El enclave de la Plaza del Pilar, donde la tradición dice que había un pilar que se usaba como abrevadero y se llenaba del mítico pozo fundacional de la localidad, era a mediados del siglo XIX un espacio “abierto y marginal” en el que incluso se realizaron ejecuciones, y que poco a poco fue ganando protagonismo hasta convertirse en el siglo XX en uno de los principales ejes de la ciudad a nivel social e incluso en su corazón financiero.
La llegada del tren contribuyó a ello, así como un murete perimetral con respaldo de forja que colaboró en dignificar el enclave donde Barrenengoa alzaría su palacio y se ubicó el Banco de España en un solar vendido por el Conde de la Cañada, indicó el antropólogo Honorio Álvarez, que ofreció este jueves una conferencia en el patio del claustro del antiguo Convento de la Merced sobre el libro ‘Plaza del Pilar. El espacio hecho tiempo’, escrito junto al también arqueólogo Manuel Molina que, así mismo, intervino en la charla.
Ambos autores de este libro, cuya primera edición se ha agotado y del que Serendipia ha sacado una segunda ampliada, disertaron sobre la evolución de esta emblemática plaza que ha ido a la par con la de la mentalidad de cada momento a lo largo del siglo XX.
Los deseos de modernidad de principios de la pasada centuria quedaron patentes en esta primero plazuela del Pilar que pasaría a llamarse Paseo del Pilar y luego Plaza de Cervantes con la colocación en 1927 de la estatua del escritor obra de García Coronado, denominación oficial que se mantuvo “hasta prácticamente los años 60” cuando recuperó su nombre original, el cual, por otra parte, nunca lo perdió a nivel popular e incluso comercial.
Los problemas de salubridad en este “embudo” en el que confluyen las aguas desde varias calles, la incorporación del alcantarillado en los años 30, planos de los distintos edificios que se fueron construyendo y los diversos proyectos de adecuación y pavimentación de la zona fueron expuestos en la intervención de los dos arqueólogos, en la que también se mostró la progresiva llegada de entidades financieras, la reforma del Banco de España y la creación del edificio donde estaba Banesto.
Las transformaciones en la zona del edificio de los Jesuitas, así como las nuevas construcciones que se alzaron dónde estaban las casas de Barrenengoa, Ayala y Messía de la Cerda, fueron detalladas en la conferencia, en la que describieron los deseos en los años sesenta de modernización con conceptos de desarrollo en altura, algo que debe comprenderse desde la perspectiva de la época.
“Para un historiador, edificios anteriores, convenientemente rehabilitados con la tecnología y economía de hoy, tendrían un sabor más genuino”, pero hay que entender los cambios que se produjeron según la mentalidad de cada momento y, por ejemplo, los grandes edificios en altura fueron visto en su momento, “casi sin excepciones, como un gran paso adelante”, como muestra de “una capitaleja que empezaba a ser capital”.