ‘Viaje al sol desde el tornasol’, editado por la Diputación de Ciudad Real, con ilustraciones de José Luis Sobrino, y prólogo de José López Martínez, director de AEAE.
Este segundo poemario cuenta con novedades cualitativas como “el carácter esencialmente lúdico que lo inspira”, al estar compuesto de poesías “que vuelven a la retahíla como fórmula de juego lingüístico basada en el sinsentido”, señala el docente. También contiene ejemplos de “la transformación de lo real”, y aparece la nana por primera vez en la poesía ‘espinosera’
Siete años más tarde, en 1997, ve la luz ‘Veleta del sur’, a cargo de la Diputación de Albacete. Se trata de una obra dentro de la colección Zincel, compuesta por 35 poemas, cuyo elemento más representativo es “el uso del estribillo”, recoge Salido, en las series cortas de versos en romance que Espinosa plasma con su pluma.
La temática, en esta ocasión, se centra en el paisaje natural, en forma de nubes o arcos iris.
Es un universo que da paso al cuarto título poético infantil, ‘El eco de los elefantes verdes’ (2005), editado en la colección ‘Caracol’ de la Diputación de Málaga. En ese caso, el profesor Salido se hace eco de las reflexiones que la activista cultural Amaya Bolinaga hace en la introducción de este título, sobre “la visión onírica” que da Espinosa al poemario.
Es una “sinestesia”, una “figura retórica que la poeta utiliza para buscar sensaciones nuevas en el lector”, con el fin de que aprenda que “los límites de los sentidos no están en el mundo físico”. También se mantienen las composiciones en romance y los animales personificados como protagonistas.
‘Poejuegos’ (2009), por su parte, es el quinto poemario de la literata almagreña, ilustrado por Jesús Arévalo y compuesto de 23 poemas.
La obra, según Salido, supone un avance en la poesía de Espinosa, con más presencia del pareado y el verso libre, y con la introducción de nuevos elementos, como es la experimentación con la palabra, con el sonido y con los conceptos.
De su lado, ‘Nanas fabulescas a 30 voces’ (2013) ya es una declaración de intenciones en el propio título, que fue publicado por ediciones La Torre, con ilustraciones de Susana Rosique. Salido evoca las palabras de Victoria Sotomayor, prologuista del volumen, en referencia al uso de la nana, “la canción que arrulla, la palabra que tranquiliza”, como cauce de expresión. Espinosa mantiene “el componente fabulesco -personificación de personas y plantas-, estructuras sencillas, influencias populares y emoción poética”.
Son claves que la escritora parece abandonar, según el profesor, en su último poemario infantil, ‘La flauta de Hamelín tiene colores (voz y canto de las calles)’ (2016). “Supone una evolución”, y tiene un lenguaje liberado de “condicionamientos formales”, sin perder “el interés pedagógico”.
Desde la observación de lo cotidiano, es la obra que formalmente “más se acerca a una vanguardia poética que prescinde de la rima y la métrica”. No en vano “rompe el molde clásico” que Espinosa había aplicado en el resto de su poesía.
En conjunto, ‘En la calle 47 hay un poema en cada puerta’ es un reflejo del alma de la conocida escritora, que siempre ha buscado la expresión para dar rienda suelta a su creatividad, nacida del “amor a los niños, a mi tierra y a lo que veo”. Es el resumen del “magisterio innato” que ha ejercido a lo largo de su longeva vida