Para Narváez, diseñador gráfico editorial, el libro es “un objeto perfecto” y por eso es “muy difícil acabar con él”. Luego si está bellamente hecho y el contenido es excelso “eso ya es el sumun”, resalta el creador ciudarrealeño, que aborda en este ensayo cómo, “paradójicamente, la tecnología que venía a acabar con el libro lo que ha hecho es reforzarlo”.
En el caso de la prensa, el poder de lo digital se la ha “merendado prácticamente”, mientras que, “pese a que hay un retroceso de muchos soportes, mi conclusión en este ensayo es que esa amenaza de muerte al libro, que parecía que iba a ser sustituido por tablets, no ha sido así e incluso “le ha venido bien porque ha permitido que volvamos a poner en valor lo material”.
“Hay libros y productos editoriales que han desaparecido como diccionarios, guías de viaje,… Esos libros que son más puramente funcionales sí que lo digital se los ha comido pero otros no”. De hecho, las cifras están ahí, las ventas de libros están en ascenso, comentó Narváez, que se refirió en especial a los que llevan imágenes como los catálogos de arte que “se hacen ahora mejor que nunca porque hay más posibilidades que nunca en hacerlos mejor, se pone en valor lo material y entonces lejos de resultar una amenaza lo digital se ha convertido al final en una oportunidad”.
Entre las razones que sostiene están que las imágenes impresas se estiman “más fiables que las que están en pantalla” y porque con los objetos, no sólo con los libros, “es más fácil establecer una relación emocional que con lo desmaterializado”, a lo que se suma la existencia del ritual de lectura y de cierre también. Frente a las plataformas digitales que son “un scroll infinito, sin un cierre”, para el lector es “muy necesario cerrar y al cerrarlo anclas la memoria. Es más fácil que recuerdes un libro que has leído en físico que algo que has leído en pantalla porque ancla la memoria mejor” y la concentración, la atención profunda, suele ser mayor.
Hay otros aspectos como el de los algoritmos. “Fíjate que internet, al principio, apareció como el sumun de la libertad y era un medio alucinante y muy prometedor. Pero hoy internet no es lo que era, ahora los algoritmos te van marcando hacia lo que tienes que ver, está muy lejos de la libertad, por no decir que camina a lo contrario. Y luego están también las fake news, que han existido siempre, pero con lo digital se han potenciado”.
Narváez, doctor en Bellas Artes por la Facultad de Cuenca, también se refirió a la perdurabilidad. Antes “tú tenías un ZX Spectrum en un disquete, en un floppy disc y dónde está eso ahora”. Por ejemplo, “yo tenía un iPop de primera generación que se suponía que era el futuro de la música pero se le fundió la batería y toda la música que tenía ahí se fue al traste y, sin embargo, los discos en vinilo que conservo de cuando tenía doce, trece o catorce años siguen ahí”. Lo digital está sometido a las actualizaciones del sistema operativo, a multitud de cuestiones técnicas, algunas de ellas muy interesadas, e incluso hay obsolescencia programada, mientras que “con los libros no es exactamente así”.
De todas formas, su ensayo ‘El libro tras el anuncio de su muerte’ “no es un texto en el que se plantee lo analógico versus digital, no son contrarios. De hecho, afirmo que si se hacen mejor los libros físicos ahora es en parte gracias a la tecnología digital, es decir a los programas digitales de maquetación y diseño”.
“El libro no está muerto sino muy vivo”, subraya el autor de “un elogio que no es estrictamente sentimental o emocional, que lo es también, sino que se razona hablando también desde la práctica” al dedicarse al diseño de libros.
En la puesta de largo del ensayo en el Espacio ZZ, sito en la calle Paz 1, Narváez estuvo acompañado por el diseñador gráfico y profesor de la Escuela de Arte Pedro Almodóvar, Francisco Gálvez.