Tienen nombre casi de superhéroes, con ese gen de juvenil longevidad que les ha permitido ‘pasárselo bien’ sobre las tablas 34 años, y sigue intacta la fidelidad de muchos seguidores tanto a su lado romántico como al gamberro e incluso destroy-naïf de los ochenta pese a sus caras de niños buenos entonces y un tanto más mayores ahora.
David Summers confesó haberse levantado dando un salto mortal y ya los en torno a 2.000 espectadores que acudieron a La Granja empezaron a botar y seguir el juego de ‘Has sido tú, te crees que no te visto’. Instantáneas en blanco y negro de sus inicios, con propuestas musicales precursoras de posteriores formaciones de pop-punk y pop-rock, se proyectaron al fondo del escenario, lo que dio paso a imágenes actuales de los componentes del grupo en un bar de madera mientras interpretaron ‘Con los brazos en cruz’, tema de su último álbum que mantiene latente la irreverencia del cuarteto en los ochenta.
Summers de blanco y todos los demás de negro, incluido el teclista José Carlos Parada ‘Jason Paradise’ y el saxofonista Juan Muro, comenzaron con ‘Si yo no te tengo a ti’ y se encontraron con un numerosísimo coro femenino dispuesto a darlo todo, también con ‘Un par de palabras’ y la reciente composición ‘Confía en mí’, un ‘Stand by me’ que el cantante y bajista dedicó a su hijo presente en el concierto.
De su padre, el cineasta Manuel Summers, recordó el consejo de ‘Llegar a la noche’, título de otra de las canciones de su nuevo álbum ‘Resurrección’, habiéndote esforzado y realizado durante el día lo que más te gusta para levantarse de nuevo con ganas de vivir a tope el presente. El hielo tras la irrefrenable atracción de ‘Lo noto’, la fórmula del agua en el desierto que permite la ‘Resurección’ y la desnudez ante el deseo de ‘Qué vuelvas ya’, se enlazaron con la balada, con la proyección de un astronauta gravitando entre las estrellas, ‘Qué soy yo para ti’.
Del 86 y dedicado a todas las presentes, rescataron un ‘Te quiero’ coreado por todo el respetable y con besos ‘de cine’ en la pantalla, y siguió la fiesta con las divertidas ‘Indiana’, ‘Hoy no te escaparás’ y ‘Nassau’ para lograr, con la proyección de siluetas femeninas bailando, que nadie dejara de moverse con ‘Suéltate el pelo’. Un sujetador rojo voló hasta el escenario, acabó en la cabeza del batería Javier Molina, los guitarristas Daniel Mezquita y Rafael Gutiérrez arroparon a Juan Muro en las piruetas melódicas del saxo en ‘Nuestro bar’ y el entusiasmo se apoderó de todos con el marcapasos de Marta.
Pronto llegó el bis con el acústico y la intimidad de luces rojas de ‘Junto a ti’ y la fragilidad y tan sólo el teclado en ‘Temblando’, para, con la introducción del batería Javier Molina como capo ante el micro, pisar hasta el fondo el acelerador de los recuerdos y la conexión con el público con el frenesí de ‘Venezia’ y la venganza a base de pica-pica de ‘Sufre Mamón’.