De la gran chingada, son los hechos violentos que aterrorizan a muchas localidades y Estados de México. En cualquiera de ellos, pudiera estar ahora Fuenteovejuna, donde mafias y corrupción campan a sus anchas en la segunda década del siglo XXI tal y como sucedía hace justo cuatro siglos en la localidad cordobesa en la que situó Lope una ejemplar rebelión ante la opresión.
En un pueblo de paredes de chapa, que al golpearla ladraban perros a veces grabados y otras del entorno del Palacio de los Oviedo, sitúan su producción Puño de Tierra y Teatro Unam que comienza con un divertido palco en el que criollos de Ciudad de México tuitean, con emoticonos incluidos, sobre el levantamiento armado de las autodefensas, el crimen organizado, la inoperancia del Gobierno y la justicia. Lo hacen más o menos despreocupados, como si no les salpicaran del todo los hechos, pero la violencia también les ronda y fulmina.
La serena convivencia en Fuenteovejuna se convierten en un ‘no te vean’ y un ‘escapa si puedes’ con más corruptos y malhechores que zombies en ‘Walking Dead’. Los malos se tapan el rostro con pañuelos como forajidos de western y el comendador es un altísimo chulapa, con roja cruz templaria en el pecho y menos prejuicios que Tarantino o Robert Rodríguez en mostrar la violencia. Con guitarra y acordeón, cantan rancheras en su honor y los responsables de la zona, no les queda otra, simpática adhesión a su violenta hegemonía. El alcalde de Fuenteovejuna, Esteban, cuyo papel está inspirado en uno de los emblemáticos líderes de la autodefensa mexicana, no tanto. Envía vídeos al Gobierno para que intervenga y ponga fin a los abusos, pero en la Corte actual, a lo Molière e incluso a lo Ionesco, los ministros se lían en discusiones absurdas optando siempre por mantener el status quo.
Se suceden persecuciones, violaciones y desapariciones, y Esteban ruega a Fernán Gómez, quien no para de chingarse en todo al igual que sus oficiales, que al menos devuelva los cuerpos de los asesinados. Le concederá esa súplica, al tiempo que confiesa que sabe de sus malos actos, los cuales dice cometer para que se le respete, y deja claro que cuando muerda el polvo vendrán otros 400 cabrones a competir por sustituirle aún más despiadados que él. Al brazo armado de los Calatrava liderado por el comendador le surgen competidores, los Reyes Unidos seguidores de la corona, que envían vídeos intimidatorios y juegan, e incluso bailan ballet, con las cabezas de víctimas decapitadas. Mientras, Laurencia y Frondoso, que deben escapar a tiros de controles ‘rutinarios’ de fuerzas armadas no se sabe si estatales o de paramilitares, confirman la relación amorosa que sus conciudadanos intuyen, pero a su boda como falsos invitados acude el comendador con sus secuaces que llevan a cabo la violación de ella y el asesinato de él.
Laurencia se sienta en la escalinata del escenario ante el público y rota de dolor reclama una justicia que llegará a materializarse mediante la autodefensa con el pueblo en armas contra criminales situados dentro y fuera de la legalidad. El comendador caerá gracias a la solidaria determinación personal y colectiva de los habitantes de Fuenteovejuna, aunque el poder buscará fagocitar esa reacción creando un nuevo cuerpo de seguridad integrado en gran parte por los criminales anteriores.
Con Coronitas brindaron los actores durante el espectáculo y el público agradeció con aplausos una original propuesta en la que se alían el verso de Lope y el lenguaje de los narcos mostrando un contemporánea Fuenteovejuna como es el movimiento de autodefensa en México.