La compañía Ay Teatro, comandada por Yayo Cáceres ha sido la encargada de llevar al Festival de Teatro Clásico de Almagro el montaje de Todas hieren y una mata, de Álvaro Tato, que firma dos llenos absolutos en el Corral de Comedias y cautiva al público.
Un cazador herido, pronto puede convertirse en presa. ‘Todas hieren y una mata’, pensamiento que titula esta comedia de capa y espada, es la traducción de la inscripción que en otro tiempo se podía ver en los relojes suizos: Vulnerant omnes, ultima necat. El argumento de la obra se construye precisamente poniendo en relación las amenazantes agujas del reloj y las no menos peligrosas flechas de cupido.
La obra, que está concebida de una forma respetuosamente lopesca, mantiene (con leves matices) en todo momento los preceptos del Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, desde la acomodación de las fórmulas estróficas y los temas, a la unidad de acción, pasando por el gusto por la tragicomedia y por una escenografía que se mantiene en lo esencial.
Tato, inquieto, no se planta en Lope, sino que añade ciertos componentes imprescindibles para el planteamiento que escoge para su obra: el juego lírico y fantástico con la temporalidad y la perfección con la que los personajes entran en ese juego.
Lo trágico y lo cómico mezclado
Es cierto que si pusiésemos Todas hieren y una mata en una imaginaria báscula del teatro, el platillo de la comedia podría marcar más peso: la obra es divertida y en muchos momentos la carcajada es obligada. Sin embargo, es tan ambiciosa como efectiva y tiene suficientes capas como para depositar pesas en el platillo de la tragedia, pues la historia que se ofrece no deja de ser un ejemplo de reprensión de la libertad de pensamiento y de acto de una mujer.
Lope postulaba que para entender el deleite de la tragicomedia basta con observar la naturaleza. El argumento y la progresión rítmica de esta comedia está visiblemente calculado al milímetro. El espectador disfruta, el espectador se ríe, pero también siente como la protagonista los jarros de agua fría que son los juicios de quien la condena por su voluntad de sabiduría y por su goce en la literatura.
El montaje de Ay Teatro es un éxito que podríamos catalogar como barrocamente contemporáneo o contemporáneamente barroco. Un texto impecable en fondo y forma, una complicidad con doble perspectiva con el espectador, la sala llena, los actores brillantes y cómodos con las reacciones de un público hechizado desde el primer verso y la riqueza de una historia que no termina bien ni mal, sino que termina como tiene que terminar.
Siguiendo la estética del Siglo de Oro y con la osadía de aceptar el reto del propio autor, finalizo la crónica con una reseña en forma espinela, que sintetiza en diez versos el esplendor de la obra.
Todas hieren y una mata
Es alba y también aurora
el ingenio de Tato,
que en dramatúrgico trato
sumergió a una profesora
del enredo deudora
con la vihuela frugal.
Una flecha en el hortal
germinó al final del rizo
y apremiado se desfizo
en aplausos el corral.