El payaso de traje rayado con cometa al viento destapó el cofre del tesoro y desató un universo mágico donde las acrobacias imposibles, coreografías multitudinarias y sorpresas hilarantes crearon una ambientación espectacular al alcance de pocos artistas. El Cirque du Soeil estrenó el pasado jueves Kooza en el escenario de Puerta del Ángel en Madrid, un espectáculo que recoge las grandes esencias del circo, las piruetas, la música, el baile, la emoción y el humor para llevarlas a su máxima expresión.
Cincuenta acróbatas, actores y músicos de 29 nacionalidades diferentes protagonizan “un regreso a los orígenes” del Circo del Sol, al combinar los dos elementos claves del circo: las acrobacias y el arte de los payasos. La historia de El Inocente, el payaso que abre el tesoro, y de tres payasos que interactúan con el resto de personajes y el público, con El Trickster como maestro de ceremonias, hace de hilo conductor en un espectáculo que, según afirma David Shiner, trata de la dualidad del mundo, “lo bueno y lo malo”.
El director de la obra afirma que su intención es explorar conceptos como “el miedo, la identidad, el reconocimiento y el poder”, quizá por eso recurre al payaso, que “toma las debilidades humanas más profundas y las transforma en algo divertido”. Además, destaca David Shiner, “el payaso es un anarquista”, porque “rompe las reglas”, y eso es lo que hace cada actor y cada acróbata en este alegre y divertido “homenaje” a la tradición circense.
En vilo en “la rueda de la muerte”
Entre masivas coreografías conjuntas y sketch de humor, los acróbatas desarrollan juegos imposibles, muestra de una tremenda exigencia física. Kooza incluye equilibristas, contorsionistas y malabaristas, que se mueven con destreza entre alambres suspendidos en el aire, aros gigantes, monociclos y trampolines. Las primeras exclamaciones entre el público empiezan con la escena de las dos jóvenes contorsionistas, que representan figuras de belleza escultórica a una velocidad inquietante, pero solo es el principio, después hay diábolos, equilibrios a siete metros de altura, un viaje lleno de audacia y emoción.
La actuación de los cuatro funambulistas, que se mueven como correcaminos sobre los alambres y que incluso utilizan bicicletas, es de vértigo. Cada alambre, uno colocado a 7,6 metros por encima del escenario, llega a soportar una tensión de 3.000 kilos. Aunque para sobrecogedora, “la rueda de la muerte”, que tiene al público en vilo mientras ve con auténtica zozobra cómo los dos acróbatas hacen girar dos aros inmensos que recuerdan a un péndulo y que pesan 725 kilos, mientras corren por fuera y por dentro, y desarrollan saltos mortales.
Una ambientación única y un ritmo arrollador
Bajo las lonas de este “macro circo” de dimensiones impresionantes, que no deja por ello de ser acogedor y cercano con el público, el ambiente creado por las luces y los cambios en el escenario convierten en mágica cada actuación. Por si solo, cada ejercicio impresiona, pues lo llevan a cabo algunos de los mejores acróbatas del mundo, de España, Estados Unidos, Rusia, Chile o Taiwán, pero el ambiente propio que ha sabido crear el Circo del Sol, en este caso con claros tintes orientales, hacen que sean únicos.
El ritmo además es arrollador: quíntuples saltos mortales con giros pasan a pirámides humanas y acróbatas con zancos de metal a más de 9 metros de altura en apenas segundos. Los cuerpos vuelan, ya sea sobre un trampolín o sobre un círculo de tela inspirado en el juego tradicional canadiense Nalukauq, todo desde una pista de circo con vistas de 260 grados ante el imponente patio de butacas de la carpa azul y amarilla, la original del Circo del Sol.
La música, el vestuario, nada está elegido al azar
Todo está calculado, desde el despliegue de personajes entre el público en momentos en los que hay que hacer cambios en el escenario, hasta el exquisito vestuario inspirado en Alicia en el País de las Maravillas, El Mago de Oz, en Klimt y la India. Marie-Chantale Haupt ha utilizado instrumentos de percusión hechos de carbono en los trajes de esqueleto, que suenan como si fueran de verdad. En total, el elenco de actores llega a usar más de 175 disfraces y 160 sombreros, otra de las señas de identidad del Circo del Sol.
Con una gran variedad de estilos, que van desde las notas de una caja de música al rock and roll y los sonidos orientales, la música en directo hace el resto. El creador, Jean-François Côté, reconoce que se inspiró “en la música pop occidental, desde el funk de los 70 hasta la música orquestal”, y además recurrió a partituras de música y cine típicas de Bollywood. Dos cantantes y seis músicos, entre ellos, un sensacional percusionista, que hace posar todos los ojos en su batería transparente, enmarcan la función desde una pérgola, la torre que llaman Bataclan, y que está inspirada en la cultura hindú, los autobuses pakistaníes y la joyería india.
En Madrid, hasta el 5 de enero
Más de 7,5 millones de personas han disfrutado de Kooza desde su estreno en Montreal (Canadá) en 2007. El espectáculo, patrocinado por Skoda, ha llegado a más de 60 ciudades de 21 países de cinco continentes. En España ya ha pasado por Valencia, Gijón y Málaga; y en Madrid estará hasta el 5 de enero, un habitual en las giras internacionales del Cirque du Soleil.