A. R.
Ciudad Real
El catedrático de Literatura Española y director del Instituto Almagro de Teatro Clásico, Felipe Pedraza, ofreció ayer una conferencia en el Archivo Histórico Provincial sobre los manuscritos cervantinos en el contexto del siglo de Oro, los cuales siguieron en gran medida una suerte similar a la de muchos otros autores, pero también un poco peculiar fundamentalmente respecto al género en el que tuvo más éxito Cervantes, la novela, “de la que por lo común no se han conservado manuscritos porque son textos muy extensos destinados inicialmente a la imprenta”.
No obstante, sí se conserva, por ejemplo, aunque no el manuscrito, una primera redacción de las novelas ‘Rinconete y Cortadillo’ y ‘El celoso extremeño’, ya que tras descubrirse su manuscrito a finales del siglo XVIII, un erudito que trabajaba de bibliotecario publicó, “felizmente”, estas redacciones primitivas que después fueron transformadas por Cervantes cuando editó el libro en 1613. Por contra, el volumen manuscrito de finales del XVI-principios del XVII se perdió 1823 ya que el poseedor, estando en Sevilla, lo extravió en una algarada y, a consecuencia de un rifirrafe, parece ser que el manuscrito “se hundió en el Guadalquivir”.
Además, continuó Pedraza, se han conservado los manuscritos de obras teatrales de su primera época, curiosamente las que no publicó en la edición de 1615. Incluso es relativamente reciente el descubrimiento, en 1990, de uno de estos manuscritos, ‘La conquista de Jerusalén’, pieza que “se ha reestrenado este año en Cuenca y ahora viene al Festival de Almagro”.
Poesía
En cuanto a las poesías de Cervantes, se publicaron como preliminares de libros y elogios a poetas amigos, y “curiosamente la parte más interesante para nosotros quedó no impresa pero sí era conocida a través de manuscritos en la época”. La poesía más famosa de Cervantes, ‘Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla’ que se inicia con ‘Voto a Dios que me espanta esta grandeza’, es “un texto que no se publicó en vida del escritor pero que era muy conocido y Cervantes aludía a él como ‘la gloria mayor’ de sus escritos. Lo que quiere decir que era famoso aunque no estuviera impreso, sino en manuscrito”, editándose por primera vez ya muerto Cervantes casi a finales del siglo XVII.
Así mismo, Pedraza resaltó que, a finales del siglo XVIII, se descubrieron las tragedias ‘Numancia’ y ‘Los tratos de Argel’ de la primera etapa de Cervantes, que no se habían publicado en su época y entonces se editaron, y los manuscritos se volvieron a perder aunque se han recuperado.
La historia de los manuscritos cervantinos coincide en gran medida con lo que les sucedió a los de autores como Lope, Góngora y Quevedo y en parte no, fundamentalmente, por el género, el de la novela, en el que tuvo mayor éxito Cervantes y por no tener un mecenas apasionado por los manuscritos.