Música en directo, coreografías y ambientaciones lumínicas están sirviendo este fin de semana de soporte artístico al elenco de ‘El diablo cojuelo’ a la hora de escenificar una de las obras clásicas españolas tan desconocidas como un texto rico. Sin embargo, el verdadero eje del montaje es la interpretación de los actores, un buen hacer al recrear a unos personajes nada terrenales en el viaje iniciático que el diablillo travieso realiza desde Madrid a Sevilla, desde que salen de la mano de su creador, Luis Vélez de Guevara, hasta su desarrollo en el mundo picaresco del siglo de Oro.
Se trata de uno de los montajes más novedosos de la 42º edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro que acoge desde el viernes y hasta este domingo el Corral de Comedias, dirigido por Aitana Galán, y que ha sorprendido por su frescura y desenvoltura.
La memoria del patrimonio (incluido testamento) literario del dramaturgo y las licencias de los personajes, que representan los vicios humanos y la hipocresía intemporal, conforman un universo barroco “algo macarra” que no chirría en el corral, el espacio coetáneo a la historia sobre uno de los espíritus malignos, apreciado como menos letal por su humanidad y cojera.
Quizás por la concepción de la obra, “para divertirse y reírse de nosotros mismos”, es por lo que está gustando en Almagro, a pesar de la historia algo enrevesada del recorrido del protagonista hacia el sur español, un tránsito diseñado en sucesivas escenas bien recreadas, a través de mapas (para ubicar la acción), los sonidos de los saxos o el teclado, los bancos rojos movibles (bien hacen de escritorio o de dormitorio), o los cambios de ropa de los personajes, ataviados con mucho cuero.
Y antes de volar, se ve como los personajes (a destacar Críspulo Cabezas como Cleofás o Silvia Espigado como diablo) salen de la pluma del autor (como traductor de una novela ya vivida) en lo que parece una academia, con unos alumnos a prueba de la astucia y descreencia del diablo, tras medirse con el poder celestial, que le dejó con la tara. todos los demás le cayeron encima, acabó tan maltrecho como su nombre indica.
En definitiva, la obra conforma una pieza de entretenimiento, que sirve de espejo a generaciones pasadas, presentes y futuras, porque la inmoralidad y el desenfreno, como la rectitud y el buen hacer, forman parte del mismo ser. Y no siempre sabemos decir no a las tentaciones y provocaciones.